"Inteligencia artificial", por Renato Cisneros. (Ilustración: Nadia Santos)
"Inteligencia artificial", por Renato Cisneros. (Ilustración: Nadia Santos)
Renato Cisneros

Al momento de escribir esta columna, Beteta Inteligente –versión alterna y paródica de la congresista fujimorista Karina Beteta en Twitter– cuenta con más de cuatro mil seguidores. No es difícil vaticinar que dentro de poco superará la popularidad de su modelo original, cuyos persistentes yerros sintácticos y majaderías varias en la red social inspiraron hace una semana este clon electrónico que, por la contundencia de su sarcasmo y la elocuencia de sus recursos verbales, ha despertado inmediata curiosidad. “Somos la misma Karina pero estamos en universos diferentes. No podemos vernos, ocasionaría un paradigma”, explica la Beteta culta, identificada con un nickname ad hoc (@smartbeteta) y una fotografía de su melliza parlamentaria.  

El ejercicio lúdico resulta interesante por varias razones. La primera: su sentido de oportunidad. En estos días tensos en que la sátira política ha puesto al descubierto (o más bien confirmado) la autoritaria inclinación de varios padres de la patria a favor de la censura y el boicot, la Beteta Inteligente reivindica un espíritu provocador que en un ambiente tan empobrecido como el nuestro, más que necesario, es imprescindible. De un tiempo a esta parte, en nombre de una corrección social o moral muy acomodaticia, hemos descuidado la sana costumbre de reírnos de nuestras desgracias. Y no sé ustedes, pero que nuestros impuestos sirvan para subvencionar el sueldo de una congresista que, además de no producir leyes relevantes, promueve la incultura a mí me parece una desgracia enorme.

Por otro lado, reírse no implica insultar ni limitar el humor a la chabacanería; así, frente al ostensible agotamiento de la retórica racista de la China Tudela, la Beteta Inteligente resuelve la parodia al revés: no degrada al sujeto de crítica, que es lo fácil, lo esperable, lo tradicional, sino que plantea su evolución psicológica. Hace unos días el abogado, docente, ex viceministro de Interculturalidad Iván Lanegra explicó el fenómeno: “Hay políticos tan cínicos y caricaturescos que para hacer sátira o farsa política hay que presentarlos como honestos e inteligentes”. Pese a ello, se sabe que la Beteta real ha protestado por la existencia de su suplantadora: quizá considera ofensiva tanta intelectualidad.  

Junto con la acertada elección del lugar desde el cual enuncia, la Beteta Inteligente opta por la reflexión erudita, pedagógica (“País de violadores es una sinécdoque disfemística que no generaliza, como es obvio para cualquiera con una sindéresis básica”) y propone un idílico universo paralelo donde las penurias políticas son milagrosamente corregidas: “en mi universo, Bienvenido Ramírez es sepulturero. No tiene acceso previo a los enfermos”; “en mi universo los agresores como Juan Mendoza van a la cárcel”; “en mi universo el Congreso está conformado por 130 Alberto de Belaunde”; “en mi universo Alan está en la cárcel desde las coimas de Siragusa”.  

Esta Beteta imaginaria nos recuerda una verdad de la Literatura: los personajes ficticios, cuando son empáticos, cuando cubren una expectativa no satisfecha, cuando encarnan verosímilmente un valor o incluso un antivalor, se vuelven modélicos y cobran vida propia. De ahí, por ejemplo, que se hayan levantado por todo el mundo monumentos para homenajear a criaturas inventadas, como si esas hubiesen existido: el Quijote de Cervantes, el Sherlock Holmes de Conan Doyle, el Hamlet de Shakespeare.

Por todo lo expuesto no queda sino celebrar esta ocurrencia digital que, siendo humorada, es también sanción social. Allá por el periodo 2008-2009, una de las épocas más negligentes del ‘otoronguismo’, nació la campaña ‘adopta un congresista’, que impelía a los ciudadanos a fiscalizar a sus representantes. Funcionó pero a medias: hubo denuncias, pero no castigos. Con ese antecedente, acaso resignados a elegir congresistas sin brillo ni nivel, solo queda someterlos a este experimento y hacer con ellos lo que ellos jamás harán con el Congreso: reinventarlos, mejorarlos, embellecerlos, volverlos entrañables. Como la Beteta Inteligente. 

Esta columna fue publicada el 28 de octubre del 2017 en la revista Somos.

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