Esta serie es un trabajo fotográfico desde mi aislamiento social después de que el gobierno peruano decretara cuarentena y toque de queda para evitar que el COVID-19 se propague en el país.
Mi instinto de fotodocumentalista me decía que era una buena oportunidad para recorrer Lima y registrar este nuevo escenario de pandemia mundial que se presentó inopinadamente, sin benevolencia, pero me vi forzado a confinarme en mi casa y a salir lo menos posible por pertenecer al grupo vulnerable a este virus: soy diabético.
Replegarme de todo esa dinámica social que todavía tercamente se mantiene en las calles hace que mi familia se sienta más tranquila. Antes de correr a comprar papel higiénico al supermercado lo primero que hice fue ir a la farmacia para arrasar con las cajas de metformina (100 tabletas) de 850 mg con el 2021 como fecha de vencimiento.
Ahora mi radio de acción como fotógrafo es todo ese perímetro íntimo- espacial llamado hogar; los bajos y los altos son mi campo de batalla, también mi trinchera. Salgo solo lo necesario. El uso de mascarilla ya no es exclusivo solo para ir al mercado, ahora es parte de mi look personal.
Soy nuevo en mi barrio, los vecinos ni saben que existo. Los edificios aledaños y las casas de enfrente son ahora mi paisaje cotidiano. Mi tiro de cámara se ha ampliado, son 180 grados de perspectiva para este fisgón que no se cansa de esperar que suceda algo sorprendente desde mi ventana, azotea o balcón. Hay días que no pasa nada.
La frecuencia de mis salidas cada vez más se está reduciendo. Ver crecer el número de contagiados y fallecidos por el virus insufla miedo, los noticieros y las redes sociales alimenta mi paranoia. Este virus a germinado en la sociedad micro fronteras donde solo es atravesado por miradas furtivas, recelosas, normado por el metro de distancia social.
Visualizar el horizonte para saber que pasará mas adelante no es fácil, este virus con corona entra sin pedir permiso a nuestras casas y penetra inmisericordemente nuestro sistema inmunológico si no estás bien protegido. No conocemos su rostro pero si sus consecuencias. Nos espera semanas, meses duros, pero mientras tanto un poco de introspección no hace daño, al contrario, ya era hora de conversar un poquito con nosotros mismos, de escanearnos, de reformatearnos, mirarnos a los ojos con nuestros seres queridos, de prender esas luces que ha permanecido apagado en nuestro inconsciente durante tanto tiempo por culpa de esa vorágine llamado tiempo que hacia que viviéramos en modo automático. Era tiempo de parar, es nuestra curva personal. //