"Hace algunos años se me dio la costumbre de leerme la carta astral. Me dijeron muchas cosas que hasta ahora tengo grabadas". La columna de Lorena Salmón- (Ilustración: Nadia Santos)
"Hace algunos años se me dio la costumbre de leerme la carta astral. Me dijeron muchas cosas que hasta ahora tengo grabadas". La columna de Lorena Salmón- (Ilustración: Nadia Santos)
Lorena Salmón

Sin duda alguna, el reto más grande que me ha tocado hasta el momento es ser mamá. He tenido etapas donde me sentía abrumada por todo lo relacionado a ese rol y existen otras donde me siento más cómoda y en calma. Hay momentos en los que pierdo los papeles; y otros en los que hay conciencia y reconocimiento: los padres y las madres también somos humanos y la vamos a fregar. Una y otra vez.

Mis hijos están grandes: Horacio ha cumplido catorce años con brackets, modulaciones en su voz y algunos granitos. Antonia tiene once y hace algunos días asistió a su primera fiesta del año. La temática era ‘neón’, es decir, la decoración brillaba. Bailó divertidaza. No estoy segura si les exijo mucho porque la mayoría de veces lo único que escucho de ellos son quejas. Y yo, la verdad, no entiendo mucho a los chicos de ahora. “Todos somos así, mamá. No tienes idea de en qué estamos”. Plop.

Es un momento complejo para ponerles límites a chicos, que tienen por todos lados pantallas. Ellos hacen tareas en la computadora y ahí pueden hallar estímulos y contenido quizá no sea apto aún para su mente. A mí me cuesta guiarlos, hacerles entender el peligro de estar todo el tiempo conectados. Lo que se están perdiendo en aprender otras cosas, como tocar un instrumento, practicar otro deporte, leer un buen libro. Eso les enerva. Solo hay resistencia. Me pregunto si realmente entienden mi mensaje o solo me dan la contra porque es lo que en su papel de hijos les corresponde.

Y no dan su brazo a torcer.

Quitarles Internet es como cortarles un brazo.

El aburrimiento es peor que la soledad.

La desconexión de la virtualidad, un hoyo negro.

El otro día me quejaba con una amiga. Ella me dijo: “Ya estás como los chicos de ahora, quejándose sin hacerse responsables de nada y sin valorar lo que tienen”. Touché. “Porque –continuó– así son todos los chibolos, tienen de todo y solo se quejan y quieren más. Nunca son responsables de sus cosas”. Me provocaba interrumpirla para decirle que así también hemos crecido algunos. No haciéndonos responsables de quiénes somos. Muchos, ni siquiera sabiendo quiénes somos.

Yo no quiero criar hijos así y siento una presión grande por ayudarlos a armar una autoestima valiosa que les permita convertirse en personas que sepan lo que es bueno para ellos y lo que no. Cómo cuidarse, qué permitirse, hacia dónde no ir. Pero también sé que por más que quiera ayudarlos, inspirarlos, formarlos, guiarlos, ellos son y serán lo que elijan ser.

Hace algunos años se me dio la costumbre de leerme la carta astral. En ella hay una suerte de proyección de tus características principales en conducta, reacciones, emociones, hábitos; es una descripción muy detallada de tu persona. Cuando me leyeron la mía, quedé fascinada y pedí que hicieran lo mismo con mis hijos. Me dijeron muchas cosas que hasta ahora tengo grabadas. Horacio será un gran líder, la gente lo buscará para que los ayude a resolver sus problemas. Y Antonia sería madre, viviría la mayor parte del tiempo fuera. Tengo grabadas esas lecturas en un CD. ¿Las cartas astrales tendrán garantías...?

Por lo pronto, la pasión de Horacio es acumular cuánto dato acerca de fútbol se esté generando en el momento. Lo sabe todo de todo: liga francesa, la Premier, la liga española, los nuevos jales, las edades de los debutantes, de dónde vinieron, qué casas tienen (las ve por Google Maps). Saber de fútbol: ahí radica su pasión. También disfruta mucho jugándolo. Antonia, en cambio, lee, escribe, dibuja, crea logos, diseña, juega con los colores de una manera especial y maravillosa.

Quizás no debería preocuparme por ellos y debería dejar mis expectativas personales (¿ninguno quiere aprender a tocar violín o hablar francés?) de lado y confiar en que estoy haciendo las cosas con mi corazón, criándolos con amor, y con la paciencia necesaria para entender que cada uno va a su paso y que cada quien se descubrirá a su propio tiempo. //

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