El COVID-19 empieza a causar estragos y movimientos en el Perú. El inicial impacto que se verá será, sin duda, en el frente económico. La ministra de Economía, María Antonieta Alva, anunció hace unos días el ajuste de las cifras de proyección del crecimiento para el 2020. A inicios de año, los estimados oficiales llegaban al 4%. El peor escenario de Macroconsult presentaba la cifra en 2% (27/2/2020).
Un contraste marcado por las promisorias cifras que el MEF tenía a finales de agosto del 2019. El Marco Macroeconómico Multianual estimaba que “para el período 2020-2023, la economía peruana alcanzará tasas de crecimiento promedio de 4,4% con una senda gradual de aceleración de 4% en el 2020 a 5% en el 2023”. Se esperaba que la aceleración fuera “impulsada por la demanda interna, reflejada en el fortalecimiento de la inversión privada y pública”.
Ha pasado mucho desde entonces, incluyendo la disolución que tuvo el rol estelar de un actor de reparto –el entonces primer ministro Salvador del Solar–, un interregno que ha mantenido al Ejecutivo gobernado sin presión parlamentaria y el cambio de timón al frente del MEF. En dicho plazo, la promoción de la inversión privada no se ha consolidado como un eje de la gestión gubernamental, mientras parece haber un monitoreo más cercano de la inversión pública en todos los niveles. Sin duda, la demanda interna será golpeada por la crisis que implica la llegada del coronavirus al Perú. Las necesarias medidas de contención tendrán un efecto en el movimiento económico.
En el campo político, la popularidad presidencial, que parecía estancada, ha confirmado su inmovilismo. La cifra que hoy reporta El Comercio-Ipsos (52%) casi no difiere de la del mes previo.
El enfoque que le ha dado el Ejecutivo a su reacción, en el que las figuras del presidente Martín Vizcarra y Vicente Zeballos tienen un peso central, deja en segundo orden al Minsa. Ello podría anidar una impaciencia ante un reto que puede haber rebasado la capacidad del actual liderazgo sectorial y de las innegables falencias del sistema de salud peruano. También es posible que exista un natural ánimo de cosechar eventuales respaldos que el ánimo ciudadano suele dar en situaciones de crisis.
Pero el apoyo benevolente inicial se puede convertir en crítica severa y despiadada, si lo que se entrega no está a la altura de las expectativas. De hecho, la denominación del 2020 como Año de la Universalización de la Salud parece una ironía, cuando la recomendación del Minsa de lavarse las manos con jabón se choca con la realidad de muchos establecimientos de salud públicos: carecen de jabón y hasta de agua.
En la incierta coyuntura, resulta chocante el tosco oportunismo del retorno audiovisual a la escena pública de Del Solar, a quien parece impacientar la espera del 2021. Para usar una frase suya del 30-S, al denunciar el apuro del Congreso por elegir a los miembros del TC, vale preguntarse: “¿Por qué la prisa?”.