Dibujo a carbón de Francis Carruthers Gould, dibujante de fines del siglo XIX e inicios del XX.
Black Mirror
Ana Núñez

Faltaba medio siglo para que los hermanos Lumière presentaran al mundo el cinematógrafo, casi seis décadas para que se inventara la radio, por lo menos 36 años para que se fabricara la primera bombilla eléctrica, y en una república incipiente llamada Perú un hombre ya escribía sobre la posibilidad de viajar en el tiempo. Era el año 1843 y de ese hombre hoy poco rastro queda: se llamaba Julián del Portillo, era periodista y publicó en el diario El Comercio –a modo de cuadernillo y por entregas– una novela que tituló Lima de aquí a cien años. Entre el escepticismo y el desconcierto de los lectores de la época y en un país escaso en tecnología e investigación científica, Del Portillo se convierte así en uno de los precursores de la ciencia ficción, ese fabuloso género tan popular hoy por series como la brutal

Cómo así un peruano de los años mil ochocientos pudo imaginar esta historia con visión futurista es algo difícil de explicar. Pero estudiosos del género, como el también escritor José Güich, no dudan en calificar a Del Portillo como “el padre de la ciencia ficción peruana y hasta mundial”. Su relato es incluso anterior a los de Julio Verne y H. G. Wells.

“Es llamativo que Del Portillo no tenga la fama de Mary Shelley, quien en su obra Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) se anticipa al concepto del hombre artificial al que se da vida en el laboratorio. Si bien su novela no tiene aún la codificación o los tópicos a lo Verne o Wells, es interesante su visión futurista y hay muchos méritos, sobre todo en el proceso imaginativo”, dice Güich.

Un poco más adelante en la historia, para fines del siglo XIX e inicios del XX, varios escritores modernistas se interesan en la ciencia y sus posibilidades, pero es en la década del 30 que aparece la figura de Clemente Palma, hijo del autor de Las tradiciones peruanas. Entre la intriga y el delirio, en su novela XYZ Palma imagina la posibilidad de crear una máquina que pueda convertir en seres reales a los personajes de las películas. El protagonista de su novela es el brillante científico norteamericano Rolland Poe (las iniciales del nombre y apellido corresponden a las iniciales del nombre de su padre, Ricardo Palma), quien luego de pasar un tiempo en compañía de algunas estrellas de Hollywood, queda admirado por la capacidad del cine para reproducir a los seres humanos.

Obsesionado en perfeccionar esa reproducción, Poe trabaja un procedimiento que incluye el uso de la radioactividad y que permite hacer réplicas de actrices como Greta Garbo, Joan Crawford y Norma Shearer, entre otras, a partir de las imágenes del celuloide.
“Esta novela constituye una de las mayores piedras de escándalo de la literatura peruana. Ha sido prácticamente borrada de todo estudio o recopilación académica ‘seria’ de nuestra escena literaria”, escribe Daniel Salvo, uno de los mayores promotores del género, en su blog Ciencia Ficción Perú.

Salvo se refiere a la suerte de veto que sufrió Clemente Palma en el circuito literario debido a su pensamiento racista y a las actitudes despreciativas que tuvo con César Vallejo. “Un día se acerca Vallejo con unos poemas para que sean publicados en una de las revistas que editaba Palma, entre ellas Variedades, y hubo una burla pública”, recuerda Güich.

En su blog, sin embargo, Salvo intenta dar un contexto histórico-social a este hecho y refiere que “hasta antes de la Segunda Guerra Mundial casi toda la sociedad peruana era racista, como lo prueba el refrán ‘no hay nada peor que blanco pobre, negro con plata e indio con mando’”.

Por cierto, el poeta peruano “más universal y más humano” también incursionó en la ciencia ficción, término acuñado en 1926 por Hugo Gernsback y que se refiere a la corriente artística que utiliza los postulados de la ciencia para especular sobre ellos y construir ficciones. El cuento de Vallejo se titula “Los Caynas” (1924) y es la historia de un hombre que regresa a su pueblo después de muchos años y encuentra que todos los habitantes, incluida su familia, han sufrido una especie de involución y se han convertido en monos. Según Güich, no sería raro que el francés Pierre Boulle se haya inspirado en el cuento del poeta peruano para escribir su celebrada obra El planeta de los simios.

El hijo del doctor Wolffan (1917), de Manuel A. Bedoya, es otro de los libros fundacionales de la ciencia ficción peruana. Lo interesante es que este libro, escrito a fines de la Primera Guerra Mundial, fue descubierto casi un siglo después por el crítico Elton Honores. La historia de Bedoya explora las posibilidades de crear vida artificial al servicio de la industria de la guerra. “Bedoya es un adelantado a su época. En su libro ya habla de células madre, a pesar de que este es un descubrimiento muy posterior”, comenta Güich. En la línea de Frankenstein, en el desenlace, la creación se revela contra el amo.
Algunos exponentes de la Generación del 50, como Héctor Velarde y Eugenio Alarco, también incursionaron en este tópico. Y un poco más tarde lo hizo José Adolph, uno de los más importante autores de ciencia ficción de nuestro país. En 1969, Adolph publica El retorno de Aladino, un libro de cuentos que son de lo mejor que se ha escrito en el género. Finalmente, desde los años 80 y en adelante, hemos tenido autores como Carlos Herrera, Enrique Prochazka, José Donayre, Alexis Iparraguirre y Carlos Saldívar, entre otros. Últimamente, Juan Manuel Robles ha incursionado en el género con su libro No somos cazafantasmas.

El escritor José Donayre afirma que si bien series como Black Mirror han servido como catalizadores para acercar la ciencia ficción a la gente, la gran matriz del género fue primero la literatura y también el cómic. Por cierto, para Donayre, todo lo que hoy muestra Black Mirror está a la vuelta de la esquina. Basta recordar las acusaciones de espionaje contra Huawei. //

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