Francis Albert Sinatra, hijo de inmigrantes italianos, llegó al mundo un 12 de diciembre de 1915 en Nueva Jersey. Falleció en 1998, con 82 años, tras sufrir un paro cardíaco. (Foto: Getty Images)
Francis Albert Sinatra, hijo de inmigrantes italianos, llegó al mundo un 12 de diciembre de 1915 en Nueva Jersey. Falleció en 1998, con 82 años, tras sufrir un paro cardíaco. (Foto: Getty Images)
Enrique Sánchez Hernani

Su solo apelativo intimidaba. Tal era el reconocimiento que obtuvo
en la música que dos palabras eran suficientes para identificarlo: ‘La Voz’. Razones no faltaban. Su leyenda indica que durante sus primeras grabaciones llegó a alcanzar un rango
de tenor, aunque el resto de su carrera fue un pulcro barítono que, como Bing Crosby, podía llegar a bajos profundos. Sus discos
−casi 1.300 canciones grabadas− son un legado. Su estilo, muy próximo a una conversación, movía fibras profundas. Antes de
conocer el estrellato, Sinatra había cantado en bares, vendido diarios, había sido camorrista y hasta recadero.No fue hasta fines de los años 30 que Harry James, el trompetista de Benny Goodman, lo descubriera. A partir de entonces cantó en las orquestas de James
y Tommy Dorsey, grabó para la Columbia y conoció al mismo Crosby, quien, se dice, le pulió el estilo. 

Pronto sería una personalidad. Obtuvo un papel en el filme De aquí a la eternidad y con él un Óscar en 1954. Para los años 60 ya era una estrella absoluta. Dio decenas de conciertos (incluso uno en el Maracaná de Brasil en los 80) y en salas como el Carnegie Hall le tuvieron abiertas las puertas siempre. Magnas personalidades disputaban su amistad, como John F. Kennedy, pero también
mafiosos como Lucky Luciano. Sin embargo, primero estaba la música. Y algunas otras distracciones.

Primero las damas
Los avatares de su vida personal fueron regidos por la tempestad. Frank contrajo matrimonio cuatro veces. La primera fue con Nancy
Barbato, a la que se unió a los 24 años, en 1939. Ya con trazas de ídolo, inició una sucesión de escandalosos escarceos amorosos. Tuvo relaciones con actrices como Marilyn Maxwell, Lana Turner y Ava Gardner, con quien se casó en 1951, pero por desavenencias se separaron en 1957. Sus amoríos fueron escándalo constante en los diarios. Mantuvo aventuras con damas como Judy Garland, Lauren Bacall, Kim Novak o Marilyn Monroe. También con Raffaella Carrà.
En 1966 se unió, en fugaz matrimonio, con la joven Mia Farrow, entonces de 19 años. Su última esposa sería Bárbara Marx, ex mujer de Zeppo Marx, con la que se enlazó en 1976. 

Para Julio Hevia, psicoanalista y profesor de la Universidad de Lima, esta predisposición de Sinatra a las conquistas marcaba una línea tácita “entre su éxito y su condición donjuanesca. Por más de una razón, Sinatra se había constituido en un personaje estelar, tipo rey Midas, pues lo que tocaba adquiría más valor. En ese sentido, las mujeres operaban como trofeos, validaban su éxito social, su impacto. Él resulta un amante del amor, un enamorado del amor que genera”.

Los biógrafos de Sinatra han dado señas de sus preferencias y ardides. Le gustaban las mujeres elegantes e inteligentes, y siempre se fijaba
en sus manos. Abominaba de las que usaban mucho perfume, de las que se maquillaban en exceso o las que fumaban todo el día. 

