El último fin de semana El Comercio invitó a todos los candidatos presidenciales a escribir un artículo en el que plasmaran su visión sobre el Perú. Quince contestaron, incluyendo a los punteros, con la llamativa ausencia de Hernando de Soto entre los principales contendores.
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Es un ejercicio valioso y positivo, en cuanto ayuda a formar una opinión de los candidatos y promueve el voto informado entre la ciudadanía. Hay, en líneas generales, pocas propuestas concretas, pero muchos temas en común, la mayoría predecibles por el contexto en que vivimos: economía, trabajo, salud, corrupción, seguridad.
Y tanto como delinear su visión de país, cada artículo trasmite también el posicionamiento o la imagen que cada candidato quiere transmitir, por lo menos ante los lectores del Diario. Sin ser experto en comunicación política, estas fueron algunas de las líneas e ideas que más llamaron mi atención.
Los títulos elegidos son por sí solos reveladores. Entre todos me sorprendió el de George Forsyth (“El cambio tranquilo”), por coquetear con el oxímoron como figura tanto como con el gatopardismo (“Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”, de la novela de Lampedusa). Inusual adjetivo para una visión de país, y curiosa elección para el contexto en que vivimos, pero quizás acorde con la ambigüedad ideológica que muestra en sus escasas declaraciones.
Forsyth empieza su artículo con un intento por mostrarse por encima de tradicionales pullas políticas, como alguien que no cae en prácticas propias de un “circo romano”. Es un inicio en primera persona, algo que comparte con César Acuña, quien también incorpora rápidamente un elemento muy personal al confrontar a una supuesta “élite miraflorina que se burla de mí porque no hablo bonito y solo tiene contacto con la mayoría popular a través de su personal de servicio”. Fuertes declaraciones, se diría, que inevitablemente evocan a los “pituquitos miraflorinos” de Eliane Karp en la campaña del 2001.
La economía está al centro de varias propuestas, pero mientras Julio Guzmán, por ejemplo, enfatiza reformas a nivel macro o institucional, Verónika Mendoza dirige sus planteamientos hacia la economía familiar, a un nivel más micro.
Urresti, por otro lado, aprovecha el espacio para enfilar contra la “incapacidad manifiesta del gobierno morado y del gobierno del señor Martín Vizcarra”, buscando quizás capitalizar el voto antigobierno (‘antiincumbent’) que parece marcar elecciones en la región. Una estrategia arriesgada porque depende de la percepción de la opinión pública, que puede cambiar esta misma semana, por ejemplo, con la llegada del primer lote de vacunas.
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Menos sujeta a esos vaivenes se encuentra la visión de Keiko Fujimori, construida siguiendo la lógica corporativa del planeamiento estratégico y buscando proyectar una mirada de largo plazo (aunque ya sabemos por la experiencia de su discurso en Harvard en el 2015 que ello no es garantía de nada). Quizás la más atenta a su audiencia y evidencia de su trajinada experiencia en campañas electorales.
Esta semana continúa la campaña de El Comercio con una invitación a hacer el mismo ejercicio a las cabezas de listas de los partidos políticos. Aunque esta vez solo 12 contestaron, es una buena oportunidad para leer y contrastar las visiones que los principales líderes de las fuerzas políticas plantean a un país tan urgido de esfuerzos concertados.
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