Jorge Chávez Noriega

En el momento más duro de la pandemia, Kipi llegó para salvar del olvido a 60 niños de siete escuelas que se asientan en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro. Allí donde el Estado prácticamente no tiene presencia —según un reciente reporte de Devida, el se ha consolidado como la principal región productora de clorhidrato de cocaína, al concentrar el 37,6% de los cultivos del país—, una pequeña androide hecha a base de material reciclado y chatarra electrónica está sembrando esperanza.

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Kipi funciona gracias al procesador de una vieja laptop que opera en su cabeza, pero lleva en su corazón la vocación para enseñar del maestro Walter Velásquez Godoy. “La educación es un arma poderosa para transformar la vida de las personas”, nos dice Velásquez. “Cuando hay voluntad de hacer las cosas, no existen barreras”, añade.

Conoce en esta nota la historia de cómo fue creada la niña robot Kipi y cómo ha ayudado a las comunidades más aisladas del país a tener acceso a la educación (Foto: Agencia EFE)
Conoce en esta nota la historia de cómo fue creada la niña robot Kipi y cómo ha ayudado a las comunidades más aisladas del país a tener acceso a la educación (Foto: Agencia EFE)

En un inicio, la robot viajaba todos los días a bordo de un burro hasta las comunidades más alejadas del distrito de Colcabamba, en Huancavelica. Con una peculiar voz metálica, estaba programada para retransmitir las grabaciones de los programas radiales de “Aprendo en casa” en quechua y asháninka. Y no solo eso: podía contar cuentos, recitar poemas e, incluso, entablar conversaciones básicas.

“Hoy, Kipi es un ecosistema”, explica Velásquez, tres años después de haber puesto en marcha su iniciativa. Además de contar con siete prototipos repartidos en distintos puntos del Vraem, este maestro rural ha desarrollado una aplicación móvil en donde se puede acceder a material educativo para tomar clases de forma continua. “Al funcionar con energía solar, la idea es que Kipi pueda llegar principalmente a aquellos lugares sin señal de Internet”, comenta.

Walter Velásquez, docente de secundaria, ideó a Kipi en su laboratorio en el colegio Santiago Antúnez de Mayolo. (Foto: Yerson Collave)
Walter Velásquez, docente de secundaria, ideó a Kipi en su laboratorio en el colegio Santiago Antúnez de Mayolo. (Foto: Yerson Collave)

Debido a esta noble labor, fue reconocido con el galardón Esteban Campodónico 2023, que busca estimular a personas e instituciones por su aporte a la sociedad. “No era algo que esperábamos”, confiesa este profesor de Física, Química y Tecnología, quien tiene planeado seguir promoviendo proyectos desde su pequeño laboratorio en el colegio Santiago Antúnez de Mayolo. //

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