Se siguen enfrentando las discrepancias con un ánimo en que la posición del otro termina siendo descalificada por sospechas que muchas veces tienen poco sustento.
Se siguen enfrentando las discrepancias con un ánimo en que la posición del otro termina siendo descalificada por sospechas que muchas veces tienen poco sustento.
José Carlos Requena

La reciente (“Gestión”/ “Perú 21”, 9/3/2021) muestra una apretada contienda presidencial con un muy probable final de fotografía. La suma de la intención de voto de los cinco primeros candidatos llega apenas al 40%, una cifra que grafica el poco entusiasmo que despierta la contienda.

El frente parlamentario muestra una foto muy distinta a la presidencial. Entre los cinco candidatos como mayores opciones, solo Acción Popular –el partido que postula a Yonhy Lescano– presenta una posición expectante (11%). Partidos sin candidato (Frepap, 8%) o con candidato rezagado (Somos Perú o Partido Morado, ambos con 6%) tienen mejores opciones que los otros que podrían protagonizar la segunda vuelta (Fuerza Popular, 5%; Renovación Popular, 4%; Juntos por el Perú, 3%; y Victoria Nacional, 2%).

Fuera del contexto electoral, aunque rozándolo, se encuentran las reiteradas fricciones que hacen que los próximos meses se avizoren como inciertos. En este campo, la declaración del presidente Francisco Sagasti sobre una intención de postergar los comicios –en respuesta a los temores que despertó un irresponsable reportaje sobre las vacunas de Sinopharm– no parece prudente (Radio Cutivalú, 8/3/21).

Tampoco lo son las estridencias que perturban recurrentemente a la Presidencia del Congreso de la República, (Podemos, Lima) durante el pleno mujer del lunes 8.

Con la irresponsabilidad que fluye y la irascibilidad a cuestas, es oportuna la preocupación de Martín Tanaka sobre lo que debería ser la defensa de la democracia, sobre todo ante la propalación de “información tendenciosa de manera irresponsable” que “requiere una respuesta enérgica”. Para ello, “los actores políticos y sociales leales con la democracia deben tomar partido claro, condenar y aislar a los intentos desestabilizadores” ().

El reto es cómo se complementa esa necesidad de tomar partido sin abdicar del necesario escrutinio que debe ejercer la prensa independiente –como la reveladora nota de Paolo Benza sobre los “atajos de Sinopharm” ()– o el control político requerido al Parlamento. La pregunta es más pertinente cuando parece avecinarse una época de gran precariedad, con antecedentes recientes de irresponsabilidad, en medio de un presente muy caldeado.

El lustro que se inicia con el bicentenario presenta grandes desafíos para la convivencia política del país. La crispación tendría que dar paso a una genuina tolerancia. Ni el ejercicio en defensa de los fueros ni las aspiraciones de control político tendrían que asumirse, solamente, como un ánimo de complot permanente.

Pero la tolerancia, lamentablemente, parece lejana. Se siguen enfrentando las discrepancias con un ánimo en que la posición del otro termina siendo descalificada por sospechas que muchas veces tienen poco sustento. Así se termina, indirectamente, invitando a la indulgencia.

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