Se reanudó audiencia de prisión preventiva por 36 meses solicitados en contra de la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, y otros implicados en el marco de las pesquisas por supuesto lavado de activos.(Foto: Lino Chipana/ El Comercio)
Se reanudó audiencia de prisión preventiva por 36 meses solicitados en contra de la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, y otros implicados en el marco de las pesquisas por supuesto lavado de activos.(Foto: Lino Chipana/ El Comercio)
Diana Seminario

Esta semana hemos sido testigos de las interminables jornadas de la audiencia de prisión preventiva para . Ciudadanos de a pie, apostados junto a un televisor oyendo de primera mano los alegatos del fiscal y la defensa de la ex candidata presidencial.

Este escenario político ha encendido la polarización de un modo solo comparable a las segundas vueltas del 2011 y del 2016, donde la maquinaria ‘antifujimorista’ sepultaba –o al menos intentaba aplastar– a quienes sin ser fujimoristas militantes discrepaban del discurso de un sector de autodenominados líderes de opinión e ideologizados ‘influencers’ de redes sociales.

Ahora la cosa no parece ser distinta, estamos asistiendo a la crisis de Fuerza Popular, acentuada por sus propios errores y la sumisión para aceptar como suyos yerros de otros, pero que de tanto repetírselos, los asumieron como propios.

Mientras tanto, escuchamos y leemos los fundamentos fiscales para justificar el pedido de prisión preventiva para Keiko Fujimori. Si bien está claro que debe investigarse profundamente el supuesto delito de lavado de activos durante la campaña del 2011, los argumentos del fiscal Pérez aludiendo al “discurso de los 90” para imputar los supuestos ilícitos del 2011 resulta más político que judicial.

Está claro que el fiscal le habla a la tribuna, a toda la barra brava del ‘No a Keiko’ que celebra cada histriónica frase de Pérez. Incluso en las redes sociales, se lee a más de una señorita declarando su amor incondicional a este arequipeño cuarentón. No importa la base jurídica o si sus fundamentos se ajustan o no a la solicitud de detención. Lo importante es que “guste”, y como sabemos, la administración de justicia no se guía por los gustos, simpatías o pasiones, sino por argumentos, que en la mayoría de los casos suelen ser impopulares.

Así, entre pasiones que se alejan de la justicia, un grupo de personas ha determinado que está “prohibido disentir” de aquella supuesta mayoría que ya juzgó y encarceló. Y aquí no solo hablamos de la jungla de las redes sociales, sino también de algunos políticos y periodistas que creen saber más que Pérez o que Concepción Carhuancho, y ¡Ay de Richard Concepción! si determinara un fallo distinto al que espera el bien afinado coro ‘anti’.

Como escribía ayer Juan Paredes Castro: “La política y la justicia vienen siendo conducidas al peor de los terrenos: el de una cacería indiscriminada entre bandos irreconciliables que no deja lugar a la rehabilitación ni de una ni de otra”.

Esta situación resulta insostenible y no lleva a ningún puerto seguro, porque no importa de qué lado estés ahora, es más importante que se imparta verdadera justicia, pues mañana puedes ser víctima de aquello que hoy celebras.

Solo con el respeto a las instituciones, al debido proceso y a las decisiones libres de prejuicios, podríamos empezar a mirarnos distinto.

La política del ‘atarante’ para que te calles, el ‘bullying’ cibernético y mediático y la burla del vulnerable solo revela lo bajo que hemos caído como personas y como sociedad. Nunca es tarde para dejar de perseguir y ser perseguidos.