(Foto: El Comercio)
lucho quequezana
Pedro Suárez Vértiz

Lo intentó Uchpa, lo intenté yo, lo intentó Gian Marco. Todos –en ese orden– hicimos fusión andina con la intención de poner de moda la música vernacular en el mundo. Pero solo obtuvimos éxitos para nosotros. Los cumbiamberos del oriente o los huaineros seguían ocultos internacionalmente. El grupo Bareto avanzó más. Consiguió meter la cumbia selvática en el público que desconocía este género. Pero lo que hizo el multinstrumentista nacional en la inauguración y clausura de los Panamericanos sí que fue histórico.

Quequezana mostró al planeta entero nuestros géneros musicales más oriundos y populares, en una ceremonia de nivel mainstream universal. Solo equivalente a ver al Chato Grados en la inauguración de un Mundial. Pero esto no fue un golpe de suerte. Lucho viene hace años promoviendo a charangueros, cajoneros, zampoñeros, etc. en televisión. Igual que lo hizo Gastón Acurio con los que venden ceviche en carretilla o cau cau en los mercados, hasta volverlos comida de cinco tenedores en el mundo.

Lucho nació y creció en el Rímac. Cuando tenía cinco años, su madre lo metió en clases de flauta dulce pero su profesora no parecía ser la mejor tutora. Lucho no pudo tocar ni una nota de manera fluida. Creyó que la música no era lo suyo. A los once años se mudó junto a su familia a Huancayo por el asma de su hermano, y es ahí donde descubrió por primera vez que podía hacer sonar algo. Este instrumento fue una zampoña.

Lucho y su familia regresaron a Lima y a los 13 años decidió empezar a componer con su primera banda del colegio: Kuntur Wasi. Ya acabada la secundaria, Lucho les contó a sus padres sobre sus planes de ser músico, pero ellos se opusieron rotundamente. Así que terminó estudiando Comunicaciones, lo cual él considera que le ayudó bastante, pues el cine pontenció su manera de narrar en imágenes su música instrumental.

Escuchaba soundtracks de películas y rock progresivo, y seguía en la onda del folclore pero no tenía dónde tocar estos nuevos sonidos que estaba creando. Entonces le nació la idea de querer expandir los sonidos peruanos a través del mundo, y es así como postula a una beca de la Unesco –la cual gana– para que le financien un proyecto que consistía en recopilar diferentes compositores del globo para influenciarlos con música peruana y crear una banda internacional.

Este conglomerado fue simplemente un éxito. Llegaron a trabajar hasta con el Circo del Sol. Con estas noticias, Lucho saca su disco, Kuntur, que fue el más vendido en el país durante tres años. Luego se le presentó la oportunidad de hacer un programa de televisión dirigido no solo a músicos, sino a cualquier persona que quisiera disfrutar de la música. El programa tuvo gran aceptación del público y el nombre de Lucho Quequezana se hizo más conocido.

Hace un año, la empresa de los Juegos Panamericanos Lima 2019 contactó a Lucho para que fuera el director y compositor oficial del evento. Sin pensarlo dos veces, Lucho aceptó. “Me lanzé a la piscina”, dice él. El reto fue más grande de lo previsto, pues había que componer la música del conteo regresivo, las fanfarrias para los momentos protocolares, el fondo musical de cuando llevan la bandera de un punto a otro, etc.

La emoción y la adrenalina permitieron que Lucho pueda componer la mayor cantidad de música, como nunca antes. Tres horas de musicalización cronometrada, hasta con décimas de segundos, y trabajadas a la perfección.

Lucho cuenta que primero debía crear las composiciones para que sobre la base de ellas se pudieran programar luces, coreografías, visuales, movimientos de cámara, etc. El reto fue doble, pues también debía hacerlo en la clausura y el tiempo jugaba en contra. Lucho tuvo una gira en Canadá semanas antes de los Juegos y escribió allá todo, entre ciudad y ciudad, con guitarra y piano sobre las piernas en el asiento del bus.

Finalmente, como él dice: “Logramos una nueva mirada hacia nosotros”. Gracias, querido Lucho. //

Contenido sugerido

Contenido GEC