De todos los habitantes de la cuenca del Amazonas, no hay ninguno tan temido como el pequeño pez conocido como candirú. Desde que capturó la atención de la comunidad científica a principios del siglo XIX, esta criatura ha ocupado los recovecos más oscuros de la imaginación popular.
La razón se debe al supuesto hábito del candirú a introducirse en el pene humano, aferrándose con afiladas púas, para desde adentro darse un banquete, una historia lo suficientemente aterradora como para mantener durante días tus piernas bien cruzadas.
Esta historia se ha contado en todas partes; desde documentales de la BBC y Planeta Animal, a episodios de TV como Anatomía de Grey. En internet abundan foros con referencias de este pez, con detalles espeluznantes sobre lo que hace, como que pone huevos en la vejiga y cosas por el estilo. Es como para poner la piel de gallina, pero lo que no está claro es si es cierto.
"En todo el Amazonas, durante más de cien años, se ha contado la historia de un pez que tiene el asombroso hábito de penetrar la uretra de los bañistas, particularmente si se orinan cuando están en el agua".
Así empieza el ensayo de Eugene Willis Gudger, publicado en 1930 en el "American Journal of Surgery".
Si bien este documento destaca como la verdadera biblia del candirú, en la que se recogen y analizan informes que datan desde 1829, se basa mayormente en la especulación, la histeria y la leyenda urbana.
Cuál de todos es
El primer reto es identificar el pez. El Amazonas es hogar de innumerables especies de bagre, muchas de ellas diminutas, y virtualmente transparente que a lo largo de los años se les ha señalado como candirú. A la que por lo general se le señala como la culpable es la Vandellia cirrhosa de cinco centímetros de largo.
Es conocida por hospedarse en las agallas de un pez más grande, alimentándose de su sangre y en general haciendo su vida miserable. A pesar de sus hábitos vampíricos, estos parásitos son insignificantes en las vastas profundidades del Amazonas.
Sin embargo, es aquí exactamente donde la historia empieza a tener un brusco giro hacia el ámbito de la especulación. En los típicos primeros relatos del siglo XIX se describe al candirú como un pez "muy pequeño", pero cuyo único fin es "hacer el mal".
Tal melodrama es descrito por un puñado de exploradores europeos que se encontraban con gente de la Amazonía y quienes eran entretenidos con historias de la vida real del monstruo del río. En estas crónicas se describía a las comunidades locales viviendo en terror por un pez capaz de infligir el dolor más intenso que se pueda concebir.
Allí se decía que estas criaturas eran más temidas que las feroces pirañas, que también habitan en esas aguas. Los autores se centran en la vulnerabilidad de los penes para ser atacados, quizás porque todos ellos eran hombres.
Aunque muchos enfatizan en que el pez no hace discriminación y también puede entrar por la vagina o el ano. Aun peor, algunos escritores afirman que el candirú puede saltar del agua y ascender vigorosamente por el chorro de la orina para alcanzar su objetivo de introducirse en la uretra.
También hay historias de candirús mordiendo y rompiendo la piel para meterse en el cuerpo.
Lo más temible: el remedio
Quizás lo más aterrador de todo sea los remedios que se ofrecen para sacarse este pez del cuerpo. Mientras que hay quienes recomiendan un baño de agua caliente, o una infusión de hierbas capaces de disolver el pez, el veredicto es prácticamente unánime: la mejor forma de librarse del parásito es eliminando todo el miembro.
"Es la única forma de evitar que llegue a la vejiga, donde causa inflamación y finalmente la muerte, es amputando el pene", escribió en su momento George Albert Boulenger, quien fue curador de Peces en el Museo Británico a principio del siglo pasado, en una descripción de un viaje hecho por uno de sus colegas.
"En Tres Unidos, el doctor Bach examinó a un hombre y tres chicos cuyos penes fueron amputados (sic) como resultado del horrible incidente", se lee. Lo cierto es que a pesar de todas estas descripciones gráficas de mutilaciones genitales, ninguno de estos escritores presenció el ataque de un candirú.
