Un grupo de médicos judíos llevó a cabo en 1942 una investigación secreta sobre el hambre y la inanición en el Gueto de Varsovia en la que fueron a la vez estudiosos y víctimas de las consecuencias de la privación de comida que impuso el régimen nazi.
La investigación, realizada con parámetros profesionales pero con apenas medios, sin permiso y con equipos introducidos de contrabando, fue recientemente descubierta durante una visita al gueto en Polonia por la dietista israelí Limor Ben-Haim, que pretende ahora dar a conocer este atípico estudio y sus resultados, informa hoy en un reportaje en el diario “Haaretz”.
-[Salud | El curioso y muy raro síndrome de Alicia en el país de las maravillas]
-[Los secretos del mayor sacrificio de niños que los incas realizaron para apaciguar al Misti]
►[CLIC AQUÍ para visitar la portada de Tecnología y Ciencias]
“La situación en el Gueto de Varsovia era particular: se había decidido liquidarlo por medio de la inanición” y se impuso una privación de calorías para la población judía de 180 diarias, explica la dietista. Una cantidad ridícula que equivale a una rebanada de pan o una patata y por la que, además, había que pagar.
El hambre brutal “dio lugar a horrores, sin duda. Hubo canibalismo, violencia, la gente asesinó y robó para conseguir comida”, resalta, pero también recuerda el reparto de sopa gratuito que se realizaba para crear redes de apoyo.
Los más afortunados del gueto vivían con 800 calorías diarias, pero esa cantidad fue disminuyendo a medida que pasaban los meses.
En febrero de 1942, un grupo de residentes del gueto, médicos encabezados por el doctor Israel Milezkowski, decidió empezar un estudio de la patología y la fisiología del hambre.
Otro doctor, Julian Fliederbaum, creó la metodología y la plataforma de investigación, con una “estructura de investigación impresionante, dividida en varias secciones dirigidas por expertos, que medían la circulación de la sangre, aspectos clínicos de la inanición en los niños, médula ósea y otras cuestiones”. También se estudió el efecto de la pérdida de peso en el uso de la energía, en el sistema inmunológico, la acidez del sistema digestivo o los niveles de hormonas.
En el estudio participó más de un centenar de personas, que llegaron al hospital en una situación de enorme deterioro: mujeres adultas que pesaban 28 kilos, ancianos que pesaban 34. Los médicos -que tenían prohibido llevar a cabo trabajos científicos- se reunían de noche en el cementerio para compartir y resumir los hallazgos y realizar autopsias, en las que comprobaban la reducción de órganos corporales por la inanición.
“En ese momento de la historia, las mejores mentes médicas de Europa Central estaban concentradas en el Gueto de Varsovia. Todos eran judíos”, relata Ben-Haim, quien se pregunta cómo pudieron, por ejemplo, conseguir el azúcar que utilizaron y cómo lograron investigar cuando ellos mismos padecían el hambre impuesta.
“Imagina, un médico estudiando la enfermedad que él mismo sufre y de la que probablemente también él morirá. No investigaban para salvarse a sí mismos: lo hicieron con el conocimiento claro de que sufrirían idéntico destino. Algunos de los médicos que tomaron parte en el proyecto también murieron de hambre”, asegura la dietista.
Solo uno de los médicos sobrevivió: Emil Apfelbaum. El manuscrito con los resultados fue sacado del gueto, con una introducción de Milezkowski que decía: “Sostengo mi pluma en la mano y la muerte mira hacia mi cuarto”.
Tras la guerra, Apfelbaum buscó el manuscrito, hizo varias copias. En 1979 fue editado en inglés.
Desde que conoció el estudio, Ben-Haim se ha dedicado a comprar en internet copias de sus resultados que se hallaban dispersas en manos privadas. Su proyecto, ahora, es convertirlo en un libro, que no solo será testimonio de aquellas horribles muertes y heroicas hazañas sino que, también, tiene valor científico a día de hoy.
Fuente: EFE
Síguenos en Twitter: