Emiliano es un guerrero. Nació a los 6 meses, con poco más de 800 gramos y 34 centímetros de estatura. Como todo bebé prematuro extremo (menos de 28 semanas de gestación), presentó múltiples complicaciones cuando llegó al mundo. Sus órganos no habían terminado de madurar y tenía muy pocas probabilidades de superar su cuadro. Sin embargo, sus ganas de vivir pudieron más.

De eso pueden dar fe los médicos del Departamento de Pediatría de la , quienes lograron salvarlo y están a cargo de su exitosa recuperación. Los especialistas sabían que nacería antes de tiempo debido a una insuficiencia placentaria que impedía su normal desarrollo. Adelantar el parto era la mejor opción. Por eso tomaron todas las precauciones necesarias para sacarlo adelante. La Unidad de Cuidados Intensivos Neonatal se convirtió en su hogar temporal y un equipo multidisciplinario pediátrico, en su protector permanente.

Tanto los padres como los médicos sabían que el camino de la recuperación sería largo y difícil, pero valía la pena correr el riesgo. La salud es todo y había que darlo todo para cuidarlo. Emiliano nació con serios compromisos respiratorios y cardíacos, propios de un neonato con sus características. No podía respirar solo (necesitaba de un ventilador mecánico) porque sus pulmones no estaban maduros y se llenaban de sangre al tener un conducto arterioso persistente -abertura persistente que se encuentra entre los dos vasos sanguíneos principales que salen del corazón- que debía ser corregido mediante una cirugía cardíaca.

A los 20 días de nacido, pasó su primera prueba de fuego; cuenta el médico Abel Salinas, jefe del Departamento de Pediatría. El pequeño tuvo que someterse a una cirugía abdominal debido a una enterocolitis necrosante (ECN). Los intestinos dejaron de funcionar y la situación era crítica. En sala de operaciones se encontraron con un abdomen congelado, es decir, con parte del intestino perforado y necrosado, materia fecal diseminada y adherencias.

Se utilizó una técnica conservadora para superar este nuevo problema. Manipular más de la cuenta era muy peligroso. Solo limpiaron y dejaron drenajes externos para que pueda expulsar naturalmente los desechos por esa vía. Después de algunos días y luego de darle leche materna por sonda, el intestino funcionó e hizo deposiciones.

PASO A PASO

Conforme transcurrieron las semanas, Emiliano fue progresando. No obstante, pese a alimentarse mucho mejor, aún no se le podía quitar la ventilación mecánica por su problema del corazón. Era momento de operar otra vez. La cirugía cardíaca era relativamente rápida, pero con un riesgo importante. Una vez más, a los padres les tocó confiar en las habilidades de los médicos y en la fortaleza de su pequeño. En una hora el conducto arterioso persistente se corrigió. En dos días, se le quitó el soporte ventilatorio y por fin pudo respirar solo.

Desde aquel momento su recuperación fue más notoria. Emiliano comenzó a crecer y luego de dos meses dejó la clínica y pudo irse a casa. “Cuando le dieron de alta no lo podía creer. Estoy eternamente agradecida con los médicos y con las enfermeras que cuidaron a mi bebé. He sido testigo de todo el amor y dedicación que le han brindado”, manifiesta Katia Tinoco, mamá de Emiliano.

La recuperación de Emiliano ha sido posible gracias al manejo multidisciplinario de especialistas pediátricos de la , donde la ciencia, ternura y fe se mezclaron para luchar por su salud. El diagnóstico precoz permitió realizar los procedimientos quirúrgicos en los momentos más adecuados para él. En su tratamiento se han utilizado desde técnicas conservadoras hasta tecnología avanzada. Ahora él es un bebé feliz, coqueto y juguetón. Su recuperación definitiva tomará un poco más de tiempo. Por el momento, solo debe asistir a sus controles para que los especialistas evalúen su crecimiento y desarrollo.

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