Que esperan pacientemente para morder a las personas, que su presencia indica la llegada del mal o que si te encuentras con una es mejor no dejarla escapar para no tentar a la mala suerte. Estas son solo algunas de las creencias con las que se ha asociado a las serpientes durante siglos. Algunas especies están en grave amenaza debido a cientos de mitos y leyendas relacionadas con su existencia y comportamiento. Pocas veces estos animales salen vivos de sus encuentros con el humano y aunque se contradiga a la tradición, los expertos coinciden en que rara vez atacan. Por el contrario, solo se defienden.
Cuatro herpetólogos latinoamericanos consultados por Mongabay Latam coinciden en que falta educar más a la población en torno a las características y comportamientos de estos animales. Así mismo, aseguran que son uno de los grupos de vertebrados donde hay más vacíos de información científica y de estrategias para velar por su conservación. Aunque parezca extraño, además de su importancia ecológica, las serpientes generan grandes aportes en campos tan variados como la agricultura y la medicina.
“Si vas a un museo de historia natural, que son nuestras bibliotecas, vas a ver que las colecciones más pequeñas entre los reptiles son de serpientes. Una colección de ranas [anfibios] puede ser 10 veces más grande”, asegura Omar Torres, biólogo y curador de reptiles del museo QCAZ de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).
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Serpientes, agricultura y medicina
Son varios los problemas a los que se enfrentan las serpientes en Latinoamérica. Además de la destrucción de su hábitat —como ocurre con muchos animales silvestres— las serpientes se enfrentan a los miedos, leyendas y mitos que la gente se ha formado a lo largo del tiempo. “En carreteras he visto no solo serpientes atropelladas sino cómo la gente se desvía de su camino para matarlas. Si no mueren al instante, las personas se quedan con la idea: ‘le pasé el auto encima y ni siquiera murió’, agrandando así las leyendas que envuelven a estos animales”, comenta Germán Chávez, investigador asociado del Instituto Peruano de Herpetología y la institución científica CORBIDI.
Saber cuántas serpientes son asesinadas al año es algo muy difícil de calcular. Hay pocos datos sobre sus poblaciones pues las serpientes no viven en congregaciones como las ranas, las lagartijas u otros reptiles y anfibios. “Es difícil tener un conteo poblacional debido a sus hábitos solitarios y es muy complicado llevar un trabajo de monitoreo a largo plazo para tener datos fiables”, anota el científico peruano.
Encontrarlas es todo un reto para los biólogos y capturarlas, para su posterior estudio, es un desafío aún mayor. El biólogo ecuatoriano Omar Torres comenta que cuando se va a campo es posible encontrar muchas ranas y lagartijas, pero encontrar serpientes requiere de tiempo, financiación y paciencia, “los científicos dedicados al estudio de la biodiversidad no podemos hacer nada si no tenemos especímenes”, comenta.
Torres asegura que a pesar de que cada vez hay más biólogos que se inclinan por la herpetología, todavía faltan investigadores que quieran trabajar con serpientes. “Cada vez que conseguimos muestras de tejidos de los cuales podemos obtener ADN, nos damos cuenta de que hay que elevar subespecies a nivel de especies o que unas especies que estaban en un género corresponden a otro. Hay mucho trabajo básico por hacer con serpientes”, dice.
Más allá del miedo y los mitos, las serpientes, al igual que toda especie, cumplen un papel fundamental en el equilibrio ecológico. Además, pueden representar beneficios para varias actividades humanas. Germán Chávez menciona que, por más evidente que parezca, muchas especies venenosas son vitales para producir el antiveneno que la gente requiere cuando es mordida. Y no solo esto, según dice, del veneno de las serpientes salen algunos insumos médicos para gente que sufre de hipertensión, problemas de coagulación, entre otros.
“El aislamiento de algunos componentes de los venenos permite la síntesis y elaboración de medicamentos que salvan vidas. Un ejemplo es el captopril, que funciona para la hipertensión y que fue obtenido a partir de investigaciones con venenos del género Bothrops, conocidas en algunas localidades como equis o tayas. Existen una gran cantidad de antibióticos, analgésicos, tratamientos para cáncer, sida, entre muchos otros beneficios médicos, que son obtenidos a partir de las investigaciones con venenos de serpientes”, anota Carlos Galvis, biólogo de la Fundación Zoológica de Cali y miembro de la Asociación Colombiana de Herpetología.
Finalmente, Germán Chávez recuerda que en algunas zonas los roedores son muy perjudiciales en los cultivos y algunas serpientes, que logran adaptarse a zonas intervenidas por los humanos, cumplen un rol importante controlando a estas poblaciones que suelen ser portadoras de muchas enfermedades zoonóticas. De hecho, Carlos Galvis asegura que gracias a que las serpientes no tienen extremidades, pueden ingresar en madrigueras donde no accede ningún otro depredador. “Si analizas las estadísticas, mueren más personas por enfermedades zoonóticas que transmiten las ratas y los ratones que por mordeduras de serpientes”, destaca el biólogo colombiano.
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Buscando nuevas especies en Ecuador
Países como Ecuador y Colombia comparten una gran cantidad de fauna. En 2019, una nueva especie, Sibon ayerbeorum, fue descrita en el suroccidente colombiano y se creía que solo existía en ese país. Coincidentemente, ese mismo año, investigadores ecuatorianos también la habían colectado. “Lo más importante con nuestro descubrimiento es que encontramos más localidades para esta especie y hallamos el registro en una zona muy importante para Ecuador, en la frontera con Colombia. Hemos aprovechado el material para completar la descripción original”, asegura Mario Yánez, herpetólogo e investigador del Instituto Nacional de Biodiversidad (Inabio) de Ecuador.
