Alguien se va a robar a mi hija. ¿Estoy loca? Alguien va a entrar a mi casa y no se va llevar la laptop, la tele, la plata en el cajón, ni las pocas joyas guardadas en un cofre viejo. Va a entrar, se va a llevar a mi hija mientras dormimos y no me voy a dar cuenta hasta que despierte.
Abro los ojos, estoy sudando y busco a mi hija desesperada después de tremenda pesadilla. Y me doy cuenta que no es solo un mal sueño, sino un mal pensamiento que me acompaña casi a diario: Alguien se quiere robar a mi hija.
La paranoia que sentí cuando Victoria no tenía ni tres meses fue espantosa. Paseando por el parque me preguntaba si podría agarrar a patadas al secuestrador que, según yo, me iba a encontrar en la esquina; me cuestionaba qué tan rápido podría sacarla del carseat si un psicópata rompía la ventana del carro. Cuando ella dormía la iba a ver cada dos minutos para asegurarme que seguía allí por más que lo único que sabía hacer era: cagar, mamar y mirar el techo.
La veía dormir desde mi celular en el cuarto de al lado, y si la niña suspiraba la buscaba (no corría por vergüenza) a verla sin pensar que los humanos suspiran, se mueven, respiran, viven. Me estaba volviendo loca. Pero la verdad es que no es fácil desligarse de alguien que ha estado dentro de ti por tanto tiempo. Si me cuesta dejar a mi perra en la veterinaria ¿cómo no me iba a costar enfrentarme a la idea de mi hija afuera en el mundo?
Lo bonito es que no estaba sola. Una amiga dejó de ir a un matrimonio en Casuarinas porque temía que un halcón se lleve a su bebé; otra puso cámaras extra en la casa porque –”de todas maneras”- alguien iba a treparse al cuarto piso y llevarse a su tercera hija. Una mañana, otra amiga, al no escuchar a su hijo despertando le gritó a su esposo que alguien se lo había robado y otra, una tarde, decidió cambiar de nana porque la veía muy flaca como para enfrentarse a ladrones en la calle.
¿Estamos locas? Quizás. No les pasa a todas, pero a la mayoría. Y no importa si es tu primer hijo o el quinto. Las hormonas no discriminan, solo atacan, invaden y te convierten en esa mujer que ya no parece humana, sino bestia. Alerta, paranoica, vidente de los malos acontecimientos, quien prevé lo irracional.
Con el tiempo la tensión se disipa y vas soltando. Con el tiempo recuerdas que el mundo es peligroso para todos y no solo para tu hijo. Con el tiempo te das cuenta que te veías hasta un tanto ridícula y te ríes. Te ríes de lo que pensabas, de lo que creías, de lo que estabas convencida. Pero en el fondo sabes que esa bestia solo se ha dormido; que estás preparada para agarrar a patadas quien sea. ¿Locas? Quizás, pero de las buenas.
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