Jesus Osorio Calderon

Marcela se despierta todos los días a las cinco de la mañana. A esa hora, el Centro de Lima está aún casi desierto, y las sombras de los edificios históricos se alargan mientras el sol despunta lentamente. Como cada mañana, Marcela empuja su carrito hasta su puesto habitual en la calle. Llena de juguetes chinos, sus productos esperan compradores en una ciudad que nunca deja de estar en movimiento. Pero antes de comenzar a vender, ella debe cumplir con un ritual que ya no le causa sorpresa: darle un sol al sereno. Sin ese pago, sabe que los inspectores municipales llegarán sin remordimiento, y su mercadería —su sustento— podría desaparecer sin rastro.