Parecen serpientes pero no están cubiertas por escamas y parecen gusanos pero son vertebrados. Las cecilias pertenecen a uno de los tres grandes grupos de anfibios que existen —los otros dos son las salamandras y las ranas— pero es quizá uno de los menos explorados y con menos especies descritas. Es muy difícil encontrar una.
Por eso la gran emoción de los científicos colombianos que integraron la expedición al departamento de Santander en Colombia (Santander BIO), sobre todo cuando el grupo de herpetólogos, encabezado por el biólogo Andrés Acosta, volvió de campo con nueve cecilias vivas. La sorpresa fue mayor cuando, una vez terminada la expedición, comenzaron los análisis morfológicos y genéticos que determinaron que se trataba de una nueva especie para la ciencia (Caecilia pulchraserrana). Los resultados fueron publicados en la revista científica ZooKeys en el artículo A new species of Caecilia (Gymnophiona, Caeciliidae) from the Magdalena valley region of Colombia.
Las cecilias son animales tan difíciles de encontrar y poco estudiados que, según dice Acosta, desde 1968 no se descubría una nueva especie en Colombia. El investigador —un apasionado por los anfibios y quien escribió la lista de ranas, salamandras y caecilias de Colombia en el año 2000— asegura que en el país existen 837 especies de anfibios, de las cuales 778 son ranas, 26 salamandras y 33 cecilias.
Estas últimas son animales que viven debajo de la tierra y como dice el biólogo Mauricio Torres, coordinador de Santander BIO, las especies fosoriales —que viven en el suelo— son casi invisibles. “La vida fosorial es un misterio. Usted ve que se conocen plantas y árboles, pero casi nadie sabe qué pasa abajo, ni siquiera con las raíces de los árboles. Estudiar la vida en el suelo es muy complicado y delicado, toca excavar, se pueden dar derrumbes”.
El mundo de las ‘culebras ciegas’
Las cecilias neotropicales —también conocidas popularmente como lombrices capitanas o culebras ciegas— comprenden actualmente 34 especies, “18 se encuentran en Colombia, de las cuales ocho son endémicas de este país. Siete especies se encuentran en la región del valle del Magdalena en Colombia”, dice el artículo científico.
La nueva especie fue descubierta en los bosques húmedos tropicales de la Serranía de los Yariguíes, zona rural del municipio de El Carmen de Chucurí, en la vereda La Belleza. “Recolectamos varios especímenes de una pequeña Caecilia que carece de ranuras anulares secundarias y bolsas de escamas dérmicas, lo que sugiere que corresponden a [la especie] C. degenerata o C. corpulenta. Sin embargo, un bajo número de surcos anulares primarios y una combinación de caracteres morfométricos indican en cambio que estos especímenes pertenecen a una nueva especie, que describimos aquí”, se lee en el documento.
Los biólogos Andrés Acosta y Mauricio Torres aseguran que, por lo general, el avistamiento de una cecilia era un caso fortuito, un evento de suerte. Sin embargo, décadas de experiencia trabajando con anfibios, permitieron que Acosta identificara algunos elementos clave que lo llevan a lugares donde es muy probable que habiten cecilias.
“Las cecilias son muy poco conocidas, no solo en Colombia sino en el mundo. Hacia finales de los noventa empezó un trabajo arduo de buscarlas en campo, de que no fuera un encuentro fortuito, como ocurría antes”, le dice a Mongabay Latam.
Acosta aprovechó el conocimiento del territorio que tenían las comunidades locales. Mostraba fotos de las cecilias y preguntaba si en algún lugar habían visto animales como esos. “La gente empezó a hablar de la lombriz capitana, la culebra ciega, la motola y a sacar una serie de nombres que nos permitieron identificar en campo a ese grupo de organismos. Fuimos depurando sitios y ese mismo principio se aplicó a la expedición de Santander”, cuenta.
Como la cecilia es un anfibio, su vida está muy ligada al agua. Son animales que habitan en suelos húmedos y bastante saturados, usualmente cerca de fuentes de agua y de vegetación frondosa. “Si alguien te dice que vio una cecilia en un potrero, casi que puedes asegurar que se trata de otro animal”, dice Torres. Como viven debajo de la tierra es mucho más difícil de observarlas y buscarlas requiere de un esfuerzo de excavación que puede tomar horas y donde muchas veces es posible que no se encuentre ni una cecilia.
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Encontrada en una zona remota y de poca exploración
El equipo de investigadores del Instituto Humboldt que viajó hasta El Carmen de Chucurí sabía que la logística era complicada. Aun así, decidieron ir hasta una de las zonas más apartadas, donde hay muy pocos datos científicos sobre biodiversidad.
Mauricio Torres, coordinador de la expedición Santander BIO, recuerda lo duro que fue llegar hasta la vereda La Belleza. “Tocó subirnos en una chiva [bus típico de las zonas rurales colombianas] durante 4 horas, luego descargar todo y pasar a una camioneta porque el bus no podía continuar, ahí seguimos otros 20 minutos. Después se siguió a pie y con las cosas en lomo de mula, caminamos otras 4 horas hasta llegar al sitio de campamento”.
La llegada era complicada. Pero debieron sortear otro obstáculo, pues en un sitio tan remoto como ese no había ningún lugar de alojamiento para las 30 personas de la expedición. Torres cuenta que la buena voluntad de los locales les sirvió enormemente, “nos ayudaron a montar los espacios que necesitábamos, área de techo para poner los sitios de dormir y para poner un laboratorio improvisado donde procesamos las muestras” y, añade entre risas, que los habitantes de La Belleza tuvieron que subir en mula los inodoros. “Si no hay un buen sitio de trabajo, los investigadores no trabajan, así de sencillo”, cuenta.
Ya en terreno varias personas locales les sirvieron como guías, les ayudaron a pescar, a poner cámaras trampa, trampas para los insectos, entre otras actividades. Miguel Barbosa fue uno de los guías comunitarios que acompañó al herpetólogo Andrés Acosta en su búsqueda de anfibios. “Después de mostrarle las fotos me llevó a un lugar al lado de una quebrada. Empezamos a excavar y encontramos cinco ejemplares de unas cecilias pequeñas. Luego fuimos a otra parte del río, con condiciones parecidas, y ahí encontramos otras cuatro. Luego de dos horas de excavar ya teníamos nueve individuos, entre ellos dos juveniles”, dice.
Cuando volvieron al campamento la euforia fue total. Torres recuerda que muchos de los científicos jamás habían tocado una cecilia viva en toda su vida. “Fue la locura, todo el campamento se emocionó y detuvo lo que estaba haciendo”, recuerda.
Una versión ampliada del reportaje de Antonio José Paz Cardona fue publicada en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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