(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Fernando Vivas

Primero fue un comité de emergencia, porque menos no se le podía llamar a que metan presos a tu lideresa y a sus asesores. Luego fue comité de transición, porque es una manera de decir que quieres voltear la página aunque no sepas cómo ni cuándo.

El primer comité lo encabezó Miguel ‘Miki’ Torres, por dos razones: porque le tocaba en estricta sucesión y porque Keiko se lo pidió. La prisión de la lideresa se consideró una suerte de ausencia que ameritaba que el secretario general de (FP), José Chlimper, tomara el mando. Pero él renunció dando a entender que se alejaba porque la desgracia de Keiko era, de algún modo, un fracaso de gestión que obligaba a un cambio. Torres era el subsecretario, así que sucedió a Chlimper.



Para pasar a la segunda razón, cabe explicar el peculiar diseño institucional de FP. El partido lo preside su lideresa fundadora. Eso no solo es estatutario, sino cuestión de fe. Keiko puede tomar decisiones por encima de todos y hasta someter conciencias (sus leales dicen que nunca lo hace, que siempre escucha, aunque últimamente es a ella a la que no necesariamente escuchan ni acatan).

A Keiko le sigue el CEN (Comité Ejecutivo Nacional), que tiene un detalle que resulta insólito: ¡puedes ser miembro sin ser militante y solo porque el resto del CEN te invita! De ahí que algunos notorios congresistas como Daniel Salaverry, Luz Salgado o Luis Galarreta merecieron tal distinción. Además, según el estatuto, cuando un miembro del CEN renuncia, Keiko puede enrolar a otro por el período que falte cumplir. Por ejemplo, a Carlos Tubino le ha dado el cargo que Salaverry dejó en el CEN.

Torres no duró demasiado al mando. Primero, tuvo que sortear una pequeña revuelta contra las voceras Úrsula Letona, Alejandra Aramayo y Karina Beteta. Las tres renunciaron, en parte por la presión de los ‘provincianos’ que, ante la crisis, querían una representación más variada. Por cierto, esa difusa categoría de ‘provinciano’ se abusa dentro y fuera de FP para calificar a congresistas de sierra y selva (los costeños están más cerca de la cúpula) angustiados ante la falta de perspectivas hacia el 2021. Israel Lazo, de Junín, quien hizo pública su renuncia ayer, es uno de ellos.

Provinciano, por si no lo sabían, es Tubino, congresista por Ucayali. Quizá no es esa la razón fundamental por la que le pidieron ser vocero y más pesaron sus canas y su conservadurismo, pero ha buscado ganarse el respeto. Más que elogios o críticas, he oído frases compasivas para él: “Pudo ser peor”, “no lo hace tan mal”, “no lo rajen, que nadie podría hacerlo con éxito”.

—Entonces, ¿qué?—
¿Con quién están los provincianos? ¿Con quién están los demás? Con todos y con sí mismos. Mucha gente ondula en transición. Para poner algunos ejemplos: Leyla Chihuán, primera ‘vice’ del Congreso, juega un rol importante en la relación de FP con Salaverry; Karla Schaeffer está haciendo equilibrio; Héctor Becerril tiene sus propias cuitas que atender.

¿Por qué renunció Torres? Se lo pregunté y me dijo que sintió que Tubino, tras una fase más accidentada, estaba haciendo una vocería satisfactoria y que él no se siente cómodo como hombre de partido. Negó que hubiera un detonante de su salida, aunque si tenemos en cuenta que esta se produjo el 6 de enero, dos días después de que una segunda instancia confirmó la prisión preventiva de Keiko, es probable –esto es especulación mía– que discrepara de algunas actitudes confrontacionales que pudieron contribuir a mantener a su lideresa encerrada.

Cualquiera que haya sido la razón esencial por la que se fue Torres, Keiko pidió a Luz Salgado que tomara el puesto vacante de secretaria general y a Luis Galarreta que fuera subsecretario. Salgado, me lo cuenta una fuente cercana a la cúpula, ha pedido licencia por salud y Galarreta ha asumido su función. Y a eso se ha abocado, silenciosamente, el otrora vocinglero Galarreta, aunque me dice que pronto volverá a dar pelea.

El caso de Letona es más singular, pues renunció tras ser acusada por Yeni Vilcatoma de defender intereses ajenos a FP y sintió que el partido no puso en su sitio a la ríspida Yeni. FP no ha aceptado su renuncia y ella no ha insistido en esta, lo que la deja en un cómodo limbo: sin funciones dirigenciales pero manteniendo una relación estrecha con Keiko, a quien suele visitar, y con un grupo de congresistas que le son leales. Letona, además, tiene una activa agenda legislativa e influencia en el equipo técnico de la ‘bankada’.

Rosa Bartra es otro caso especial, pues la Comisión de Constitución que preside tiene delicados encargos en las reformas planteadas por el Ejecutivo. Estas pueden tardar por indecisión de grupo, por su complejidad o por su propensión a la confrontación, incidiendo en la percepción obstruccionista de FP. Hay muchos casos especiales con riesgo explosivo, como el de la evangélica Tamar Arimborgo y su proyecto educativo que ha abochornado a la bankada (por cierto, ella es vocera alterna, al igual que Milagros Takayama y Juan Carlos del Águila).

Sin embargo, fueron actitudes conciliadoras las que primaron al retirar la moción contra Salaverry. En verdad, es muy difícil pronosticar qué posiciones primarán en el nuevo comité político que está a punto de formarse con voceros, presidentes de comisión como Bartra y miembros del partido como Salgado y Galarreta. Un ensayo de esto ha sido, me cuentan, una reciente reunión de voceros de bankada y miembros del CEN con el ministro de Economía, Carlos Oliva.

Pero no es en las urgencias legislativas para la marcha de la economía donde suelen están las fricciones de FP con el gobierno y dentro de la propia bankada. Es en temas como la formación de nuevas bancadas y las reformas planteadas por el Ejecutivo donde ya se divisan luces de peligro. También alumbran peligrosamente en la agenda de reclamos contrarreformistas de varios sectores representados por la variopinta bankada. Pero esta vieja mayoría tendrá que vérselas con nuevas minorías.