Magaly Solier (Ayacucho, 1986) encarna a la migrante peruana en Chile que alcanza a adaptarse y preguntarse si acaso volvería al Perú, pese a que tiene un hijo allá. (Foto: Quijote Films)
Magaly Solier (Ayacucho, 1986) encarna a la migrante peruana en Chile que alcanza a adaptarse y preguntarse si acaso volvería al Perú, pese a que tiene un hijo allá. (Foto: Quijote Films)
Sengo Pérez

La migración como derecho y como vehículo para explorar los caminos de la identidad se resume en , una película chilena que este 5 de setiembre se exhibió en el Festival de Cine de Toronto. es la nana peruana en Santiago que busca responderse una pregunta: ¿volver o no volver?

Lina tiene 35 años. Vive hace una década en Chile, donde trabaja como empleada doméstica. Está preparando su viaje anual a Lima para ver a su hijo de 16. La relación es cada vez más distante y Lina comienza a hacerse preguntas. Las respuestas decidirán el viaje. La historia no es real, pero bien podría serlo. Finalmente, de eso se trata el cine y su ‘magia’: hacer que lo parezca.

La película se estrena el 5 de setiembre en el Festival Internacional de Toronto, Canadá, donde fue seleccionada para la sección Discovery (lo más recomendado en ficción de directores internacionales). Se estrenará en Chile en noviembre y en el 2020 llegará a Lima.

Sobre el largometraje habla en Lima su directora, la chilena María Paz González. Lina de Lima se aleja de la estereotipada imagen del sufriente migrante que solo piensa en el regreso. “Yo quería hacer un documental. Conozco muchas inmigrantes peruanas en Chile y me llamaba la atención cómo se abordaba la migración, la forma de representarla, ese conflicto en torno a la condición social, el sometimiento, un tema de clases superduro donde personas pasaban las miserias más grandes”.

González observó durante mucho tiempo que el conflicto no iba por ahí: eran más bien migrantes a los que les había ido más o menos bien, que habían logrado cierto bienestar, que en términos económicos habían cumplido su objetivo. Sentía en cambio que había personas con una carga emocional muy invisible. “Me encontraba con mujeres a quienes les encantaba estar en Chile, con un mundo de carrete [modismo chileno: pasarla bien], un mundo de fiestas en su espacio, pero que al mismo tiempo llamaban a su casa y se vinculaban con el otro espacio pero de una manera culposa”.

La película sobre un viaje de retorno contiene una pregunta: ¿por qué vine? Se explora la rara sensación de quienes se van con una meta, la logran económicamente pero han perdido mucho en el camino. Que un hijo crezca lejos de su madre, por ejemplo. En una escena de la película, Lina (Magaly Solier) le quiere comprar una camiseta a su hijo y no sabe la talla. Ella habla con él, pero no puede preguntárselo. Tendría que admitir una realidad dura e invisible: no te conozco, me he perdido muchas cosas de ti.

La película revela un quiebre afectivo: una mujer fuerte carga su mochila y se va, pero carga también fragilidades que empiezan a aparecer.

El hijo vive en Lima con la abuela. Lina lo ve una vez al año. Su ex pareja, el padre del adolescente, tiene otra familia. Para ella es un padre ausente. Pero no tanto: hay una vida en paralelo, que ella empieza a descubrir. Tal vez sea ella la que no tiene lugar, ya que no hay razones para volver. Lina ha cumplido su meta, lo está haciendo, pero carga esa culpa, entonces comienzan a pasar cosas absurdas. “Lina es una nana a cargo de una niña de 12 años, Clara, también de padres separados, como ella, y es el ancla que le da estabilidad. Es una persona muy importante en su trabajo. El padre está volviendo a Chile, compra una casa y manda a hacer una piscina. Es una sorpresa para Clara, pero a la niña no le gusta nadar, y el padre cree que sí. Es como ella, que no sabe el talle de su hijo”, continúa la directora.

La música es importante en esta película. En la identidad peruana está tan presente como la comida. “Los peruanos van con su música a otros lados, es un sentimiento muy fuerte. Yo sentía que en la música había una conexión para tratar el mundo interior del personaje, su yo interior, su mundo profundo”.

Los temas son originales, compuestos por Cali Flores y José Manuel Gatica. El dúo Alejandro y María Laura estuvo a cargo de la producción musical. “La presencia peruana en la película es grande, me importaba que no me sintieran como una chilena que viene a contar cómo son los peruanos afuera. El productor Brian Jacobs es peruano; la directora de arte, Susana Torres (trabajó en La teta asustada y en Made in Usa), también. Tengo una fuerte conexión con Perú, valoro mucho su cultura, me interesa mucho, siento que hay una riqueza cultural que envidio profundamente y me encanta, hay admiración. La siento desde que vine chamarileando, a los 18. Aunque el tema del pisco sour es recurrente –sobre todo en los taxis, cuando notan mi acento–, creo que tenemos más cercanías que lejanías”.

Es tu primer largometraje. ¿Por qué Magaly Solier?
Me parece un actriz extraordinaria, tiene una fuerza que viene de un lugar que yo no conozco. Tiene algo icónico, como de una figura andina embellecida exóticamente. Le tenía un poco de miedo a esa figura, pero Magaly ya no es una chica de 17 años, es una mujer, con dos hijos, que se conecta bien con la emoción del personaje, que sale a trabajar constantemente a otros lugares dejando también a sus hijos en casa, así que enganchó muy bien con ese perfil.

¿Cómo fue construir con Magaly una mujer migrante que mira de frente, no oprimida como suele estereotiparse?
Magaly ha sido una escuela. La he visto llorar recordando la emoción de la escena que grabó. Es bien especial, se transforma en el personaje, siente la energía del personaje, se vuelve el personaje. “No me digas Magaly, dime Lina”, me decía. Se sumerge y se convierte, es visceral. Me gusta esa belleza que surge de lo cotidiano, del desgaste de la vida, que se vea una mujer de verdad.

María Paz González desborda entusiasmo y apunta alto. El comienzo en Toronto es un gran presagio. Si el personaje, Lina, regresa a Perú... se verá. //

SOBRE LA PELÍCULA:
Lina de Lima. Es el primer largometraje de ficción de la directora chilena María Paz González (Hija, 2011). Su protagonista es Magaly Solier (La teta asustada, Magallanes), quien interpreta a una mujer que trabaja en Santiago de Chile y ayuda a su hijo en Lima, a la distancia. Producción: Maite Alberdi y Giancarlo Nasi con Quijote Films.

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