Dice el filósofo puertorriqueño Tito el Bambino que el amor es como una luz que se esparce por el alma. A partir de ahí elabora: El amor te ciega. Aunque a veces te engaña, el amor es pureza si es que a alguien tu amas. Estas virtudes inasibles del más sublime de los sentimientos convierten a quien lo experimenta en alguien crédulo, benevolente y abnegado. Aclaremos que estos estados del alma no constituyen delito.
Desde hace doce días el señor Mark Vito Villanella pernocta en la vía pública al interior de una carpa que ya debe oler a tigre. No tiene otra ingesta alimenticia que no sea la del líquido elemento, esa sustancia que ustedes los no periodistas llaman agua. Vito asegura que hace este sacrificio por amor a su esposa Keiko, que cumple sentencia de 36 meses de prisión preventiva en el penal de mujeres de Chorrillos. Pero a la gente, que es tan cruel y despiadada, le cuesta aceptar la veracidad de esta ofrenda sentimental traducida en campamento.
El sustento de esta huelga de hambre se ha visto seriamente afectado por las nuevas revelaciones de aportes a su esposa. Nunca se declaró ese dinero. Tampoco se ganó la elección. Lo que hace de esos (hasta ahora) 4 millones de dólares la alternativa al humalismo más cara e ineficiente de la historia. Además, por ostentosa y polarizante, puede haber ayudado victimizando la candidatura de aquél que como presidente acabó siendo llamado Cosito. Así las cosas, ¿qué hace Mark en una carpa aparte de ofrecerse voluntariamente como protagonista de memes?
La historia de amor de Keiko y Mark, según la versión declarada por ellos mismos, es más bien simpática. Ella bajaba las escaleras de la Columbia Business School cuando ambos se cruzaron de casualidad. Keiko estaba con su hermana Sachi. Qué churro, le comentó Keiko a Sachi.
Mark se dió cuenta y buscó la conversación. Perdido en la sonrisa de la que ya había sido primera dama del Perú pues su madre había sido desalojada de palacio diez años atrás, Mark se ofreció a ayudarla en su inscripción. Las hermanas salieron en busca de un taxi al que Mark intentó subir. Sachi se impuso. Mark llamó a otro vehículo y dijo: Siga ese taxi.
Los tres acabaron en un café. Siguiendo su impulso y dribleando a Sachi, el norteamericano le pidió el teléfono. Lo apuntó en su mano. Sachi le reprochó a su hermana que le diera su número a un desconocido. No te va a llamar. Keiko creyó: Te apuesto que sí.
Ella estaba tan segura de que llamaría que al día siguiente se puso a cocinar temprano. Mientras, Mark descubría que él último número de ese teléfono se le había borrado. Empezó a llamar a todas las combinaciones posible. A las 3 pm llegó la llamada. El pretendiente se apareció con una botella de vino y un ramo de rosas rojas. Al terminar la cena Mark se levantó y se ofreció a lavar los platos. A la hermana le cambió la cara. Keiko tenía 28 años, un año más que él. La cena, un asado con puré.
La respuesta a cómo se gana la vida Mark Vitto se inscribe dentro de misterios como el significado de las Líneas de Nazca o La Mujer vampiro de Barranco. Pero esto no debería menoscabar la honestidad de sus afectos. Si fuera posible aislar esta situación del caso judicial el escenario se reduciría a un esposo y padre durmiendo en la calle y sin comer pidiendo justicia. Un drama y un sacrificio. Pero no es posible hacer ese experimento. Hay demasiados millones pendientes de una explicación y aún más de una decena de testimonios por escuchar. La cifra final de aportes podría acabar ridiculizando el resultado de la última Teletón.
Tal vez el señor Vito bien haría en ir en busca de un lomo saltado ya mismo.