En el paraje Tepejillo, una de tantas lomas de San Juan Bautista Coixtlahuaca, la erosión extrema ha transformado el suelo en rocas desnudas, por lo que es difícil entender que este territorio haya dado vida a un bosque o, más aún, a toda una civilización. “Estos fueron bosques que sostuvieron una ciudad de más de 100 000 habitantes, antes de la llegada de los españoles”, explica Horacio Miguel, presidente de los comuneros de esta localidad de la Mixteca Alta, situada en el noroccidente de Oaxaca, al sur de México.
Horacio Miguel, ingeniero en irrigación por la Universidad de Chapingo, mira incrédulo el horizonte de roca caliza. Trata de imaginar cómo, según han señalado algunas investigaciones, en ese paisaje cuasi lunar se desarrolló el poderoso señorío mixteco de Coixtlahuaca. Para poder albergar una civilización así —explica—, el territorio tuvo que haber contado con suficiente agua, animales, campos fértiles, leña y madera. Un panorama muy diferente al que hoy se tiene: la población actual —unas 2800 personas— enfrenta una dura batalla incluso para disponer de agua. En las zonas altas de la cuenca, los suelos desprovistos de vegetación son incapaces de retener e infiltrar el agua de la lluvia.
Hace casi 20 años, comunidades de esta región decidieron comenzar a recuperar el agua y la fertilidad de su territorio. Su tenacidad empieza a rendir frutos: de entre las piedras cársticas alcanzan a notarse brotes verdes que se confunden con los destellos del sol en ese desierto blanquecino. Es necesario acercarse para constatar que se trata de plantas jóvenes: pinos, encinos, ramones y enebros que fueron plantados ahí apenas en 2021.
“Para plantarlas, primero tuvimos que hacer zanjas para retener el agua. Para eso tuvimos que romper el suelo con maquinaria, porque era pura roca. A veces hasta la máquina se rompía”, recuerda el líder comunero.
La promesa de que esas frágiles plántulas regenerarán un bosque en esas circunstancias tan adversas parecería descabellada, si no fuera porque a unos tres kilómetros de ahí, apenas cruzando la loma, los parajes Narreje y Loma Larga muestran los resultados del trabajo comunitario sostenido por casi 20 años: masas densas de bosques de cinco metros de altura que se extienden de uno y otro lado de la autopista que comunica las ciudades de Puebla y Oaxaca.
Al menos 2000 hectáreas degradadas de la comunidad agraria de San Juan Bautista Coixtlahuaca han sido reforestadas con trabajo comunal desde el año 2000. Esto equivale a casi tres veces la extensión del Bosque de Chapultepec de la Ciudad de México.
Coixtlahuaca no es más que una de las 25 comunidades que forman parte de este milagro en la región y que están articuladas en la Alianza de Comunidades Chocho-Mixtecas. En el territorio que abarca esta alianza son más de 20 000 las hectáreas que han sido recuperadas, una hazaña equivalente a restaurar al menos tres veces la isla de Manhattan en Nueva York, y que muestra el potencial de regeneración cuando una población trabaja por su territorio y no contra él.
El éxito de la regeneración en la región es tanto, que el 17 de junio de 2021 fue seleccionada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para ser la sede de las conmemoración del Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía.
“Esto se llenó de chivos”
El señorío de Coixtlahuaca llegó a su fin en 1462, según investigaciones históricas, cuando la ciudad cayó ante la invasión mexica tras una defensa legendaria de su último rey, Atonaltzin. La importancia comercial de la localidad se mantuvo aun después de la conquista española, lo cual se refleja en la construcción del imponente convento de los frailes dominicos en honor a San Juan Bautista, terminado en 1575.
En Coixtlahuaca, al igual que en el resto de la Mixteca y otras partes de México, la ganadería intensiva inaugurada en la colonia española deterioró los territorios que tocó. Pero a diferencia de las reses o las ovejas, que no prosperan en un territorio con vegetación empobrecida, las cabras resultaron ser particularmente devastadoras porque son capaces de alimentarse de las plantas de un paisaje degradado, que a menudo son la última barrera protectora del suelo. Con su fuerza y dentadura, pueden arrancar las plantas de raíz, impidiendo que vuelvan a regenerarse, mientras que con sus agudas pezuñas logran perforar la capa superficial del suelo, exponiéndola a la acción erosiva de la lluvia y el viento.
“A partir de los españoles esto se llenó de chivos y eso devastó”, explica Horacio Miguel, recordando que Coixtlahuaca era un punto de cruce del ganado que iba de Tehuacán hacia la costa y que en el pueblo nunca hubo manejo ordenado.
Así que el verdadero declive ambiental de Coixtlahuaca comenzó con la profundización de la ganadería caprina y su consecuente erradicación de cobertura vegetal.
El artículo original fue publicado por Juan Mayorga en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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