Mario Salas reconoció que Alianza Lima fue superior en el segundo tiempo. (USI)
Mario Salas reconoció que Alianza Lima fue superior en el segundo tiempo. (USI)
Miguel Villegas

Sin la pirotecnia de otros ni discursos para Nobel, llegó tres días antes de la Navidad del 2017 para resolver algo que no se veía en desde Sampaoli: crisis y KO. El club modelo, la institución saludable, había echado a su técnico en menos de 6 meses y así, un año al tacho. Había que trabajar antes que declarar, mirar antes que gritar y escuchar antes que imponer. En esa tarea, primeros días de enero, Mario Salas tomó las primeras decisiones: le devolvió el puesto natural a Cazulo, insistió con los fichajes de Merlo y Herrera y –quizá lo más importante– recuperó el ánimo de tres futbolistas que hoy son emblema del campeón. Revoredo, Calcaterra y Costa.

El primero volvió a ser el back confiable que puede emigrar, el segundo fue citado a la selección de Gareca y el tercero hizo 26 goles en el año y sin ser '9', los goles del equipo también se recitaban con él.

Y Mario Salas, con ese tono de terapeuta, nunca dijo: "Lo hice yo".

¿Qué vínculo tiene con el famoso “Manual”? ¿Por qué es un equipo tan contundente? De arranque, habría que decir que el campeón nacional 2018 protagoniza. Tiene un menú para atacar que no se compara con ningún otro en el medio: produce chances para ir por fuera, opciones seguras para liquidar y se sabe defender. A partir de esas seguridades, hay apellidos que se hicieron notables en la temporada (Cazulo es una repetición y un ejemplo) o jóvenes insustituibles para los próximos dos años (López o Madrid). Eso sí, más allá de las seguridades del colectivo, sigo creyendo que los campeones necesitan un delantero que los haga ganar. En los 90, por esa misma razón, Cristal daba miedo. No solo por lo que jugaba (fue tricampeón) o producía en la cantera (el Chorri, Maestri, Pablito); también por lo que podía comprar. Si había un pichón emergente del fútbol peruano o un extranjero de números notables, Cristal pagaba. Era el millonario que podía complacer todos sus caprichos. Así, por ejemplo, se llevó a Oblitas de la ‘U’ para hacerlo su técnico, compró a Marquinho cuando era el mejor 10 del país y, desafiando los hinchajes, contrató a Waldir.

Así, por ejemplo, fichó a el extranjero de la temporada, el artillero extraordinario que puede competir en cariño con Bonnet. Y con Herrera, que el domingo marcó el 3-0 a toda potencia, tuvo en su arsenal 40 goles.

Detrás de esto, del equipo que más ganó, menos perdió y el más goleador, se sienta Mario Salas, el técnico chileno que le ha devuelto status de campeón al “El victorioso Comandante”, como lo llamó hace unas semanas Las Últimas Noticias de su país. En el medio, conferencias que son cátedras (por lo pausado y didáctico), modales que se agradecen ahora que tanto foco se hace en los extranjeros (nunca un exceso, ni cuando perdió con el colero Comerciantes o la noche que humilló a Alianza 4-1 en la primera final de Matute) y un trabajo probado (dos títulos en 8 meses y el Descentralizado 2018) que está a punto de terminarse como lógica consecuencia del éxito: Colo Colo está dispuesto a pagar la cláusula de 400 mil dólares y su gran relación con el mánager del Cacique, Marcelo Espina, hacen que la alegría no esté garantizada luego de diciembre.

Porque si, después de tanto tiempo, de once entrenadores en 6 años, tenía una oportunidad para organizar un plan internacional, con un plantel de memoria y hasta 5 jugadores en su nivel máximo de exigencia, era este 2019. Cristal está obligado a ser el rostro peruano en la Copa a partir de trabajo, inversión y paciencia. Así fue en los 90. Si no es este Cristal, no se me ocurre quién.

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