Un equipo de científicos halló la clave que explica cómo un cerebro humano de 2.600 años de antigüedad pudo preservarse hasta nuestros días, según un estudio publicado en la revista Journal of the Royal Society Interface.
El hallazgo sorprendió a los arqueólogo en 2008, cuando desenterraron en una aldea de Heslington, Reino Unido, un cráneo de un hombre de entre 26 y 45 años de edad que habría sido decapitado. Cuando revisaron la pieza, esta contenía aún porción de tejido cerebral, un hecho único en la arqueología.
Al igual que otras partes blandas del cuerpo, el tejido cerebral se descompone rápidamente tras la muerte de una persona debido a los elementos ambientales (putrefacción) y a la degradación de proteínas (autoproteolisis).
El caso estudiado por los arqueólogo es importante porque dicha porción del cerebro permaneció casi intacta durante más de dos milenios, incluso conserva los pliegues característicos de la masa encefálica.
La putrefacción inicia tras las 36 horas del fallecimiento y el proceso de esqueletización entre los 5 y 10 años posteriores a la muerte.
Los autores de la investigación aseguran que "la preservación de las proteínas del cerebro humano a temperatura ambiente no debería ser posible durante milenios en la naturaleza libre”.
Durante años estudiaron el cerebro y, gracias a técnicas moleculares, concluyeron que dos proteínas estructurales, que protegen las neuronas y los astrocitos (células de soporte), se encuentran más apretadas en este antiguo cerebro. Esto ayudó en parte a la preservación.
Además, los expertos hallaron evidencia de más de 800 proteínas en la porción de cerebro, incluso algunas estaban en condiciones de poder generar respuesta inmune.
Los científicos creen que el medio donde se encontraba el cerebro, el lodo, también ayudó en su increíble preservación. El sedimento frío, húmedo y de grano fino pudo haber bloqueado el paso del aire necesario para las bacterias que descomponen la carne.
"Los nuevos hallazgos podrían ayudar a los investigadores a recopilar información de proteínas de otros tejidos antiguos de los cuales el ADN no puede recuperarse fácilmente”, afirman los autores.
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