Aunque cueste creerlo, de alguna manera era conservador, pues no le gustaba la tendencia de la moda femenina de la época que las llevaba a descubrirse excesivamente ni las faldas demasiado cortas. En cuanto a sus técnicas de seducción, regalaba con frecuencia rosas de tallo  largo, brazaletes y collares. A Mia Farrow le entregó una pistola con
cacha de perlas; a Ava Gardner le construyó un baño en la selva africana mientras filmaban Mogambo. Nunca le gustó cantarles en privado, pero sí tarareaba en voz baja o recitaba versos. Era amable y muy cortés. En cuanto al sexo, Marlene Dietrich dijo que él era “el Mercedes- Benz de los hombres”. 

Bien a la tela 
En otro de los campos en los que Frank Sinatra impuso toda una  corriente fue en el vestir. El cantante usaba sombreros en todas las estaciones del año. O bien los fabricados por Cavanaugh, de fieltros negros y grises, o palmettos porosos y de paja, para el clima cálido.
Cuando pasaron de moda, los abandonó. Yirko Sivirich, prestigioso diseñador peruano de ropa masculina, dice que los sombreros de Sinatra eran “parte de su estilo personal y tan elegantes como todo
lo que él usaba”.

Pulcro al extremo, el cantante se cambiaba de terno dos veces al día (en los años 60 confesó que tenía más de 150). Siempre estaba ajustándose el saco, alineando la corbata, revisando los gemelos y quitándose las pelusas. Abrillantaba los zapatos eternamente, tanto así que antes de salir a cantar los pasaba debajo de los sofás del camerino. Usaba prendas de color rosa, lavanda, lila y anaranjado;
también chompas, trajes de baño, camisas deportivas y camisas de tela oxford anaranjadas, su color favorito. Según Sivirich, esto no era algo común en la época. “Sin embargo −sostiene−, su preferencia
hacia esos colores era más una cuestión de gustos personales, pero cuidaba mucho cuándo y en qué prendas usarlos”. 

Sus corbatas eran conservadoras. Solo usaba las de seda, en patrones mudos o con rayas. Después lanzó su propia línea, con figuras geométricas y basadas en pinturas suyas, abstractas y de colores neutros. A esto, Sivirich le atribuye “una connotación clásica de elegancia”. Al cantante no le gustaban los ternos de color café ni los zapatos de ese tono para la noche: ahí tocaba usar negro o gris oscuro. De día, prefería los azules o, nuevamente, los grises. 

Para Sivirich, parte del estilo de Sinatra era “ser fiel seguidor de las normas tradicionales del vestir masculino, por lo que es comprensible su preferencia hacia las corbatas conservadoras”. Las camisas de Frank eran de telas de rayón, mohair y piel de tiburón sin brillo. Además, le gustaba lucir los puños de las camisas. Tenía claro que su estilo era parte de la personalidad que él había construido. 

A su salud
Capítulo aparte en su vida merece el licor. Sinatra era un gran
bebedor, aficionado en especial al Jack Daniel’s, que tomaba con tres o cuatro cubos de hielo y agua. “Es una bebida de caballeros”, 
decía. Usaba vasos old fashioned y le gustaba hacer sonar los hielos. En otra época bebió vodka, Stolichnaya, en las rocas. A veces le exprimía medio limón a su vaso “para fortificarlo”. Las cosas simples. 

Para Javier Carvallo, gerente general del bar Olé de San Isidro, la predilección de ‘La Voz’ siempre fueron los licores muy finos. “Sinatra también era un tomador del cóctel manhattan, que se prepara con este bourbon”, refiere. Beberlo con hielo era una elección suya, pues se suele tomar puro. 

También se le antojaban martinis por la tarde, antes o después de la cena, nunca durante ella. Los tomaba perfectamente secos y en copas heladas, con vodka o ginebra, una gota de vermouth y dos aceitunas. El vino tinto fue otro de sus preferidos, francés o italiano y de 
preferencia el Mouton Rothschild, el Gaja o el Margaux. No le gustaba el blanco. Tampoco bebía champagne; solo un sorbo para complacer a las mujeres. A su manera. 

Este artículo fue publicado el 12 de diciembre del 2015 en la edición impresa de la revista Somos.

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