El Bloodhound aspira a cruzar la barrera del sonido, batir el récord del mundo de velocidad terrestre (1.223,657 km/h) y, si fuera posible, rozar las 1.000 millas/h (1.600 km/h). (Foto: AFP)
El Bloodhound aspira a cruzar la barrera del sonido, batir el récord del mundo de velocidad terrestre (1.223,657 km/h) y, si fuera posible, rozar las 1.000 millas/h (1.600 km/h). (Foto: AFP)
/ BEN STANSALL
Agencia AFP

Instintivamente, el silbido que rompe el silencio del desierto lleva a alzar los ojos al cielo. Un avión caza vuela a ras de suelo, a todo gas, levantando una espesa nube de polvo.

En apenas un abrir y cerrar de ojos, una ruidosa flecha cruza de un lado a otro el lago de Hakskeenpan, sin agua, en el extremo norte del desierto del Kalahari sudafricano.

Pero hay que aceptar los hechos, lo que acaba de pasar por delante de nuestras narices, a la velocidad de una bala, es un automóvil.

Diseñado y construido por un equipo británico, este bólido, llamado -el “sabueso”-, es de lo más puntero. El auto aspira a cruzar la barrera del sonido, batir el récord del mundo de velocidad terrestre (1.223,657 km/h) y, si fuera posible, rozar las 1.000 millas/h (1.600 km/h).

Una estela de polvo sigue flotando por el camino que ha trazado pero, a varios kilómetros de allí, el prototipo ya está parado, con el motor apagado. Tras de sí, sobre la tierra ocre agrietada por el calor, yace el paracaídas que frenó su carrera.

Con el casco en la mano, el piloto sale del fuselaje, feliz por su rendimiento.

“Alcanzamos los 904 km/h”, explica Andy Green. “A primera hora de la mañana, el impulso era bueno, la brisa permitió que el coche siguiera en línea, el paracaídas se desplegó bien. Vamos, el ensayo ideal”.

Rápidamente, llevan el vehículo hasta una amplia tienda climatizada levantada a orillas del antiguo lago.

Diseñado exclusivamente para ser veloz, tiene la forma de un largo tubo blanco coronado por un reactor y de un estabilizador vertical de avión caza, sobre cuatro ruedas de aluminio.

Se trataría de un avión sin alas que representa el gran paso adelante desde que se batiera el primer récord de velocidad por carretera. (Foto: Bloodhound SSC)
Se trataría de un avión sin alas que representa el gran paso adelante desde que se batiera el primer récord de velocidad por carretera. (Foto: Bloodhound SSC)

REACTOR CON RUEDAS

De algún modo, se trataría de un avión sin alas que representa el gran paso adelante desde que se batiera el primer récord de velocidad por carretera, homologado el 18 de diciembre de 1898. Ese día, el francés Gaston de Chasseloup-Laubat puso el motor eléctrico del cacharro que conducía a 63,15 km/h.

“Pueden llamarlo reactor con ruedas pero es mucho más complejo que eso”, declaró el ingeniero encargado de los ensayos, Stuart Edmondson, un tanto molesto.

“Lo que están viendo ahí es una mezcla de Fórmula 1, de avión caza y de vehículo espacial”, describió uno de sus diseñadores, Mark Chapman. “Sigue siendo un auto, con un volante, un pedal acelerador y un pedal de freno”, insistió, “pero un auto capaz de circular a 1.600 km/h”.

Su motor lo coloca definitivamente fuera de la categoría de los coches que rugen en la actualidad en los circuitos.

El Bloodhound está propulsado por el reactor fabricado por Rolls Royce que lleva el Eurofighter Typhoon, el caza de la Royal Air Force (RAF). El Ministerio de Defensa británico cedió tres ejemplares en desuso de estos. “Sin las instrucciones”, bromea uno de los miembros de la tripulación.

Como sus 9 toneladas de impulso no le bastarán para cruzar la barrera del sonido, Mark Chapman y su equipo le añadirán, más tarde, un motor de cohete.

“Iremos 400 km/h más rápido que un Eurofighter a la misma altitud”, declaró, entusiasmado. “El desafío, es la aerodinámica del vehículo. hay que hacer que permanezca en el suelo. No querríamos que se transformara en un avión”.

