Diego Armando Maradona, más humano que divino, dirige este domingo el primer partido de su vuelta al fútbol argentino (Gimnasia vs. Racing, 9 a.m., transmisión de Fox Sports). Con sobrepeso, 58 años, artrosis pero la lengua intacta, este es el nuevo Diego, un ex futbolista milagroso que hoy es un milagro.
Con 20 kilos de sobrepeso y caminando en una sola pierna, es por lo menos milagroso que alguien pueda ser la cara de Gimnasia.
Todo es un exceso en Maradona, vuelto a la vida, ahora como técnico de Gimnasia y Esgrima de La Plata, el equipo que lo recupera y que sueña –con él– salvarse del descenso. “Dios está en casa”, dijo Pedro Troglio, el ídolo vivo más querido del Lobo, como se le llama a este equipo. Sus goles, sus jugadas, sus maravillas están documentados, felizmente. Había VHS y hoy hay YouTube. Pero este Maradona también es un exceso de males. En 1982, el médico del Barcelona Carlos Besit le diagnosticó hepatitis A. En 1991 dio positivo por doping de cocaína tras un partido con el Bari. En 1994 repitió, tras el recordado Argentina-Nigeria que detonó el “me cortaron las piernas”. En 1997, jugando por Boca, volvió a dar positivo. En el 2000, en Punta del Este, fue hospitalizado por una crisis hipertensiva y un cuadro de arritmia ventricular provocado por su consumo de drogas. En 2004 estuvo internado once días por un problema cardiovascular. En 2005 y en 2015 se practicó un bypass gástrico para controlar la obesidad. En 2007 Maradona se trató por una hepatitis química, aguda y tóxica, que le provocó una inflamación del hígado. En 2018, Diego, que tenía piernas de plastilina y rodillas como bisagras, cojeaba y se veía por Twitter. En Dorados de Sinaloa, su último equipo antes del Lobo, le detectaron artrosis.
Cruel final. Pavarotti sin voz o Ali sin manos no producen la pena de este hombre que desfilaba y ahora no puede ni caminar.
¿Siempre fue así Maradona? Siempre. El problema fue que su vida –toda su vida– fue televisada, en vivo, vía satélite, por la RAI primero –cuando estaba en Nápoles–, en Fox ahora –que tiene micro abierto–. De hecho, su regreso al fútbol argentino es más una jugada de finanzas que una huacha. Es un reality de supervivencia. Según informa Página 12 de Argentina, “Gimnasia tenía 30 mil socios y, del jueves al domingo, sumó tres mil”. Además, ha renegociado los contratos de sponsoría con sus seis anunciantes. Pasaron de 100 acreditaciones de prensa a 1.200.
El fin de semana pasado, El Bosque, la cancha de Gimnasia, recibió la visita de 25 mil personas, que fueron a ver su primer entrenamiento. “Gimnasia no lo tenía en sus planes, está casi descendido. Pero ha sido conmovedor ver lo que genera el mito Maradona. Es la idea de ‘él eligió vestir nuestros colores’”, le dijo a Somos Diego Borinsky, ex director de El Gráfico y autor de Gallardo monumental. Un reality de supervivencia en el que Maradona balbucea.
-EL HUMANO QUE VIMOS-
Acaso la primera vez que fue realmente humano fue en el aquel partido contra Perú por la Eliminatoria de 1985. La marca de Luis Reyna se gestó así. La noche anterior a ese Perú-Argentina, Reyna no pudo dormir. En el Country Club, donde la selección concentró durante las Eliminatorias para el Mundial de México, hubo un matrimonio. Decisiones, de Rubén Blades, era el hit. También se tomaron decisiones fuera de esa pista.
El viernes previo, después de la práctica en el Circolo Sportivo Italiano, Roberto Chale confirmó lo que había planeado: Reyna debía ser el hombre que acabara con la leyenda de Maradona. En la pichanga había disfrazado a Julio César Uribe de Diego y la marca de Luis fue impecable. Chale, ex mundialista con Perú y recordado en Argentina por el célebre partido en la Bombonera, se acercó a ‘Cachete’ –su otro alias–, le pasó el brazo por encima del hombro y le dijo, como si fuera un alumno de primaria y él, el nuevo profesor:
—¿Has visto los partidos de la NBA, cómo se persiguen? Igualito. Eso quiero que hagas.
Luis Reyna era muy obediente.
¿Quién iba a marcar a Maradona en lugar de Reyna? Jorge Olaechea. La obsesión de Chale en las Eliminatorias lo obligó a ver, junto con su comando técnico, imágenes del partido de Argentina con Venezuela y Colombia y había detectado que ambas selecciones decidieron marca personal contra el ‘Diez’. No era novedad. Era lógica. “Chale me dijo que Argentina dependía de Maradona”, recordó Luis Reyna en 2008 para El Comercio. El detalle era que tanto en San Cristóbal como en Bogotá los hombres encargados de perseguir al genio lo superaban en talla y esa condición los volvía vulnerables ante su gambeta.
“Necesitaba que alguien lo mirara a los ojos todo el partido. Que lo intimidara”, dice Chale ahora. La semana previa, en la concentración en el Country, la gran duda entonces fue quién lo hacía. Por un lado estaba Olaechea, un defensor duro desde las inferiores; por otro, ‘Cachete’, un muchacho silencioso de 25 años que entendía mejor el juego. Un futbolista, más que un cancerbero. El sacrificado cumplía, además, otros requisitos. Formaba parte del grupo de los ‘tranquilos’, jugadores de perfil bajo, 25 años en promedio, serios. Pero es probable que lo convencieran, finalmente, los 171 centímetros del volante de la ‘U’. Chale, hombre astuto si los hay, no lo pensó dos veces: con esa altura sería imposible que ‘Cachete’ no pudiera mirar de frente a los ojos a su presa, adivinar a dónde va e intuir qué pretende. Psicología. —Juegas un partido aparte. O mejor dicho, no lo juegas tú y no lo juega él.
Roberto Chale dice que Luis Reyna lo miró con esa atención con que, en misa, los fieles atienden a los pastores. //
-EL DATO-
Gimnasia y Racing juegan este domingo por la Superliga Argentina 2019. Transmite Fox Sports desde las 9 a.m.