En este momento Yánez, en colaboración con Claudia Koch del Museo Koenig de Alemania, trabajan en la descripción del sistema óseo de esta serpiente y en inferencias sobre su estado de conservación a partir del mayor conocimiento que ahora se tiene sobre su área de distribución.
Por su parte, Omar Torres, curador de reptiles del museo QCAZ, está trabajando en la descripción de una especie del sur del Ecuador, perteneciente al género Leptodeira y conocida como ‘serpiente ojo de gato’. Este hallazgo es importante porque se da en una región donde los investigadores han encontrado otras especies nuevas de serpientes y lagartijas.
“El sur del Ecuador es un lugar muy especial para la herpetofauna. En los últimos 10 años hemos estado encontrando especies nuevas de ranas, serpientes, lagartijas, y parece que tienen distribuciones muy restringidas. En estas zonas hay afectación de minería y agricultura por lo que todas estas especies preocupan bastante pues son muy susceptibles a desaparecer”, dice Torres.
Además, el herpetólogo tiene varios proyectos con colegas de Brasil que estudian serpientes Atractus, el género con más especies en el mundo. Hasta la fecha se han descrito 143 especies distribuidas desde Panamá hasta Argentina. “Fruto de mi colaboración con los colegas de Brasil, en la última década hemos descubierto cinco especies de Atractus”, comenta Torres.
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Estudiando el veneno de la equis roja en Colombia
El biólogo colombiano Carlos Andrés Galvis es un apasionado por las serpientes. Desde 1999 creó el Programa de Conservación de Serpientes y en 2007 publicó el libro Las serpientes, amigas desconocidas, con el que se busca generar un cambio de percepción sobre estos animales. Galvis también hace parte del equipo de accidentes ofídicos del Hospital Universitario del Valle (HUV), en el cual se apoya al personal médico regional y nacional en el manejo de accidentes por mordeduras de serpientes.
Actualmente, entre sus investigaciones, viene trabajando con una especie conocida como equis roja (Bothrocophias myersi),que se encuentra bajo cuidado humano en el zoológico de Cali. Es una serpiente venenosa, endémica de una pequeña área de la región Pacífica colombiana, y poco conocida. “Gran parte de estas investigaciones están relacionadas con la composición de su veneno”, asegura. Estos estudios se han venido realizando con la Universidad del Valle y la Universidad Nacional.
Esta serpiente de color oscuro destaca por el color rojo en su garganta, acompañado de otros colores llamativos en su vientre. Es de hábitos nocturnos y aunque rara vez supera los 60 cm, es venenosa y así mata a sus presas, usualmente pequeños roedores, anfibios y reptiles. Según Galvis, es poco lo que se sabe de la especie y es muy difícil encontrarla en estado silvestre por lo que “a medida que aprendamos de ella podemos encontrar estrategias para su conservación”.
Colombia es uno de los países con mayor diversidad de serpientes en el mundo y, según el biólogo, esa diversidad debe ser valorada. “La única posibilidad de que exista un accidente es que la serpiente se sienta atacada. Si no intentamos perturbarlas o matarlas ellas no van a agredir. Teniendo en cuenta todos los beneficios que nos brindan, debemos considerarlas nuestras amigas. Al tener un mayor conocimiento sobre las serpientes, podemos convivir con ellas y evitar los accidentes”, destaca Galvis.
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Proteger a la imponente shushupe en Perú
La shushupe o verrugosa (Lachesis muta) es una de las serpientes venenosas más grandes del mundo. Las hembras pueden superar los 3 metros de longitud y es la única víbora sudamericana que pone huevos.
A pesar de su tamaño, su estado de conservación preocupa al biólogo peruano Germán Chávez. Es una especie a la que le gustan los bosques primarios y secundarios con muy poca perturbación. No suele habitar en áreas pobladas, zonas de cultivo o bordes de bosque.
Pero no solo esto, “es complicado decirte su estado de conservación pero se sospecha que en Perú no está bien, sobre todo por la pérdida de hábitat y además porque se han venido dando muchos casos de capturas para alimentar a los criaderos que exportan su veneno para elaborar suero antiofídico”, dice Chávez. El problema con esto es que muchos criaderos en Amazonas, cerca de la cordillera del Cóndor, terminan convirtiéndose en “acopiadores” donde, según el investigador, no se mantiene vivas a las serpientes por mucho tiempo y “necesitan constantemente cambiar su ‘stock’ de animales para continuar produciendo el veneno”.
En otros sitios del país, como la Amazonía sur, el problema es con la apertura de carreteras. “Cuando aparece una shushupe siempre la matan”, dice Chávez, incluso, recuerda que ha estado en expediciones en áreas protegidas donde los guardaparques le han pedido que las mate y ha tenido que caminar varios kilómetros para soltarlas y garantizar que no se encuentren con nadie.
El miedo que genera esta imponente serpiente lleva a que casi siempre sea asesinada cuando se encuentra con humanos. El biólogo peruano considera que esto no debería ser así pues ha tenido cerca de 13 encuentros con estas serpientes, las ha capturado para fotografiarlas y nunca han intentado atacarlo. Su consejo es sencillo: “es mucho más seguro para las personas no hacerle nada a la serpiente que tratar de matarla. Hace falta mucha difusión acerca de su historia natural”.
El artículo original de Antonio José Paz Cardona fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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