“En el 301 hay una francesa muerta”, alertó un sujeto a la Policía el sábado 27 de julio de 1963. El misterioso caso generó mucha conmoción entre los vecinos y habitantes de Bogotá, pues nadie se explicaba cómo una joven de 24 años yacía desnuda en la cama de su apartamento, ubicado en el barrio Antiguo Country, con un disparo, pero sin arma en la escena. ¿Se llegó a encontrar al culpable? Esto es lo que se sabe.
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El hecho causó revuelo entre vecinos y vecinas de Bogotá, pues nadie pudo explicar cómo una joven de 24 años yacía desnuda en una cama de su departamento en la colonia Antiguo Country, en el lugar. La “francesa muerta” resultó ser Myriam Guerrero Villamizar, perteneciente a una familia con poder. Según los medios de comunicación de esa época, la francesa era sobrina del diputado Jacinto Rómulo Villamizar. Vivió unos meses en la capital tras una acalorada relación con Jairo Mantilla, quién era parte de una familia de distribuidores exclusivos de la marca Phillips en el Norte de Santander.
¿Por qué murió? Los investigadores trataban de descifrar el misterio hasta que se revelaron historias de orgías y fiestas sexuales en ese exclusivo lugar de la capital, donde asistían altas personalidades, según los taquígrafos judiciales.
Myriam no contaba con residencia propia. Vivía en el ahora exclusivo sector de Chapinero gracias al alquiler que le pagaba a Hernán Velazco, un millonario venezolano que había comprado la residencia para cumplir con un requisito judicial.
Nunca se supo cómo Myriam lo conoció y qué la llevó a vivir en ese departamento. Pero todo parece indicar que fue tras inconvenientes con su marido, con quien tenía un hijo. Se estableció allí y se llevó una sorpresa: las llaves del lugar no le pertenecían a ella únicamente; un coronel retirado identificado como Ochoa también tenía copia por ser amigo íntimo del venezolano Velazco.
¿QUÉ OCURRIÓ EN EL 301?
Una vez que Myriam comenzó a vivir allí, la fiesta constante inquietó al resto de los residentes del edificio.
“Según pudieron observar, y también sufrir los vecinos del 301: Las orgías eran frecuentes, con música de disco a altísimo volumen”, relató en su momento Felipe González Toledo, escritor y experiodista de diario EL TIEMPO, en su libro ‘20 crónicas policíacas’.
El descontrol al parecer no solo lo propiciaba la francesa porque, según se conoció, el coronel Ochoa tenía “amigas de variadísima extracción social: desde cabareteras y coperas hasta niveles como el de Myriam”, aseguró González.
Por otro lado, la mujer tiene una relación sentimental con el técnico de televisión y vendedor de seguros Omar Laverde. Sin embargo, la pareja no estaba en su mejor momento.
“Estaba disgustado con Myriam por celos, desde cuando ella en el punto más alto de su crisis económica se fue a vivir al apartamento del venezolano”, dijo Laverde a las autoridades tras ser indagado por la muerte.
LA ESCENA DEL CRIMEN
No está claro cómo le dispararon a Myriam en la sien. Según documentó EL TIEMPO, una persona llamaría a la comisaría de Chapinero y se identificaría como un ladrón.
“Oiga, soy un apartamentero. En el 301 hay una francesa muerta. Nosotros nos robamos el revólver”, aseguró Manuel Araque, quien supuestamente ingresó a la residencia para robar, pero se encontró a la cucuteña sin vida.
Sin embargo, cuando fue detenido e interrogado ante un juez, Araque negó haber entrado, robar un arma y salir por una ventana que daba al corredor del edificio.
Otra versión, escrita por el periodista González Toledo, muestra que el coronel Ochoa llegó al apartamento y trató de abrirlo con su llave, pero la puerta estaba cerrada con una cadena llamada “perro”.
¿CÓMO QUEDÓ EL CASO?
Se encontraron varias botellas de vino, ropa fina desechada, tres cepillos en el baño y otros elementos desorganizados.
Según el libro Crónicas cucuteñas del siglo XX del autor Gerardo Raynaud, un farmacéutico fue golpeado por un envase que contenía “clorhidrato de cocaína”, pero las pruebas de laboratorio determinaron que se trataba de la crema para la piel de Myriam.
Eso sí, los peritos determinaron que falleció entre el miércoles y el viernes de la semana.
Ni crimen pasional, ni homicidio. El hecho del Country o Crimen del 301, en medio de ‘ires y venires’, se cerró bajo la etiqueta de “un extraño caso de suicidio”.
Ya nadie habla de las fiestas que allí se realizaban, de las luminarias que no controlaban el ritmo de la música, de la relación inconexa de Myriam con el venezolano y el coronel retirado, de la amistad de la joven con una dama de tiempos inmemoriales o de la desaparición de un arma.