Supe siempre fue un balneario de artistas. Frecuentaban el lugar el dramaturgo y periodista Sebastián Salazar Bondy y el poeta Emilio Adolfo Westphalen. También, todavía chibolos, Blanca Varela y Fernando de Szyszlo, quienes caían a la casa de las hermanas Celia y Alicia Bustamante, el epicentro de esta bohemia. Celia fue la primera esposa de José María Arguedas.
De Blanca Varela es conocida la anécdota de que a su primer poemario lo quiso titular “Puerto Supe”, pero el mexicano Octavio Paz no estaba de acuerdo. “Pero ese puerto existe”, insistió Varela y Paz retrucó: “Allí está tu título”.
En cambio, no es tan conocido el hecho de que Arguedas también tuvo la intención de crear una ficción literaria basándose en Supe. En una entrevista realizada por Raúl Vargas en 1965, Arguedas confiesa que está escribiendo una novela: “Harina Mundo”, que trataba sobre la transformación que había sufrido Supe, lugar donde había ido a veranear durante 22 años. El paraíso de la paz se convirtió en el ‘paraíso’ de la industria con la consiguiente descomposición social, según Arguedas.
Finalmente, con la misma idea, cambió el escenario a Chimbote, con su obra póstuma El zorro de arriba y el zorro de abajo.
Y es verdad, la playa de Puerto Supe perdió su encanto y serenidad de botes a vela para convertirse en un rincón decadente e insalubre, aunque sobreviven casitas tradicionales y un malecón decente.
Pero si Arguedas viviera, seguro que se habría enamorado de La Isla, ubicada al sur de Puerto Supe. Yo volvía después de dos décadas y la playa mantiene su misma prestancia. Lo más sorprendente es que en pleno verano tan poca gente acuda a esta maravilla marina.
La playa es espaciosa, cóncava, de arena fina, limpia, y con un mar sereno, para disfrutarlo en familia. No hay casas, apenas unos temporales restaurantes de ramada que ofrecen cebiche y mariscos.
Pero lo que nos hace desviar la mirada es la isla conocida como El Faraón, apenas a un palmo de la orilla. El nombre proviene de su peculiar topografía, que semeja dos pirámides.
En compañía de Jesica y Ricardo nos acercamos a la isla, pero el único que accedió a ella fue Ricardo, que tuvo la pana de regresar fumando un cigarro. Nos contó que en la parte posterior de El Faraón hay boquerones y formaciones rocosas llenas de vida, entre ellas centenares de aves.
En ese momento imaginé a la notable pintora Tilsa Tsuchiya, oriunda de esta localidad, buscando inspiración para sus trazos en este mar y sus diferentes universos.//