Tras cuatro años en el Perú, Elbert tenía claro que sería lo que haría al volver a su natal Venezuela. Él quería recuperar el movimiento ‘tuki’, un símbolo cultural cuya base es la música electrónica, silenciada entre 2012 y 2014, cuando la crisis arreció y se llevó por delante todo lo que encontró a su paso.
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Se trata de una subcultura que para muchos está ligada a la delincuencia y el mal gusto, pero para Elbert Tobías, uno de sus máximos exponentes, refleja el arte y la posibilidad de mostrar lo bueno que crece dentro de las zonas marginadas de Venezuela, según explicó a EFE.
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Con esa idea, Elbert dejó atrás la estadística de la Oficina de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) que señala que más de 5,6 millones de venezolanos han emigrado en los últimos años, y reagrupó a los exponentes del movimiento que siguen en el país.
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Aunque tardó casi un año desde su retorno, logró organizar una agenda en la que los colores del barrio, su lenguaje y su estridencia se unieran a la poesía, la declamación y la música clásica para adaptarse a la Venezuela de hoy.
VOLVER SIN ESTIGMAS
Los ‘tukis’ nacieron en el año 2000 y vivieron un gran apogeo en zonas populares hasta que, entre 2012 y 2014, empezó a perder fuerza, cuando los continuos hechos violentos generados en las fiestas del movimiento hicieron mella en la tribu urbana y afianzaron la tesis de que estaba integrado por delincuentes.
Pero Elbert promete cambiar esa visión. Insiste en reivindicar a los ‘tukis’, y para ello se ha propuesto enseñar los pasos de este baile a niños y adolescentes de su barrio, en Caracas, con los que conformó una academia.
En ese espacio, no solo aprenden el ritmo, sino que trabajan por su comunidad, recuperando espacios como canchas o parques, según contó el bailarín a EFE.
En su afán por ver renacer su cultura, Elbert concretó el primer evento para que el movimiento ‘tuki’ volviera a la escena cultural caraqueña. La tarde del 29 de octubre, en un teatro del centro de Caracas, fue como si el tiempo no hubiese pasado para quienes integran esta subcultura urbana.
Ese día, varios muchachos que usaban ropa de colores estridentes, zapatos deportivos, afros y el cabello teñido de amarillo comenzaron a improvisar pasos en el escenario y a demostrar el talento que está más allá de la etiqueta de antisociales con la que han sido tachados.
Tras escuchar el sonido que los convoca en el micrófono, los ‘tukis’ bailaron, proclamaron la cultura y su rescate como banderas del movimiento en la actualidad y se sacudieron el estigma para convertirse en arte.
“Estamos empezando otra vez, con otra noción. La noción del arte y de la cultura, con el buen sentir y el buen vibrar de la música”, sostiene Elbert, luego de confesar que tiene 15 años denominándose ‘tuki’.
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“TODOS SOMOS TUKIS”
Para el bailarín ya no existen demasiadas diferencias en el estilo de los ‘tukis’ y el de quienes prefieren no serlo, pues cree que la cultura se mezcló con nuevos estilos.
“Hoy en día todo el mundo agacha la mirada y se ve y tiene un pantalón tubito (...) incluso es lo que firma (está de moda) hoy”, asegura Elbert.
Por su parte, Luis Alejandro Indriago, conocido como el ‘tuki ilustrado’, representa la mezcla cultural que quiere enarbolar esta generación.
Aunque no sabe bailar, usa sus poemas desde hace más de seis años para mostrar los valores que, asegura, tiene el movimiento y que plasmó en un libro de poesía.
Él se quedó en Venezuela haciendo rimas, mientras la mayoría de sus compañeros abandonaron el país. Pero ahora que llegó la reactivación del movimiento, cree que es una oportunidad de juntar a varias generaciones.
“Ser tuki, más allá de un descalificativo o un prejuicio, va a los orígenes de lo que somos, de nuestras identidad”, declaró a EFE Indriago.
Su primera intervención en el evento de relanzamiento de esta movida cultural la hizo declamando el “manifiesto tuki”, uno de sus poemas que detalla los principios del movimiento que hoy representa.
Sus versos se acompañaron de las melodías de un cuarteto de instrumentos de cuerda y viento tocados por jóvenes músicos.
“Somos los buitres del diccionario, alimentados de pan con mortadela. Somos la vitamina de la calle, aunque vacía este la cartera”, recitó Indriago, mientras los bailarines improvisaban pasos, pero ahora no con la “changa tuki”, sino movidos por el ritmo de los instrumentos musicales.
En el escenario, niños y hombres parecían no tener diferencias cuando inventaban nuevos movimientos para acompañar a los músicos.
Para Elbert, en la actualidad, ya no es posible guiarse por prejuicios. Él cree que en Venezuela “todos somos tukis”.
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