Días antes de que se declare la cuarentena en el país y millones de personas se quedaran en casa, Juan* recibió una noticia que le cambió la vida: tenía VIH y debía iniciar el tratamiento antirretroviral lo más pronto posible.
Era marzo y el Gobierno declaró aislamiento social obligatorio para evitar el avance del COVID-19. Por ello, el joven de 22 años no pudo iniciar el tratamiento que necesitaba. Acudió a clínicas privadas y hospitales de EsSalud y del Ministerio de Salud (Minsa) para iniciar su terapia, pero no tuvo éxito. Ahora recibe antirretrovirales, medicamentos fundamentales para mantenerse saludable, a través de una ONG. Luego de ocho meses, no puede realizarse los exámenes de carga viral y CD4 necesarios para saber su estado de salud.
Juan es parte del grupo aún no contabilizado de pacientes que no logró acceder a tratamiento antirretroviral durante la cuarentena. Y es también parte de la población que más adquiere VIH en el Perú: los varones jóvenes. Según cifras del Centro de Epidemiología Prevención y Control de Enfermedades, casi el 50% de nuevas infecciones por VIH se registraron en varones de entre 20 y 34 años en 2019, una tendencia que se repite en los últimos años.
“Si quisiéramos caracterizar el perfil de una persona con un diagnóstico nuevo de VIH, [diríamos que] es una persona joven, y básicamente un varón. Por eso nuestras intervenciones de prevención se focalizan, además de la población de mujeres trans, en los varones que tienen relaciones sexuales con otros varones”, dice a El Comercio el médico Carlos Benites, director ejecutivo de Prevención y Control de VIH-SIDA del Minsa.
¿A qué se debe?
Los tratamientos antirretrovirales han hecho que hoy una persona que vive con VIH pueda mantenerse saludable y llegue a tener una esperanza de vida similar a la de una persona considerada sana. Pero esto solo sucede si tienen acceso a diagnóstico y tratamiento oportunos, según la Organización Mundial de la Salud. Para ello, es fundamental la adherencia al tratamiento, el cual es gratuito en el Perú.
Para los especialistas, aún hoy existe un sector de la población que no cuenta con información suficiente respecto a la prevención del VIH, pero también hay otro grupo que mantiene prácticas de riesgo, lo cual genera que se presenten nuevos casos principalmente en los jóvenes, que registran tasas bajas de uso de preservativos y acceso a pruebas de VIH, múltiples parejas, etc.
“Para abordar el VIH en los jóvenes, se requiere que tengan acceso a la información y las herramientas necesarias para tomar decisiones saludables y reducir su riesgo de contraer la infección por el VIH, así como para obtener el tratamiento y mantenerse bajo atención médica en caso de tener el VIH”, señalan los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los EE.UU.
Benites asegura que este es un panorama que se repite en todo el mundo y “tiene que ver con muchas variables”, que deben ser investigadas a nivel sociológico en el Perú.
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Menos muertes
Entre otros factores, la mayor variedad de tratamientos y relativa disponibilidad ha ocasionado que en la actualidad el número de muertes en personas que llegaron a la fase más avanzada y peligrosa de la infección del VIH, sida, haya disminuido considerablemente en el Perú: 40% en los últimos 20 años. Sin embargo, aún mueren unos 800 peruanos en promedio cada año debido al infecciones oportunistas relacionadas al sida. Y el Minsa estima que hay 87.000 peruanos que viven con VIH y más de 69.000 se encuentra en tratamiento.
En esa línea, ONUSIDA reconoce que se ha avanzado mucho en la disminución de la mortalidad y cobertura de tratamiento en el mundo, pero advierte los logros alcanzados podrían perderse, afectando principalmente a las poblaciones más vulnerables, lo cual afectaría la meta global de acabar con la epidemia del sida para el 2030.
“Millones de vidas se han salvado y millones de nuevas infecciones por el VIH han sido prevenidas con la ampliación de la terapia antirretroviral. Sin embargo, 690.000 personas murieron de enfermedades relacionadas con el sida el año pasado y 12,6 millones de los 38 millones de personas que viven con el VIH no tuvieron acceso al tratamiento que puede salvar sus vidas”, señala la entidad.
En el caso del Perú, el Minsa espera llegar a la meta del 81% de cobertura de tratamiento para este año y mantener la tendencia de disminución de muertes por sida en el país pese a la pandemia de COVID-19, con el objetivo de cumplir la meta global planteada por ONUSIDA.
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El impacto de la pandemia
Hoy, luego de 40 años del inicio de le epidemia del sida, es posible que una persona que se encuentra en dicha fase pueda recuperarse y no morir. Los medicamentos actuales son fundamentales y por ello, coinciden los expertos, es fundamental que estén disponibles y que sean gratuitos.
Sin embargo, el acceso a tratamiento oportuno se ha visto afectado por la pandemia de COVID-19 y algunas organizaciones alertan de una eventual escasez de antirretrovirales, lo que obligó a que el Minsa cambie las terapias para hacer frente al desabastecimiento. Hasta el momento, 73 países reportaron el riesgo de desabastecimiento de antirretrovirales como resultado de la pandemia, según la OMS.
El Grupo de Vigilancia de Abastecimiento de Antirretrovirales del Perú (Givar) reportó 321 denuncias de problemas en el acceso a medicamentos y servicios de salud relacionados al VIH en el país en lo que va del 2020, la mayor cifra de los últimos cinco años.
Carlos Benites, director ejecutivo de Prevención y Control de VIH-SIDA del Minsa, reconoció en una entrevista con El Comercio que sí hay problemas en cuanto al abastecimiento de antirretrovirales, pero aseguró que estos están garantizados para este año, así como el compromiso presupuestal para el 2021.
Para Ángela Uyen, asesora de Médicos sin Fronteras que ha trabajado en los efectos de la pandemia en los programas de salud, en países como el Perú, es clave enfocarse “en las poblaciones vulnerables y marginadas, analizar sus necesidades y las barreras de acceso. Tenemos que salir a buscar los casos, identificarlos, brindarles un diagnóstico adecuado y comenzar el tratamiento lo más pronto posible sin distinción de clase, grupo, nacionalidad, etc. Para ello, es clave trabajar con la sociedad civil y los grupos de pacientes. Además, fortalecer el primer nivel de atención incluyendo la protección que deben tener sus trabajadores (EPP)”.
* El nombre ha sido cambiado a pedido del entrevistado, para preservar su identidad.
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