Ellos pueden hacer todo tipo de marchas y ensalzar a quienes están a favor de su causa, pero son los únicos autorizados a hacerlo. (Foto: Archivo El Comercio)
Ellos pueden hacer todo tipo de marchas y ensalzar a quienes están a favor de su causa, pero son los únicos autorizados a hacerlo. (Foto: Archivo El Comercio)
Redacción EC

El presidente del Consejo de Ministros se presentó el miércoles ante el Congreso para solicitar el voto de confianza, y dijo lo que ningún mandatario se atrevió a decir antes: el gran daño que le hacen al país los anti.

Es entendible que Humala y Kuczynski nunca dijeran nada al respecto, pues ambos llegaron al poder fruto del antifujimorismo galopante, que prefiere votar por Satanás antes que por Keiko Fujimori. Y no digo votar por el fujimorismo, porque si Kenji puede cerrarle el camino a su hermana, los anti serían –o son– los primeros en promoverlo.

Razón tiene Villanueva cuando afirma que hemos perdido demasiado tiempo en “las falsas disyuntivas que oponen el crecimiento o políticas sociales, mercado o Estado, minería o diversificación productiva, inversión o cuidado ambiental, fujimorismo o antifujimorismo, izquierdas o derechas dogmáticas, entre otros antis [...] que han hecho fuerte daño a este país, y han erosionado lo principal que tiene un país: la política”.

Existe toda una gama de antis: el antifujimorismo, el anticatolicismo, la antiminería, el antiinversionista. Todos los que defienden estos anti no solo tratarán de convencernos de que la suya es la verdad absoluta, sino que si uno osara decir lo contrario, sería un dogmático, intolerante, proempresa y prominería.

Es este modo de hacer activismo político (porque política no es), lo que ha generado graves distorsiones en nuestro país. El agua sí, oro no, que promovió el candidato Humala y que Gregorio Santos lo hizo realidad, ha convertido a Cajamarca en una de las regiones más pobres del país. Todo vale, incluso justificar la pobreza si se trata de reforzar el sentimiento anti.

Otra característica de los anti es que crean su propia narrativa de los hechos y saben acomodar todo a sus objetivos: la verdad es lo de menos. Son capaces de pasar por agua tibia los delitos de Ollanta Humala y su pésima gestión antes de reconocer que gracias a su voto tuvimos un país paralizado por cinco años. Ellos siempre podrán decir: “Ollanta, devuélveme mi voto”, o calificar a Kuczynski de traidor, porque –ojo– ellos nunca se equivocan.

Para buena parte de este movimiento no existen empresarios honestos, hay que oponerse a ellos y buscar cualquier anticucho, y si no existe, siempre se puede inventar.

Ellos pueden hacer todo tipo de marchas y ensalzar a quienes están a favor de su causa, pero son los únicos autorizados a hacerlo. Si se marcha por la vida –por ejemplo– hay que descalificar a sus participantes y a quienes la promueven, como intentaron hacerlo con el profesor Ricardo Gareca, quien invitó a participar en esa movilización. Ya sabemos que la historia hubiera sido distinta si Gareca defendía una causa afín a sus intereses.

Gracias, primer ministro Villanueva, por la valentía de evidenciar a los anti, quienes no tardaron en admitir que gracias a ellos” es que PPK fue presidente y, por ende, Vizcarra está en el poder.

Esperemos llegar al 2021 con una dosis reducida de anti. Confiamos en lo dicho por : “Venimos con un mensaje de unidad frente a los grandes desafíos del país”. Le tomamos la palabra, señor primer ministro. Aléjese de los anti, no son buenos consejeros y usted lo sabe.