Existen decenas de informes del siglo XIX y principios del XX sobre el comportamiento del candirú, pero todos se apoyan en el rumor. El problema para corroborar estas historias ha sido la dificultad del estudio mismo del pez, pues provocar el ataque a un humano puede implicar la misma muerte del sujeto y si se aísla a esta criatura en un tubo de ensayo, no habría forma de verificar su modus operandi.
La idea más convincente para para corroborar esta historia es poner a prueba al pez con fluidos químicos como el amoníaco que es lo que sueltan algunos peces por sus branquias y es la forma que tienen los candirú para localizar a sus presas.
De ser así, la urea podría ser lo suficientemente parecida como para confundir a estos parásitos y hacerlos que naden por la corriente de la orina. En 2001, Stephen Spotte y sus colegas de la universidad de Connecticut en Avery Point decidieron poner a prueba esta idea, sin tener que arriesgar los genitales de nadie.
El único caso
Ellos razonaron que debido a que los candirús se pueden alimentar exitosamente en un agua fangosa y turbulenta, muchas veces en la noche, sugiere que tienen refinadas adaptaciones sensoriales que les permite detectar sabores y olores característicos de su presa.
Los investigadores compararon el comportamiento del candirú cuando se les presentaba un pez vivo con sustancias químicas atrayentes, como el amoníaco. Sus hallazgos fueron bastante concluyentes: el candirú pareció completamente desinteresado de cualquier señal química, y respondió con gusto ante la señal de un delicioso pez dorado.
Así que ante la ausencia de cualquier razón cuantificable de por qué un candirú confundiría a un humano con comida, se requiere ver algún ejemplo bien documentados de ataques de candirú. Sin embargo, en las últimas décadas, sólo ha habido un informe sólido de ataque de candirú.
Fue en el año 1997. En Manaos, la aislada capital del estado brasileño de Amazonas, fue llevado un paciente con un candirú en su uretra.
Tras varias horas de cirugía, el urólogo Anoar Samad logró extraer el pez arrastrándolo de vuelta a través del pene del infortunado paciente.
El incidente fue publicado por Samad y es el único ejemplo de primera mano que se tiene en la literatura médica. Esto bien podría ser el fin de la historia, si no hubiera sido por un hombre.
Stephen Spotte, quien realizó el experimento de atracción química y se reunió con Samad en 1999 para discutir el incidente. Spotte es la única persona que se ha dedicado seriamente a investigar el mito del candirú.
Fotos, videos, espécimen y más dudas
Cuando se acercó a Samad, este le presentó fotos, un video de la operación e incluso un espécimen preservado. A pesar de todo esto, Spotte tenía sus reservas sobre la historia.
En primer lugar porque el paciente insistió en que el candirú había ascendido por su corriente de orina antes de aferrase violentamente en su uretra. Esto puede ir en concordancia con las historias de los viajeros; pero según el biomecánico John Bertram, de la Universidad de Calgary, en Alberta, Canadá, es evidentemente ridículo.
"Para nadar por la corriente de la orina, el pez debe hacerlo más rápido que la fuerza del chorro y salirse del agua en contra de la gravedad", explica Bertram. "En cualquier caso, incluso si el candirú pudiera nadar en contra de la corriente, tendría que quedarse completamente dentro de la orina, lo que sería difícil".
Básicamente, la idea de que un candirú puede nadar hasta meterse dentro de un pene de esta forma no es solo poco probable, sino que va en contra de las leyes de dinámica de fluidos. También está el espécimen. No solo Samad preservó con orgullo un pez demasiado largo, sino que no muestra señas de haberse insertado en ninguna parte.
El doctor afirma que tuvo que cortarle las espinas al pez, lo que tuvo que ser crucial para remover el pez, pero el pez preservado estaba inmaculado. A pesar de que según Spotte "el paciente ni siquiera sabía lo que era un candirú, por lo que es difícil creer que lo inventara", las probabilidades de que alguien sea atacado por un candirú mientras orina en el Amazonas es en su opinión "casi lo mismo que ser alcanzado por un rayo al mismo tiempo que eres mordido por un tiburón".