En sicología existe un concepto llamado "la tríada oscura". Este infame trío lo conforman los rasgos de la personalidad que definen lo que comúnmente llamaríamos una "mala persona".
El primero de estos chicos malos es el narcicismo. Las personas narcisistas tienden a centrarse en sí mismas, a fantasear con un poder ilimitado y a necesitar la admiración de los demás.
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Luego está la psicopatía, es decir, la falta de empatía. Este rasgo convierte a la persona en alguien manipulador, poco confiable y desinteresado por los sentimientos de otras personas.
El clan malévolo lo completa el maquiavelismo. Las personas que tienen este comportamiento muy marcado se caracterizan por tener actitudes cínicas y adoptar estrategias cuyo único fin es beneficiar sus propios intereses.
En conjunto, estos tres rasgos engloban una frialdad emocional. Algunos estudios han demostrado que los altos niveles de la tríada oscura están asociados con bajos niveles en rasgos como la simpatía, la honestidad y la humildad.
Sin embargo, un equipo de sicólogos de la Universidad de Western Ontario, en Canadá, realizó un estudio que sugiere que un cuarto rasgo debería incluirse en este combo de la maldad.
Se trata del sadismo.
Los expertos definen el sadismo como "una tendencia a involucrarse en comportamientos crueles, degradantes o agresivos en busca de placer o dominación".
En el lenguaje común, ser sádico es disfrutar causándole sufrimientos a los otros.
Varias de las características del sadismo se superponen con las de los rasgos de la tríada, pero al mismo tiempo, según los investigadores, tiene aspectos únicos que lo hacen merecedor de estudiarlo como elemento que debe añadirse para conformar una "tétrada oscura".
Para llegar a esta conclusión los sicólogos aplicaron un test de nueve preguntas entre 202 universitarios (54 hombres y 148 mujeres) entre los 17 y los 26 años.
Estas son las nueve preguntas del test, en la que los participantes debían marcar de 1 a 5 qué tan de acuerdo se sentían con estas afirmaciones:
1. Me he burlado de las personas para que sepan que yo tengo el control
2. Nunca me canso de presionar a la gente que me rodea
3. Haría daño a alguien si eso significa que yo estaré en control
4. Cuando me burlo de alguien, es gracioso verlo enojarse
5. Ser malo con los demás puede ser emocionante
6. Me da placer burlarme de la gente delante de sus amigos
7. Me emociona ver a la gente meterse en peleas
8. Pienso en lastimar a las personas que me irritan
9. No lastimaría a nadie a propósito, incluso si esa persona no me agrada
Las respuestas de los estudiantes llevaron a los investigadores a concluir que si bien el sadismo comparte algunas características del narcisismo, la sicopatía y el maquiavelismo, "no puede reducirse a los otros rasgos".
La doctora Minna Lyons, investigadora de la escuela de psicología de la Universidad de Liverpool, quien no estuvo involucrada en este estudio, está de acuerdo con que el sadismo es un rasgo en sí mismo.
"El sadismo es interesante porque parece ser distinto a la tríada oscura", le dice Lyons a BBC Mundo. "Si alguien marca alto en sicopatía, no necesariamente disfruta causarle dolor a otras personas, así que parece ser una rasgo de personalidad por separado".
Para Lyons, es importante estudiar estos comportamientos entre la gente del común, no solo entre personas que hayan sido diagnosticadas con un desorden de personalidad, para ver cómo estos rasgos se entrelazan con otros comportamientos.
Además, advierte que estos rasgos son parte del comportamiento diario de los humanos y que en ciertas circunstancias pueden resultar beneficiosos.
"Es normal que haya personas que marquen alto en sadismo, eso no los hace anormales. Incluso si alguien marca alto, eso no lo hace una mala persona", explica Lyons.
"(Estos rasgos) se vuelven problemáticos en el momento en el que comienzan a interferir con la vida, o la persona comienza a perder control de sí misma y comienza a ser dañino para las otras personas y para sí mismo", dice la psicóloga.
También advierte que este tipo de tests son solo una herramienta de medición y no se utilizan como un diagnóstico, pues hay que tener en cuenta muchos otros factores a la hora de evaluar el comportamiento de una persona.
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