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Era la Navidad de 1998 y Regis McKenna había decidido comprar cinco iMac como regalo para sus nietos. Ya que en aquella época no existían las Apple Store, McKenna junto a su esposa acudieron a un distribuidor para conseguir los ostentosos regalos. Para él no fue ningún problema, total, era el máximo responsable de marketing de Apple.
Cuando llegó el momento, los afortunados nietos quedaron maravillados al abrir los presentes que su abuelo les había obsequiado. Sin embargo, uno de los equipos no funcionaba correctamente.
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¿Qué había pasado? Una de las entradas de las unidades de disco no abría correctamente. Este era un detalle no menor, ya que en aquel momento muchos softwares funcionaban a través de discos, por lo que la falla dejaba prácticamente al equipo inoperativo.
Y aunque de inmediato se comunicaron con el distribuidor, este contestó que no estaba autorizado a cambiar la computadora debido a las políticas de Apple y que una reparación tomaría varias semanas. Sin muchas más opciones delante, McKenna escribió un correo a Steve Jobs y le preguntó sobre esas políticas de cambio y devolución.
No pasaron ni cinco minutos para que el teléfono de los McKenna sonara. El mismo Jobs se estaba comunicando con ellos para saber qué era lo que había pasado. Al enterarse de la situación, el entonces recién repuesto CEO de Apple, le pidió el nombre del distribuidor y le dijo a su gerente de marketing “te llamo luego”, según relató el propio McKenna a Forbes.
Casi al instante, un nuevo distribuidor se comunicó con los afectados y les pidió las disculpas del caso. Además, les ofreció una nueva iMac sin la necesidad de que tengan que devolver el equipo original, simplemente les llegaría una nueva computadora de manera inmediata a casa.
Feliz con la gestión, McKenna escribió a Jobs y le agradeció la atención que había tenido con ellos: le había dado a su familia una Navidad placentera. Con su humor característico, Steve Jobs contestó con un simple “Ho, ho, ho”.
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