Neil Armstrong será reconocido siempre por ser la primera persona en poner un pie en la Luna. Pero antes de esta maravillosa hazaña, hizo numerosos experimentos como piloto de prueba y no fue sino después que se convirtió en astronauta, una carrera que casi no desarrolla.
El amor de Armstrong por la aviación comenzó cuando tenía seis años de edad y faltaba a clases los domingos para ir a volar con su padre.
Armstrong devoró libros y revistas de aviación, construyó modelos de aeroplanos y eventualmente obtuvo su licencia de piloto privado a los 16 años, incluso antes de aprender a conducir.
En 1947 inició su entrenamiento formal, en la Universidad Purdue, en Indiana.
Era un momento interesante para la aviación. Justo un mes después de que empezara la universidad, el piloto de la Fuerza Aérea Estadounidense Chuck Yeager rompió la barrera del sonido con la aeronave Bell X-1.
Parecía que Armstrong estaba ingresando en el mundo de la aviación muy tarde, la nave de la que se enamoró en su infancia estaba siendo remplazada por otros diseños que usaban cohetes como sistema de propulsión, y no había nuevos récords que romper.
Pero de hecho, fue todo lo contrario.
La llegada de los aviones-cohetes dio lugar a una nueva era en la que los aviadores tenían que ser tanto pilotos como ingenieros para poner a prueba naves experimentales en tiempo real.
Y el mejor lugar para esta nueva clase de pilotos-ingenieros era la NACA (siglas en inglés del National Advisory Committee for Aeronautics), el principal centro de investigación aeronáutica de EE.UU.
Aprendizaje
Con un título en su mano y tres años de experiencia volando en la guerra de Corea (1.950-1.953), Armstrong llegó a la Estación de Vuelos de Alta Velocidad de la NACA en la Base de la Fuerza Aérea Edwards en 1955.
Allí se sumó a otros cuatro pilotos que volaban desde bombarderos hasta cohetes experimentales y simuladores futurísticos.
A diferencia de los aviones tradicionales, los aviones-cohetes que viajan por encima de la atmósfera no tienen superficies (como los alerones o el timón) para empujarse.
Usan en cambio controles de reacción, pequeños chorros de gas comprimido que empujan a la nave hacia el vacío para mantener su orientación.
Este era el tipo de vuelo que Armstrong tuvo que aprender. Se entrenó para llegar hasta los límites del espacio en el avión X-15.
El X-15 era un vehículo que buscaba responder a las preguntas sobre cómo un hombre podía volar a una velocidad cinco veces superior a la del sonido, a altitudes tan elevadas que aterrizar sería como regresar de órbita.
A comienzos de los 60, el paso siguiente de la Fuerza Aérea después del X-15 fue volar al espacio en un vehículo llamado Dyna-Soar.
Este planeador de forma triangular estaba diseñado para ser lanzado verticalmente arriba de un cohete Titán.
Debía dar la vuelta a la Tierra antes de encender sus motores en reversa para iniciar su caída a través de la atmósfera terrestre. Luego, el piloto aterrizaría como un avión normal en una pista.
Armstrong fue uno de los pilotos elegidos para volar al espacio, pero primero tenía que ver cómo hacer para que el vehículo de lanzamiento no explotara.
Pruebas
En la configuración de lanzamiento, el Dyna-Soar estaba orientado con su parte frontal hacia arriba, eso quiere decir que el piloto sería expulsado lateralmente y su paracaídas no tendría tiempo para abrirse antes de tocar el suelo.
La mejor opción, pensó Armstrong, era aprovechar la aerodinámica de planeador de la nave. Si los motores del Dyna-Soar podían lanzarlo sin necesidad de un cohete, cualquier piloto bueno podría aterrizarlo de manera segura.
Armstrong puso su teoría a prueba. En un aeronave modificada que imitaba al Dyna-Soar, voló bajo por sobre un desierto hasta que alcanzó un cuadrado pintado en el suelo que representaba una pista de lanzamiento.
En ese momento dirigió la nariz del avión hacia arriba para comenzar a subir hasta los 2.130 metros de altura, que era aproximada hasta donde podía llegar con los motores del Dyna-Soar.
Una vez allí, hizo una maniobra espectacular antes de aterrizar en el desierto. Era una maniobra que por suerte, reconoció, nunca tuvo que hacer con un Dyna-Soar real.
Tanto el X-15 como el Dyna-Soar usaban tecnología de avanzada, pero ninguno fue el programa más experimental en el que Armstrong estuvo involucrado mientras estaba en la base Edwards, en California.
Experimento casero
A comienzos de los 60, la NASA estaba interesada en dejar atrás los vuelos espaciales orbitales con aterrizajes en el océano.
Los astronautas eran avezados pilotos que no necesitaban una flota de barcos de la armada para sacarlos del agua.
La agencia espacial estaba investigando con un ala de planeador para aterrizar la segunda generación de naves Gemini en una pista, al final de sus misiones.
Este novedoso sistema de aterrizaje despertó la atención de Milt Thompson, otro piloto de prueba en la base Edwards que convenció eventualmente a Armstrong a que lo ayudase a construir un vehículo de prueba.
Este proyecto casero de los pilotos fue aprobado como programa oficial. Con el aporte de otros colegas de la base aérea construyeron un planeador experimental llamado Parasev.
La nave se puso a prueba en 1961 y aunque demostró que el uso de paracaídas para el aterrizaje era efectivo, el sistema nunca se implementó.
Aunque Edwards era un lugar de trabajo ideal para Armstrong cuando llegó en 1955, las cosas empezaron a cambiar en 1962, cuando la NASA anunció que seleccionaría a un segundo grupo de astronautas.
Para el primero de junio la agencia había recibido 253 postulaciones. Una semana más tarde, Armstrong fue agregado a la lista.
Después de una serie de duras pruebas médicas y psicológicas, fue seleccionado el 17 de septiembre.
Fue cuestión de suerte. El programa del Dyna-Soar, el boleto previo para que Armstrong pudiese viajar al espacio, estaba retrasado y parecía que todos los programas espaciales de la Fuerza Aérea no iban a despegar.
Pero como uno de los "Nuevos nueve" el segundo grupo de astronautas seleccionados por la NASA, Armstrong ya tenía un lugar casi asegurado para viajar al espacio.
* Esta nota es una adaptación de un texto de Amy Shira Teitel, autora del libro "Breaking the Chains of Gravity," que cuenta la historia del programa espacial estadounidense antes de la creación de la NASA.