C Torres (Foto: Fidel Carrillo)
Consuelo Torres
Oscar García

Este martes por la tarde, en el quinto piso del hospital Edgardo Rebagliati, falleció la reconocida luchadora social Consuelo Torres (100), conocida por muchos como "la Madre de los Cerros", por el intenso trabajo que desempeñó durante décadas en las zonas más pobres de El Agustino, en Lima.

Cuando en ese lugar solo había "oscuridad y niebla" y era el destino de miles de migrantes andinos, según contaba, fundó en 1957 el primer Club de Madres del país, un modelo de auto gestión y asistencia que después se replicó como una base importante de la ayuda social en el resto del Perú.

También fue una de las promotoras originales del programa Taza de Leche, después llamado Vaso de Leche. Todas esas labores, así como la de articular un sistema de médicos solidarios para ayudar a quienes no podían costear su salud, le valieron infinidad de reconocimientos y medallas de diversas partes del mundo. 

Torres, tres veces nominadas al Premio Príncipe de Asturias, cayó en los últimos días víctima de una neumonía que lamentablemente no pudo librar. Hace solo dos semanas, había presentado un libro en el que se cuenta parte de su agitada vida, dedicada a la lucha política y al servicio de los pobres.

La señora Consuelo, una aprista de viejo cuño, peleó en su juventud por el voto femenino y hasta conoció prisión en Trujillo, entre otras anécdotas que solo detallan la intensidad de sus luchas, su fortaleza y el apasionamiento que dedicó a todos sus proyectos de vida.  

En febrero de este año, Consuelo Torres le concedió una breve nota a Somos, la última que dio a un medio, para un reportaje sobre adultos mayores de más de cien años. Ella, que una vez dijo "la edad no nos aplasta, lo que nos puede devastar es perder la memoria”, demostró estar lúcida aquella vez, en la salita de su casa en San Juan de Lurigancho. Ahí pudimos conocer la enorme cantidad de premios y de reconocimientos, diplomas y más que fue acumulando por su trabajo, al punto que su hogar parecía un museo. Tenía saludos de Papas y presidentes, medallas del Congreso y de organismos internacionales.

Esa vez, Doña Consuelo dio prueba de una memoria excelente, al punto que se animó a recitar versos completos de Gustavo Adolfo Becquer para deleitar a los visitantes. La dejemos sentada en su silla, dando pequeños sorbos a un vaso con Inca Kola, serena aunque con un dolor en las manos, propio de su edad, que ya no padecerá más. Descanse en paz, Doña Consuelo.

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