Paolo Guerrero (Delantero) tendrá el dorsal número 9. Nació el 1 de enero de 1984. Mide 1.84 cm y pesa 88 kilos. (Foto: USI)
Paolo Guerrero (Delantero) tendrá el dorsal número 9. Nació el 1 de enero de 1984. Mide 1.84 cm y pesa 88 kilos. (Foto: USI)
Carlos Salas Abusada

El término se aplica seguido en la NBA. Se le llama jugador-franquicia al deportista símbolo de una marca, a la pieza que, además de representar los valores de la institución, pone la cara en el marketeo del club, pero, ante todo, pone el pecho en los momentos determinantes. Si faltan 3,3 segundos para que termine el juego y el equipo tiene la última pelota, es muy probable que sea el jugador-franquicia el que cargue con la responsabilidad de intentar el tiro feliz.

Hay mil pantallazos de Jordan decidiendo por los Bulls, de Ewing haciéndolo por los Knicks o de Barkley levantando a toda la arena de los Suns con un triple. Si futbolizamos el ejemplo, hay, también, escenas de Forlán pateando el penal que clasificó a Uruguay al 2010 o de Messi rescatando a Argentina en la primera fase de Brasil 2014. En ese tiempo límite, en esa hora final que separa hombres de machos, donde todos se miran nerviosos no sabiendo qué hacer, es que aparece el jugador-franquicia. Es un contrato casi tácito entre la gente y el star. Llega la jugada, llega ese momento Kodack y todos los ojos apuntan a él. Nunca a otro.

Pensaba en esa figura mientras repasaba la campaña peruana y el rol de en ella. No desconozco el trabajo colectivo ni la estrategia del técnico ni la gestión dirigencial, pero sin la consolidación de un jugador de ese rango en el plantel, capaz de rescatar a Perú en los momentos más complejos, estar en Rusia habría sido imposible. Los goles de Paolo no fueron el tercero de un 5-2 o el segundo de un 2-0. No. Fueron goles de salvación, hechos por un jugador de un temperamento por encima del promedio, dueño de una virtud para lo teatral que lo hace crecerse ante los focos de TV que otros rehuyen.

Para más señas, Paolo Guerrero apareció cuando estábamos 0-2 con Venezuela en Lima, cuando estábamos 1-2 con los mismos llaneros de visita, cuando Argentina nos tenía 1-0 y cuando Uruguay también nos aventajaba en Lima. Además hizo el 3-4 con Chile (que a la larga podría habernos hecho pasarlos en diferencia de gol) y, cómo olvidarlo, tomó la pelota en el tiro libre de antología ante Colombia.

Clases de liderazgo

No es lo mismo un líder que un gritón con coraje. Ergo, no es igual Chumpitaz que Chemo. En los 90/2000 tuvimos abundancia de futbolistas habilidosos, pero no de gente con real ascendencia. El mediático Wally, el fino Martínez, el oportuno Palacios, el veloz Rivera. El Coyote era una bala, no un líder. Su hermano es de otra estirpe. Cuando apareció en Bayern, pensé que caería velozmente derrotado por la sombra implacable de Pizarro. No fue así. Guerrero ganó espacio gradualmente, fortaleciendo su prédica en los grupos al tiempo que se volvía fiable desde el gol. Sobre todo en selección. Era como si la camiseta le quedase pintada. Jugaba ahí mejor que nadie. Y aglutinaba desde el prestigio de sus tantos no desde el brillo de sus frases. El Coyote solo ejercía en la cancha. Paolo no. Es influyente de corto y de buzo. Para unos y para otros.

La construcción de la mejor versión del jugador-franquicia suele darse paso a paso. Es complejo que de rookie alguien asuma tanta presión. El gran Paolo, por tanto, no se vio ni cuando debutó con Autuori (2003) ni cuando se consolidó con Ternero (2005) ni más adelante con Chemo (2009). Tuvo que llegar a la base tres y liberarse totalmente del factor Pizarro para explotar como crack global. Markarián tuvo un indicio de lo que podía pasar cuando Guerrero cargó con Perú en la copa 2011, pero no se animó a darle las llaves del equipo por encima de Pizarro. Gareca sí lo hizo. Favorecido o no por la falta de continuidad de Claudio en Alemania, el Richard tocó la tecla justo a tiempo. El Paolo que vimos entre el 2016 y 2017 era el símbolo cabal que todo colectivo necesita para coronar una aspiración. Entre el 82 y hoy nadie lideró y goleó en momentos top. Nadie en el 90. Nadie en el 94. Nadie en el 2001. Nadie en el 2010. Nadie en el 2014.

Las clasificaciones -verdaderas batallas de estos tiempos- se ganan con jugadores de fútbol, pero también con personajes curtidos capaces de extender su influencia en los instantes más necesarios. Por eso, a horas del debut, me conmueven las gambetas de Cueva, la velocidad de Advíncula, el 'paren las orejas' que le dedican a Flores, pero nada me emociona más que ver a Paolo ejerciendo de Paolo. Es decir, del jugador-franquicia al que un equipo le confiaría la vida en la última pelota.

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