Villarán y Townsend contra las mujeres, por Cecilia Valenzuela
Villarán y Townsend contra las mujeres, por Cecilia Valenzuela

La cuota femenina en las planchas presidenciales ha resultado decepcionante. Pero las mujeres que acompañan a y a se llevan el crédito de la vergüenza. y , otrora defensoras de los derechos humanos, han terminado como sostenes de dos sujetos acusados de ejercer violencia contra mujeres solas, pobres, frágiles o desprotegidas. 

Las dos han cerrado los ojos y se han tapado la nariz con tal de satisfacer sus más banales necesidades. La jubilación a Villarán le está costando carísima: contra una curul en el próximo Congreso, ha ofrecido su condición de ex relatora de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para lavarle la cara al candidato del oficialismo, acusado por una mujer ante un tribunal independiente de haberla violado en dos oportunidades en Ayacucho, con el objetivo de amedrentarla. Ella fue testigo del horrible asesinato del periodista Hugo Bustíos.

Y cuando todavía resuena en las redacciones de los medios de comunicación la voz de Isabel Rodríguez Chipana, encarando en la sala de audiencias a Urresti como su violador, la decadente ex alcaldesa de Lima declara absolviéndolo, sin que el tribunal que lo juzga haya, todavía, emitido su sentencia; aupada a la agrupación que encabeza la cuestionada Nadine Heredia, Villarán se arroga la condición de juez y asegura que Urresti “no es ni autor material ni mediato del crimen que se le imputa”.

La misma comisionada de la CIDH que persiguió, sin piedad, a los militares colombianos acusados por integrantes de las FARC de haberlas ultrajado, se desgañita ahora en el Perú, en defensa de un procesado por la justicia, acusado por la fiscalía y sindicado por varios testigos como partícipe de un asesinato que luego habría intentado tapar con una violación, en un escenario de guerra en donde la voz de los débiles no se oía.

Tal y como ahora Anel Townsend no escucha otra verdad igual de ignominiosa: que el hombre al que le sirve de paladín fue aquel profesor de 33 años que sedujo y embarazó a su alumna de 16, y que solo después de un amago judicial, reconoció al niño y arregló económicamente, porque ya entonces tenía plata como cancha, con la familia de su víctima menor de edad.

Lo que se esconde en el alma de un hombre capaz de abusar de la vulnerabilidad de una niña, sometida emocional y psicológicamente al maestro que termina siendo su “seductor”, no le interesa a la abanderada del No a la revocatoria. Ella se queda, ha dicho, con la versión de Acuña.

Estamos avisadas, lo primero que Townsend propondrá cuando llegue al Congreso de la mano de Acuña será que no exista castigo para los profesores que embarazan a sus alumnas. Y menos para los maridos que golpean a sus mujeres y las empujan por las escaleras cuando estas les reclaman por embarazar menores de edad.

¿Esa es la cuota de género que nos merecemos las peruanas? Dos adalides de vejadores de mujeres. ¡Qué buena raza distinta!

Mis mejores deseos, en estas fiestas, para los peruanos de buenos sentimientos y libertad para los presos políticos en Venezuela esta Navidad.

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