EL QUEDADO ESPECIAL. Los que no vamos a la Copa.
La historia del fútbol peruano es, en ocasiones, demasiado exquisita: se evoca a Chumpitaz por su sobrenaturalidad, a Meléndez por su elegancia, a Reynoso por haber estado tan a la altura. Todos los que vienen luego están destinados a pasar por ese filtro, como si el fútbol fuera necesariamente una fábrica de robots y como si aprender del deporte no dependiera, también, del talento natural, el profesor de menores o la calle donde se pistea. Esta nota también es un mea culpa: los periodistas soñamos con que todas las promesas lleguen y se hagan póster. Y olvidamos que hay casos, como el de Alexander Callens Asín (Callao, 29 años) que hace rato han cumplido sus metas pero uno ni cuenta.
Para eso sirve, también, la selección: para probar a los buenos. Su uso no es sencillo y carga una serie de condiciones que hacen —a veces— muy fácil el ingreso de una pieza nueva —el caso Lapadula— o muy difícil —el caso Ruidíaz—. Callens es de los primeros, desde Sub 20. Esperó 12 meses para volver a jugar un partido oficial con la selección, y toda su vida para ser titular del equipo adulto en una Copa América. Jugó los 90 minutos contra la Colombia de Duván, Borja y Muriel, tuvo dos intervenciones que evitaron goles y su seriedad invita a pensar que la selección ganó un central más. Lo hizo, además, sin enojarse y casi sin dar entrevistas que dejen falsos titulares. Lo hizo desde construir una carrera en silencio, opacado por los flashes de otros futbolistas más mediáticos en el puesto, y desde hacer lo único que pide Ricardo Gareca como requisito para estar: jugar al más alto nivel posible.
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Desde que se fue del Boys en 2011 para ir a España (30 partidos, un gol), confirmado por un tuit del mejor de todos Daniel Peredo, lo único que hizo fue eso, jugar. En la filial de la Real Sociedad completó 86 partidos e hizo 5 goles. En Numancia le fue parecido (39 y 3 tantos), pero fue en la MLS, en el New York City, donde se ha ganado un sitio con su perfil de atleta: talla ideal para un central (1.87cm), impecable estado físico y una experiencia más que útil en el soccer de los Estados Unidos, que todavía hoy se mira con recelo por decenas de ociosos con megabytes: en los entrenamientos marcaba a David Villa y en los partidos oficiales debía chocar con Zlatan Ibrahimovic.
Quienes hacemos origami nunca tendremos la espalda de un boxeador. Ni sabremos lo que intimida. Es otra nuestra disciplina. Un breve recorrido por la biografía de Alexander Callens vuelve, de todas formas, a su barrio, San Judas Tadeo en el Callao, donde el primer deporte que encontró para salvarse la vida fue el boxeo. Tenía diez, once años, y se iba con sus amigos a los bajos del viejo estadio Telmo Carbajo para aprender una de las primeras lecciones que se memorizan en la Mar Brava: estar en guardia permanente. El box le heredó el rigor y aunque él quería ser delantero, llevarse a todos como en los Supercampeones, más que un futbolista su familia había ganado un atleta. El paso siguiente fue el Sport Boys, que era como estar en la esquina con sus amigos. De la misma forma en que casi nadie aplaudió su debut en Primera, le salió una chance para ir al extranjero. Luego de eso, se fue a vivir a España.
Primero dar gracias a dios por esta gran oportunidad. Estoy muy feliz de poder representar a mi país !!!🇵🇪
— alexander (@Alexcallens06) June 10, 2021
I’d like to thank God for this great opportunity . I’m very happy and proud to represent my country !!!🇵🇪 pic.twitter.com/w2ptkZk9Vf
La personalidad también se educa. Se aprende del líder de un barra brava o de un campeón del mundo como Andrea Pirlo. Tras despedirse del Callao, de sus tardes en la Juventud Rosada, Alexander Callens tuvo la bendición de entrenarse con un hombre que paraliza a una nación con la mirada: Andrea Pirlo. “Tiene ojos en la espalda. Cuando yo recién llegaba (a New York City), solo me decía: ‘Devuélvemela la bola a mí, dame la bola tú nada más. Just give me the ball, just give me the ball...’. Aprendí mucho con él”.
Just give me the ball. La noche del domingo, luego del triunfazo 2-1 de Perú contra Colombia por la Copa América, Alexander Callens lloraba. No de pena, sino como esos niños que se quedaban sin jugar en el barrio cuando ellos solos querían patear la pelota. Just give me the ball. El domingo le tiraron la pelota y le dijeron que juegue. Y Callens solo jugó.
Alexander Callens: el defensor peruano que trabaja en silencio con Pirlo | VIDEO ► https://t.co/4n5JBZAnUj pic.twitter.com/erq3LFXlB1
— Deporte Total (@dt_elcomercio) July 26, 2017
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