Un equipo de científicos de la Universidad de Sydney, en Australia, ha descubierto que una gigantesca explosión ocurrió hace 3,5 millones de años en el centro de la Vía Láctea, cuando los ancestros más antiguos de los humanos ya caminaban por la Tierra, según un estudio publicado en la revista “The Astrophysical Journal”.
"Una explosión masiva de energía y radiación salió directamente del centro galáctico y del material circundante. Esto muestra que el centro de la Vía Láctea es un lugar mucho más dinámico de lo que habíamos pensado anteriormente. Es una suerte que no estemos residiendo ahí”, señala Lisa Kewley, coautora del estudio y directora de Centro ARC de Astrofísica All Sky en 3 Dimensiones (ASTRO 3D).
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Para los autores, liderados por el astrofísico Joss Bland-Hawthorn, este descubrimiento es importante porque es la primera vez que se detecta un estallido de este tipo ocurrido hace "tan poco” tiempo, en términos astronómicos.
Este explosión, llamada bengala Seyfert, fue tan potente que emitió radiación que se expandió a 200.000 años luz de distancia en el espacio profundo. Los “conos de ionización” creados por la ráfaga comenzaron pequeños, cerca del agujero negro supermasivo Sagitario A* del centro de la galaxia, y se expandieron millones de veces a medida que se alejaban.
La llamarada se percibió en la Corriente de Magallanes, un rastro de gas de galaxias enanas cercanas como las Grandes y Pequeñas Nubes de Magallanes.
Los autores señalan que los ancestros humanos que ya caminaban erguidos en África, el Australopithecus afarensis, probablemente vieron la explosión como un destello diez veces más tenue que la Luna llena.
“La bengala debe haber sido un poco como la luz de un faro”, detalló a News Sky Bland-Hawthorn, autor principal del estudio. “Imagina la oscuridad, y luego alguien enciende el faro de un faro por un breve período de tiempo”.
“Estas llamaradas caen por todo el cielo. Incluso podrían venir en nuestra dirección algún día. Pero creo que una vez que llegan a la Tierra, su potencia neta es la misma que la de las ráfagas más poderosas del Sol. Seguro que dañina para los satélites y los caminantes espaciales, pero nuestra atmósfera nos protegería en la Tierra”, indica Bland-Hawthorn a ABC.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores usaron datos del telescopio espacial Hubble y determinaron que la explosión duró unos 300.000 años.
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