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Tatiana Mora
Malena Newton

Cual sonriente sparring, Kina Malpartida recibe golpes en unas manoplas de boxeo que parecen reemplazar a sus cachetes (casi inexistentes). Delgada y con un polo rosa pálido que dice “I need a drink”, ha llegado de improviso al entrenamiento de los chicos de de Alto Perú, asociación sin fines de lucro dirigida por el surfista Diego Villarán. 

Por supuesto, no se ha quedado sentada. Vuelve por sus fueros en el ring sin cuerdas del garaje de la casa de los padres de Villarán en Chorrillos, poniendo así la otra mejilla, la que falta: el corazón. Mientras Tatiana Mora (13) arremete, uno de los aretes colgantes de plata de la campeona mundial –el que tiene forma de personita– se bambolea como un diminuto saco de boxeo. “¡Ese es un buen jab! [golpe recto de boxeo]. ¡Más rápido! ¡Doble jab!”, grita Malpartida. “Discúlpame por ser tan jodida, pero es el golpe más difícil y al que nadie le presta atención”. Tatiana no dice nada. Se limita a mirarla con ojos de puño.

Esto no es guerra
Golpes van, golpes vienen, pero mientras los demás chicos parecen animales en celo (lanzan alaridos y sudan la gota gorda), Kina y Tatiana –que se ha laceado el pelo para la ocasión– parecen de piedra.

Los otros entrenan muay thai (o el ‘arte de los ocho miembros’: puños, codos, rodillas y pies), mientras Kina busca ‘ampliar el repertorio’ de Tatiana con punchs de su especialidad. El objetivo es claro: prepararla para que compita en el Campeonato Mundial Juvenil IFMA (Federación Internacional de Muay Thai Amateur), que se realizará en Tailandia en el mes de agosto.

Según Diego Villarán, hay dos tipos de peleadores: los que son muy buenos técnicamente, pero al primer golpe recio se amilanan; y los ‘guapos’. En cristiano: los que le ponen al mal tiempo buena cara. “Son los que sienten el golpe y te responden con el doble de fuerza. Tatiana es así. No se asusta con nada. Ella ha crecido entre balaceras”, declara. “Yo me he quedado huevón por cómo les pega a chicas mayores. Las hace retroceder.”

Alto Perú, organización que nació en el 2008 para contrarrestar la violencia en el barrio, también ha dado un par de golpes certeros. “Actualmente no hay ninguna pandilla”, asegura Villarán. “A los chicos de la primera promoción los agarré cuando tenían 14 años. Muy tarde… Ninguno de ellos logró salir adelante”. A Tatiana, en cambio, la conoció cuando tenía siete y su tío la llevó a un entrenamiento. Pronto, la niña entabló un vínculo fuerte con el instructor, el campeón sudamericano Víctor Ccanto: cumplen años el mismo día y hoy soplan velas por el mismo sueño.

Se reciben donaciones para que pueda viajar (BCP 193-2158438-0-02).

Lee la nota completa este sábado en la revista Somos. 

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