(Foto: Elías Alfageme)
plantas

Conocí a Mayra Collantes (arquitecta, 34 años) en su faceta de artista gráfica. Me pareció una chica talentosa, encantadora, dulce y un poco dark. No me sorprendió, entonces, que muchas de nuestras conversaciones por WhatsApp tuvieran como protagonistas los corazoncitos negros que ella me enviaba como muestra de cariño. Me sorprendió, por el contrario, que un día jubilara los corazones negros y los reemplazara por unos verdes brillantes. Me fijé bien: había cambiado su ID de Instagram. Dejó de ser @may_ct para ser @plantlady_may. ¿Qué me había perdido de la vida de mi amiga? Tal vez no había prestado mucha atención. No me había puesto a pensar lo que significaba para Mayra pasar de tener cero plantas a tener 27 especies distintas a su cuidado.

Significaba algo más que un cambio de ID, sí. Mayra había tenido episodios de ansiedad y bajones que la arrastraban a la cama ni bien salía del trabajo. Aprendió a sobrellevarlos, a veces con más o menos esfuerzo, sin perder la sonrisa. Lola, la gata, era entonces su diaria compañía. “Yo siempre quise criar plantas pero tenía miedo de que murieran”, me cuenta mientras riega su Monstera adansonii (también conocida como pulmón de gato). No era este un deseo caprichoso: su infancia, en Piura, la vivió en una casa con jardines y más de 70 plantas alrededor. Lo suyo, entonces, fue regresar a su lugar seguro.
“Un día le pedí a mi madre que, ya que iba al mercado de Acho a comprar plantas, me trajera un par. Me trajo diez. Me tenía más fe que yo”, dice como quien bromea. Sin saberlo, su madre le había traído la receta de la paz interior.

“En una ciudad tan caótica como Lima, con el estrés del trabajo y el tráfico, saber que me espera un lugar lleno de verdor, de vida que yo misma he creado, alegra mi día. Tener plantas me ha ayudado mucho a lidiar con mi ansiedad y tener una rutina saludable. Ya no llego a casa, me voy a mi cuarto y digo adiós hasta el día siguiente: llego, me siento en la sala a contemplarlas, veo su crecimiento diario, me llenan de paz y tranquilidad. El tiempo que dispongo para su cuidado me ayuda a reconectarme”, dice. Urban Jungle Perú llegaría poco después.

-Comunidad verde-
Las relaciones interpersonales han sufrido –lo sabemos– numerosas y profundas transformaciones gracias a las posibilidades comunicativas que nos da Internet. La formación de comunidades como Urban Jungle Perú es un producto de estas transformaciones cuyo balance es más que positivo. En eso coinciden las fundadoras: Flavia Deza, Mayra Collantes, Paola Palacios, Angela Silva, Stephanny Fukunaga, Mariangela Eráusquin y Alejandra Zamora, quienes se unieron por casualidad, curiosidad y, por supuesto, afición a las plantas.

“Soy una persona muy casera, y tal vez por eso nunca había sido parte de una comunidad con un grado de afinidad tan alto. Cuando empecé a cuidar plantas, pensé que se trataba de una afición solitaria, pues todo lo haces en casa y al principio no tenía con quién conversar, más allá de alguna vecina o de la señora del mercado. Conocer a las chicas y formar un grupo con el cual compartir los mismos intereses me ha ayudado a socializar, pues no solo compartimos nuestras dudas y nuestro conocimientos por redes sociales, sino que nos reunimos para ir a comprar plantitas o insumos, para compartir consejos. Incluso para compartir esquejes de nuestras plantas [fragmentos de plantas separados con finalidad reproductiva]”, cuenta Alejandra Zamora, antropóloga de 30 años que cuida 60 tipos de plantas, entre macetas y suculentas (macetas pequeñas).

Angela Silva, también antropóloga de 29 años, ha hecho de su hogar un bosque. Sus 48 plantas se suman a las 32, aproximadamente, que tiene su compañera de departamento y prefiere no contarlas. Solo disfrutar de lo que significa ser responsable de ellas. “Dicen que cuidar plantas es también cuidar de uno mismo, y vaya que es cierto. La rutina de cuidado de plantas es, en sí, casi terapéutica para mí. Las plantas no te pueden decir lo que necesitan, entonces tienes que aprender a leer su lenguaje corporal, esto implica acercarte, tocar, ver. Todo eso es un ejercicio de paciencia y empatía, así como de una conexión fuerte con la naturaleza. Esto último creo que es algo muy importante dado el contexto en el que vivimos, una ciudad llena de cemento por todos lados, donde los espacios públicos verdes están limitados y casi de adorno. Llegar de la selva de cemento a una pequeña selva de plantas en casa es, para mí, una gran forma de cuidarme”, dice.

Conocer a las chicas de Urban Jungle Perú es entender que criar una planta no es cosa sencilla. Se trata de un ser vivo que requiere cuidados particulares. Si usted quiere iniciarse en el mundo de las plantas, se recomienda empezar con especies de cuidado fácil, como la Sansevieria Moonshine, cuyas hojitas largas se adaptan a climas cálidos y de baja humedad. Requiere ser regada cada dos semanas en primavera y verano, cada tres en otoño y una vez por mes en invierno. Se aconseja también abonar el suelo una vez al mes con un fertilizante
mineral.

Luego podrá desbloquear los siguientes niveles de dificultad y tener, tal vez, una Peperomia, una planta de interiores que necesita un rincón luminoso pero sin sol directo, con humedad ambiental alta. Cuando llegue al nivel experto, puede apostar por cuidar una Calathea ornata, una planta que proviene de los bosques tropicales y que no hay que poner al sol, la tierra ha de ser suelta, fértil y con un buen drenaje y la humedad ambiental ha de ser alta.

Si llega hasta aquí, ya puede apuntarse a adquirir macetas biodegradables, termómetros ambientales, guantes especiales, lampas y hasta lámparas LED artificiales.

-Verde y sano-
Aunque ninguna de las integrantes de Urban Jungle Perú –pueden buscar la comunidad en Facebook e Instagram y sumarse a ella– eligió dedicarse a cuidar plantas con fines terapeúticos, encontró en esta afición respuestas que necesitaba. Karla Echazu, terapeuta integral del Centro Bienestar Contigo, explica que es antiguamente conocida la virtud sanadora que tienen las plantas, aunque parezca que la modernidad ha hecho que lo olvidemos. “Cuidar una planta es cuidar un ser vivo, por lo que desarrolla la responsabilidad, pero también la empatía, el preocuparse por el otro, salir de su centro. ¿Eso cómo no va a ser terapéutico?”, dice. Y razón no le falta. //

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