Cuando en Egipto se comenzaban a construir las pirámides, los sumerios poblaban Mesopotamia y en la India crecía el comercio, la civilización Caral (3.000 – 1800 a.C.) florecía aislada del mundo en el valle de Supe, en Perú.
Tuvieron que pasar casi cinco milenios para que esta civilización, la más antigua de América, comenzara a revelar sus misterios. Ahora, a 25 años del inicio de los trabajos arqueológicos, aún quedan muchas interrogantes respecto a Caral, cuya influencia se puede rastrear en las diversas culturas andinas, incluso en el imperio Inca.
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“A lo largo de estos 25 años hemos logrados recuperar y registrar 25 sitios arqueológicos en el valle de Supe que pertenecen al proceso civilizatorio de Caral. Todos ellos nos han permitido entender este proceso que inició 3 mil años antes de Cristo, entender la relación de la sociedad y la naturaleza y cómo llegó a su declive”, explica a El Comercio el arqueólogo Plinio Guillén, jefe de campo de la Sede Caral.
Los huesos hablan
Los edificios monumentales, las figurillas de sacerdotes, los instrumentos musicales, etc. ya han revelado mucho sobre la vida en Caral. Sin embargo, hay mucho por explorar.
Los arqueólogos y demás profesionales que laboran en la zona continúan las excavaciones con el objetivo de hallar, entre otras cosas, los cementerios, pues los restos óseos pueden brindar mucha información respecto a la vida de los antiguos habitantes.
“El hallazgo de los cementerios nos permitiría realizar análisis más específicos sobre la población. Si bien la arquitectura y demás restos que ya hemos encontrado nos dan información, los exámenes físicos en los cuerpos nos mostrarán cómo eran físicamente, qué enfermedades tenían y cómo los trabajos que realizaban afectaban sus cuerpos”, explica Guillén.
El científico detalla que los cementerios se están buscando en la Ciudad Sagrada de Caral “y en todos los demás sitios arqueológicos porque no hemos encontrado un área de entierro todavía”.
Los datos que se obtengan de los exámenes de ADN permitirán expandir lo que ya se conoce y confirmar ciertas hipótesis que manejan los arqueólogos sobre la vida de los antiguos peruanos.
Además, otro aspecto en el que están trabajando es el análisis de los alimentos que consumían, para ello realizarán “análisis arqueobiológicos a los corpolitos (heces) para entender un poco más su dieta”.
En el sitio arqueológico de Vichama, que surgió en la última etapa de Caral, se han estudiado por el momentos los edificios principales. “Esperamos investigar más las áreas residenciales y ubicar el cementerio”, detalla a este Diario Tatiana Abad, arqueóloga de la Sede Vichama.
Una sociedad compleja
Desde 1994, los trabajos liderados por la arqueóloga Ruth Shady han permitido entender que esta civilización llegó a tener un complejo sistema de organización y tenían importantes conocimientos de ingeniería, astronomía, arquitectura, etc.
“Debemos reconocer que el mundo andino desarrolló una ciencia desde un principio, y esta ciencia permitió mejores condiciones de vida para la población”, afirma Guillén.
Caral se mantenía a través de la pesca, agricultura y el comercio con poblaciones asentadas en la selva, la sierra y en zonas de los actuales países de Ecuador, Bolivia y probablemente Chile. La guerra, como sucedió en otras culturas milenarias, no fue un elemento que permitió el desarrollo de Caral.
“La región andina se pobló hace más de 12 mil años, pero Caral explica el inicio de la complejización de las sociedades. Su forma de vida muestra un trabajo colectivo que tenía como base la religión, esto le permitió a esta civilización ser exitosa casi por un milenio”, detalla Guillén.
La influencia de Caral en la cultura andina
La organización social y otros elementos culturales de las culturas andinas siguientes provienen de Caral, según las investigaciones del equipo de Shady. Ello obligó a replantear algunos ideas ya establecidas respecto a innovaciones que se creían propias de ellas, como la construcción sismorresistente, los geoglifos, la cooperación comunal, el intercambio comercial a grandes distancias y el registro de información a través de quipus.
“Lograron entender la importancia de construir sus ciudades en zonas que no podían ser afectadas por fenómenos naturales; trabajaban en armonía con la naturaleza, lo cual se mantuvo en las siguientes culturas”, abunda Guillén.
“En Caral tenemos los más antiguos geoglifos, la arquitectura con pirámides escalonadas que respondían muy bien a eventos sísmicos, lluvias, etc. y el más antiguo quipu que demuestra que tenían un manejo estadístico complejo que probablemente se usó en la construcción”, detalla.
También se halló una maqueta en el sitio arqueológico El Molino que “muestra que hubo una planificación en la arquitectura. Buscaban el ordenamiento total del lugar donde vivían", como lo harían después los incas.
“El fin de Caral no es el fin de la cultura andina, sino demuestra que las formas son las que cambian, pero los principios de adaptación al medio y organización continúan”, indica Guillén.
Una lección actual
Los trabajos en Vichama han mostrado que un cambio climático ocurrido hace 1.800 años afectó a todo el valle de Supe, lo cual causó el declive de la civilización Caral. Esto ayuda a entender cómo los cambios climáticos afectaron en el pasado a las poblaciones, una lección que se vuelve actual debido a la situación del planeta, expresa Shady.
La investigadora afirma, además, que la información obtenida en Caral y otros sitios arqueológicos en todo el Perú no solo deben ser “expuestas” en museos. “Conocer la historia es importante para evaluar lo que sucedió en el pasado y decidir los cambios que se requieren en la sociedad actual”.
“Además de la investigación científica, es muy importante que la gente pueda entender la información que estamos recuperando y cómo permitiría esto generar beneficios para la población a través de políticas culturales”, coincide Guillén.
“Debemos recuperar el conocimiento para mejorar las condiciones de vida de la población actual”, finaliza el arqueólogo.
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