"Llámalo amor, si quieres", por Renato Cisneros. (Ilustración: Nadia Santos)
"Llámalo amor, si quieres", por Renato Cisneros. (Ilustración: Nadia Santos)
Renato Cisneros

Desde que en diciembre del 2017 se realizara el sorteo para el , los peruanos venimos pensando más de lo que nunca habíamos pensado en Francia, Dinamarca y Australia. Seis meses más tarde, lo que nos une a esos países ya no es solamente la coincidencia en el Grupo C de la Copa del Mundo ni las especulaciones acerca de cómo quedarán ubicados los equipos al cabo de la primera fase.  

La intervención de los capitanes de esas selecciones en el caso de cambió las cosas. Luego de que el francés Hugo Lloris, el australiano Mile Jedinak y el danés Simon Kjaer firmaran una petición ante la pidiendo “justicia” y “clemencia urgente” para el capitán peruano –gesto de fair play sin precedentes, clave para la decisión final del tribunal federal suizo de suspender la sanción a nuestro capitán–, los adversarios pasaron a ser nuestros aliados. El mensaje implícito en el pronunciamiento era algo así como “esto no trata solamente de fútbol”.  

Ya antes había quedado claro que el Mundial excedía lo futbolístico cuando, a través de las redes sociales de la federación peruana, se difundió el video ‘Estamos de vuelta’, conmovedor material que buscaba ‘presentar’ a la selección y mostrarles a Francia, Dinamarca y Australia nuestra riqueza pluricultural, una síntesis de las tragedias sociales recientes, así como imágenes ilustrativas del espíritu de superación de que estamos hechos los peruanos de toda raza y condición.  

La federación francesa contestó casi de inmediato diciendo: ‘Querida , ¡es un honor compartido! Ya estamos esperando que nos encontremos en el campo el 21 de junio durante la Copa del Mundo. Hasta pronto’.  

Similar fue la reacción de los directivos australianos. ‘Querida selección de Perú, sabemos cómo se sienten ustedes. Esperamos 32 años para regresar al Mundial en 2006. Nos vemos en Rusia’, respondieron, adjuntando el video del último penal de la definición del repechaje entre Australia y Uruguay en Sidney, en el 2005.  

Finalmente, Dinamarca viralizó un video tan o más emotivo donde, además del caluroso saludo de varios jugadores en masticado español, se aprecia a un coro de sopranos entonando el himno nacional danés en versión dedicada al Perú, hablando de la “hermosa tierra” que somos y de las “muchas ganas” con que nos esperan.  

Si por un lado tantas afectuosas señales de reciprocidad conmueven, por otro invitan a la medición en áreas distintas a la futbolística. Y siendo que en los últimos años los peruanos venimos arrastrando la violencia de género como uno de nuestros problemas más difíciles de erradicar, tal vez cabría preguntarse qué han hecho para combatirla Francia, Dinamarca y Australia. De acuerdo con el informe 2017 del Global Gender Gap, del Foro Económico Mundial –que evalúa a 144 países en su progreso hacia la paridad de género–, Francia ocupa el puesto 11; Dinamarca, el 14; Australia, el 35; y Perú, el 48. Solo en materia de logros educativos para hombres y mujeres, perdemos por goleada: Francia, Dinamarca y Australia comparten el primer lugar, mientras que Perú naufraga en el puesto 82.  

Es muy estimulante que pensemos que podemos dejar a Dinamarca fuera de los octavos de final de Rusia, pero sería igual de beneficioso si tratásemos de superarla en otros campos, reto complicado si pensamos que se trata del mejor país para hacer negocios, según Forbes; el líder mundial en energía eólica; una de las naciones más felices del planeta, según el Informe Mundial de la Felicidad; y el mejor país del mundo para vivir si eres mujer, según el ránking de US News, que también destaca a Australia en esa evaluación.  

En la cancha, desde luego, estas cosas no interesan ni influyen, pero ya que nos hemos lanzado a contarles a franceses, daneses y australianos quiénes somos y de dónde venimos, y ya que se ha generado entre ellos y nosotros esta súbita ola de cariño y complicidad, dediquémonos siquiera un minuto a mirarnos en el espejo de su progreso. Podríamos ganar algo más que un partido. Un mejor país, por ejemplo. 

Esta columna fue publicada el 09 de junio del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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