Nada que pueda asustar a Andy Green, en cualquier caso. Primero, porque este hombre de unos 50 años ostenta, desde 1997, el actual récord mundial de velocidad. Y luego, porque durante mucho tiempo, le habló de tú a tú a las nubes a bordo de un avión caza de la RAF.

Su motor lo coloca definitivamente fuera de la categoría de los coches que rugen en la actualidad en los circuitos. (Foto: Bloodhound SSC)
Su motor lo coloca definitivamente fuera de la categoría de los coches que rugen en la actualidad en los circuitos. (Foto: Bloodhound SSC)

PATINAJE

“La sensación, el entorno y el vehículo son distintos”, afirmó el coronel Green. “Pero las competencias que se requieren para vigilar la velocidad, controlar y tomar decisiones preguntándose si es prudente continuar [...] son las mismas que en un caza”.

La principal dificultad de la tarea radica en mantener el vehículo alineado, tanto en la aceleración como en el frenado.

“A partir de 350 km/, [el auto] empieza a patinar en el suelo”, explicó Andy Green. “Es algo así como conducir un coche normal sobre la nieve compacta”.

A una gran velocidad, un error o un incidente técnico pueden resultar fatales. El pasado agosto, la estadounidense Jessi Combs, murió al volante de un bólido en el desierto de Alvord, en Estados Unidos.

En el Kalahari, de la seguridad del Bloodhound se encarga una mujer, el único miembro femenino del equipo, compuesto además por unos 30 hombres.

Como la controladora aérea que es, Jessica Kinsman se asegura de que nada pueda poner en peligro los ensayos en los 16 km de pista trazados en el desierto. Viento, obstáculos, movimiento de vehículos... nada se le escapa.

“Es como un aeropuerto. Tenemos una pista y, casi, un avión”, dice sonriendo desde su puesto de control. “Y somos nosotros quienes tenemos la última palabra”.

En el taller, un hombre discreto no pierde detalle del trabajo de varios mecánicos en torno a un coche. Su coche, de hecho.

Exjefe de una empresa de fabricación de turbos, Ian Warhurst salvó el proyecto de la ruina hace un año al comprar el "Bloodhound", amenazado con ser vendido por piezas.

El equipo de Bloodhound quiere "inspirar a toda una generación". (Foto: Bloodhound SSC)
El equipo de Bloodhound quiere "inspirar a toda una generación". (Foto: Bloodhound SSC)

VOCACIONES

“Me gasté una suma de siete cifras en libras [...], la próxima fase del proyecto necesitará la misma suma”, consideró el “propietario”, tal y como lo conoce el equipo. “Pero eso no es nada comparado con un presupuesto de Formula 1”.

Cuando le llaman la atención sobre el hecho de que su coche no es muy "ecológico" o al comparar su proyecto con el típico pasatiempos de un millonario ocioso, el joven jubilado se defiende.

“Hay un récord que batir, sería fantástico”, sostuvo Ian Warhurst. “Pero es la aventura lo que importa”.

“Resolveremos los problemas del futuro gracias a los ingenieros que desarrollan nuevas tecnologías para ir más rápido, ser más eficaz, ser neutro en carbono”, agregó. “Así que, si nuestro proyecto logra despertar las vocaciones de ingenieros, habremos cumplido con nuestro papel”.

El éxito de los ensayos de Sudáfrica deberían contribuir a ello, espera, y atraer nuevas inversiones y socios con la cartera llena.

El auto-cohete terminó su campaña alcanzando los 1.010 km/h y en cuanto lo hizo puso rumbo al Reino Unido. Después de que se hayan extraído los terabytes de datos registrados, de equiparlo con un motor-cohete, debería regresar al Kalahari para intentar batir un récord a mediados de 2021.

Andy Green ya sueña con ello. “No existe nada más rápido que el ‘Bloodhound’. Estoy convencido de que batiremos ese récord”.

Puntilloso, Green precisa que él no es el “piloto” del prototipo. “Es un vehículo de cuatro ruedas, así que yo soy el conductor”, afirma. “Si tuviéramos que llamarle piloto”, comenta otro miembro del equipo, “eso significaría que algo habría ido mal...”.

AFP

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