Martín Vizcarra, presidente del Perú, apoya a Juan Guaidó. (Foto: AFP)
Martín Vizcarra, presidente del Perú, apoya a Juan Guaidó. (Foto: AFP)
Maria Alejandra Campos

El fin de semana pasado se cerró un capítulo más del divorcio entre el “partido de gobierno” y el gobierno. Jorge Villacorta contó a este Diario que Peruanos por el Kambio había decidido finalmente dejar de lado las siglas con las que ganaron la elección en el 2016 y que coincidían con las de su entonces candidato, PPK. A los dos días fue el propio Kuczynski el que renunció al partido, como diciendo “si no me quieren, yo tampoco”. sacó cuerpo rápidamente y aclaró –con un innecesario uso del plural– que “nosotros no somos parte del partido porque llegamos invitados por el presidente Kuczynski para que participemos de las elecciones, [en mi caso] como vicepresidente, pero no somos militantes del partido”.

Es decir, en el Macondo político que es el Perú, el partido de gobierno renunció al nombre con el que llegó al gobierno, el ex presidente electo renunció al partido y el partido de gobierno se quedó sin presidente a quien respaldar.

Vizcarra está inaugurando una nueva forma de hacer política en nuestra democracia: no tiene partido, bancada ni rostros visibles en su Gabinete. Para hacer la reforma de justicia no convocó a los técnicos del ministerio, sino a un grupo de expertos que hicieron la función de parche a la escasez de cuadros del gobierno. Ahora, para hacer la reforma política ha utilizado la misma figura a través de la comisión de alto nivel.

Incluso en el ámbito diplomático ha elegido prescindir de la cuota de 20% de embajadores políticos que la ley le permite; es decir, aquellos que no son diplomáticos de carrera. Los reemplazantes de los nombrados por PPK son, hasta ahora, todos técnicos.

¿Es posible que un gobierno prospere con ese nivel de independencia de la política?

Creo que la respuesta depende de una variable: la popularidad del presidente. En la medida en que mantenga un apoyo mayoritario de la población, respaldar sus iniciativas va a ser políticamente rentable para las diversas tiendas políticas que ocupan el Parlamento. Ello ha ocurrido hasta ahora con la mayoría de temas sobre los que el mandatario se ha pronunciado. Casi instantáneamente el Congreso se ha dividido en dos bloques, uno en contra y otro a favor: Fuerza Popular, Apra y algunos no agrupados vs. los demás.

Sin embargo, es poco probable que las bancadas estén tan dispuestas a colaborar si es que Vizcarra cuenta con una aprobación minoritaria. Al mandatario le quedan dos años y medio de gestión. En lo que lleva en el gobierno ha promediado 53% de popularidad. El detalle está en que, históricamente, el promedio inicial es difícil de sostener en el tiempo. Desde la caída de Fujimori, todos los presidentes han perdido al menos 20 puntos de aprobación entre el primer y el último año de gobierno. El que mayor caída registró fue Humala, que curiosamente también empezó con un promedio de 53% y terminó en 17% en sus últimos 12 meses en la presidencia.

Actualmente Vizcarra no parece preocupado de no contar con una red política propia que sostenga su gobierno. Sin embargo, esta autosuficiencia podría pasarle factura a partir del 2020.