Hace algunos años, cuando no existía la palabra streaming y no había que tener tres vidas para ver todas las series que se producen para la televisión, un sujeto de pelo engominado, casaca de cuero y pinta de James Dean hacía reír a millones de hogares alrededor del mundo.
Se llamaba Arthur Fonzarelli, pero era conocido como Fonzie o El Fonz. Era el amigo rebelde de Richie Cunningham, el adolescente pecoso, hijo de una familia de clase media estadounidense, en los rocanroleros años cincuenta. En cada capítulo de “Días felices”, Richie, interpretado por Ron Howard, relataba sus peripecias diarias, las cuales solían reducirse a sus vanos intentos por enamorar a la chica más linda de su colegio.
Al principio Fonzie casi no hablaba. Vestía una inocua casaca celeste y solo aparecía mientras arreglaba su motocicleta o en el baño de Arnold’s. Fue en ese espacio reducido, a donde Richie y sus amigos Potsie y Ralph iban a evacuar sus penas, en que Fonzie cimentó su protagonismo. Luego de darles un consejo que remecía sus vidas de palomillas de ventana, El Fonz daba unos pasos hacia el espejo y antes de acomodar su engrasada cabellera, se miraba por unos segundos. Ahí, solazado, abría sus brazos como si quisiera darse un abrazo y extendía sus pulgares hacia arriba.
- ¡Heyyyyyyyyyyyyyyyyy!
El gesto del matoncito de buen corazón enamoró a la teleaudiencia entre los setenta y los ochenta. Fonzie se convirtió en un ícono y catapultó hasta los cielos a Henry Winkler, el hombre que le daba vida –ahora sí- con su inconfundible chamarra negra. “Días felices” duró 11 temporadas, tuvo varios spin offs (“Mork y Mindy”, “Laverne y Shirley”, “Joanie ama a Chachi”). Pero al terminar la serie, la carrera de Winkler se estancó.
Buscó otros rumbos. Se hizo director, escribió guiones y literatura infantil. En los noventas se convirtió en un secundario habitual de las películas de Adam Sandler, mientras Howard construía una carrera como director de cine hasta llevarse un Óscar a casa (“Una mente brillante”).
A los 72 años, las luces han vuelto a iluminar el rostro de Winkler. “Este discurso lo escribí hace 42 años”, dijo el lunes, tras recibir el Emmy, recordando que como El Fonz nunca tuvo un reconocimiento así. Los millennials casi no lo conocen. Quizás alguno lo recuerde por “Click” o como el fracasado entrenador de “The Waterboy”. Pero en este nuevo mundo gobernado por reinas, zombis y dragones, siempre habrá un lugar para el único hombre sobre la tierra capaz de mirarse al espejo, dibujar una leve sonrisa, levantar el pulgar y lanzar su inconfundible: ¡Heyyyyyyyyyyyyyyyyy!