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Ana Núñez

En agosto de 1979, cuando Liliana Mayo terminaba sus estudios de Psicología, la enviaron a hacer su internado en la especialidad de educación especial. Así, Liliana se encuentró por primera vez frente a personas con habilidades diferentes (autismo, síndrome de Down, parálisis cerebral o cualquier problema en el desarrollo de la parte cognitiva). Lo triste del asunto fue que los especialistas de aquellos tiempos le dijeron que por ellos, en realidad, no había nada que hacer. Que nunca podrían aprender.

Liliana no se quedó satisfecha con aquella sentencia y se puso a investigar. Leyendo muchos libros descubrió que en realidad esos niños a los que hasta entonces se trataba como pequeños animalitos, sí tenían la esperanza de vivir dignamente, como cualquier otra persona. Un día se preguntó cuántos niños habría en el Perú como aquellos que había conocido durante su internado, así que se fue con un amigo a recorrer las zonas periféricas de Lima. Lo que encontró la dejó marcada para toda la vida. “Esa vez vi niños en jaulas, vi niños amarrados en los techos y, después de eso, recordé las palabras de Gandhi: haz el cambio que tú quieres ver. Como me crie con padres que me educaron en el servicio, en ese momento me dije: esta va a ser mi causa, mi misión, mi pasión y mi todo”, recuerda.

Así, en el garaje de la casa de los padres de la joven psicóloga, con carpetas y sillas donadas y con apenas ocho niños, comienza a funcionar el , hoy reconocida institución que durante 40 años ha demostrado que las personas con habilidades diferentes pueden ser independientes, productivas y felices si hay un trabajo conjunto entre la familia y los especialistas.

“Hace 40 años, estas personas no tenían ninguna expectativa de vida. Los tenían ahí, amarrados, escondidos, y siempre te decían ‘no hay ninguna esperanza’. Eso es lo que a mí me fastidiaba: cómo le podías decir a una madre que para su hijo no había ninguna esperanza. Yo recuerdo que entonces sacábamos a los niños a la calle y la gente se cruzaba a la otra vereda, como si tuvieran una enfermedad contagiosa. Felizmente, en estos años ha habido un gran cambio y los medios de comunicación han ayudado a formar conciencia de que ellos también son personas y pueden lograr muchísimas cosas”, comenta Mayo, fundadora y directora ejecutiva de Ann Sullivan.

Ann Sullivan tiene hoy 400 alumnos con habilidades diferentes (las familias de los alumnos también reciben clases) y el 50 por ciento de ellos cuenta con algún tipo de beca, de acuerdo con sus posibilidades económicos. Para poder seguir apoyando a estos chicos, el centro organiza dos actividades al año. La primera de ellas será un almuerzo, el sábado 8 de junio en Huaca Pucllana (General Borgoño cdra. 8, Miraflores). Quien desee colaborar puede enviar un mensaje a asistente7@annsullivanperu.org o llamar a los teléfonos: 980308788 o 998700993. //

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