Si este artículo empezara diciendo que para seguir leyendo tiene que hacer clic al lado de la frase "He leído y acepto las condiciones de uso", probablemente lo haría sin siquiera notar que no hay dónde ver dichas condiciones.
Seguramente lo ha hecho en un sinnúmero de ocasiones al registrarse en sitios web y redes sociales, aunque en esos casos sí podría haber visto los términos del contrato que está firmando.
Si es uno de los pocos que ha al menos intentado leerlos, habrá notado que son considerablemente largos.
En el 2012, asociación de consumidores británica Which? se puso en el trabajo de medir los textos y encontró que, por ejemplo, el de Paypal tenía 36.275 palabras, 6.209 más que "Hamlet" de William Shakespeare. El de Apple iTunes, con 19.972, le ganaba a "Macbeth" por 1.862 palabras.
Para tener una idea de lo que esto significa, dos investigadores de la universidad estadounidense Carnegie Mellon hicieron un cálculo de cuánto le tomaría a un individuo leer todos de los contratos online que le correspondería.
Tomaron la longitud media de documentos de términos y condiciones (T&C) de los principales 75 sitios web, la velocidad de lectura estándar y el promedio de lugares que visita cada estadounidense. Encontraron que a cada persona le habría tomado 76 días laborales leerse todos los términos y condiciones de los sitios que frecuenta.
Y si lo hiciera, encontraría otro problema. Como señala el abogado ficticio protagonista de la novela "Términos y condiciones", de Robert Glancy, "su genialidad reside en el hecho de que son insoportablemente aburridos". Con todo y eso, hay quienes lo hacen. Hugo Roy es uno de ellos.
La mentira
Es el jefe de proyecto de condiciones de uso.
Pero, le preguntó BBC Mundo, ¿leyó él mismo los T&C la primera vez que se registró en una red social antes de aceptarlos?
"Claro que no", contestó riendo. "Yo me inscribí a Facebook más o menos en 2007 y sólo borré mi cuenta en 2010, cuando anunciaron cambios a sus T&C para pasarle información a terceros pues tenían nuevos socios".
Algo así suele añadir un grado más de complicación al tema: una compañía puede asegurar que no usará sus detalles para tal o cual propósito ymás abajo señalar que sí se los pasará a otras compañías, que podría no respetar las mismas normas.
Pero quizás uno de los puntos que más sorprenden, y que a menudo aparecen en esos contratos con los usuarios, es que las compañías pueden cambiar los términos en cualquier momento.
El tema es tan complejo que, "hay que ser un abogado de tiempo completo para entenderlo", en opinión de Roy y "es como firmar una confesión forzada en un idioma extranjero", para Glancy, quien se internó en el oscuro mundo de los T&C para poder escribir su libro.
Derechos torcidos
"El hecho es que esos términos aplican así los hayamos leído o no", subrayó Roy. "Al ser las condiciones que gobiernan nuestros derechos online, más nos vale estar informados: internet permea toda nuestra vida de manera que la mayoría de nuestros derechos fundamentales se ejercen en línea, como la libertad de expresión o privacidad".
Roy disfruta del hecho de que internet le ha permitido disfrutar del primero de los derechos que menciona de una manera sin precedentes, pero rechaza que la otra cara de la moneda sea tener que renunciar al segundo.
"Me agrada poder publicar mis cosas por Twitter o mi blog, pero odio que los sitios estén llenos de rastreadores que violan mi derecho a leer anónimamente, pues sin el derecho a la lectura anónima, la libertad de expresión se reduce: el control de la publicación y lectura le sirve a los intereses de las industrias de publicidad y medios (de las que Google y Facebook hacen parte)".
Cómo vivir sin ellos
No obstante, es difícil saber qué hacer, particularmente cuando ya se han establecido imperios en la red, como Google, Facebook o YouTube, y no hacer parte de ellos es como vivir en el exilio.
"Lo que la gente puede hacer es hablar entre ellos y decir cosas como: 'YouTube tiene unos T&C muy malos pero los de su rival, Dailymotion o Vimeo -por ejemplo-, son mejores'. Si las personas se animan a usar otros servicios, se hace presión para que cambien las cosas".
Sí, pero, siguiendo con el ejemplo, si alguien quiere que millones vean su video, la opción más efectiva es YouTube.
"Ciertamente, YouTube es muy útil porque todo el mundo lo conoce, pero hay muchas formas de evitarlo: se puede hacer una versión corta para YouTube que invite a la gente a ver la completa en otro sitio, por ejemplo. Y es lo mismo para Google: hay muchas otras alternativas".
Finalmente, hay otra línea de presión para que las cosas cambien, según Roy: "los usuarios pueden hablar con sus representantes en los gobiernos pues también está la posibilidad de que se promulguen leyes que nos protejan mejor".