En la cuenca del Tahuamanu, justo en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Alto Purús, un grupo de mujeres y hombres patrulla el río para evitar la pesca indiscriminada en ese sector de la región Madre de Dios. A 300 kilómetros de allí, al norte de la Reserva Comunal Amarakaeri, los harakbut se oponen a la construcción de una carretera que, si se concreta, conectará la zona minera de Madre de Dios con la puerta de ingreso al Parque Nacional Manu. Y en Ucayali, al noreste de la Reserva Indígena Murunahua, pobladores asháninkas bloquean los tractores que avanzan sin permiso para construir una vía ilegal, tumbando en el camino bosque primario y permitiendo la proliferación de cultivos ilícitos de hoja de coca para el narcotráfico.
Estas tres escenas suceden en simultáneo en un mismo espacio, al que se conoce como paisaje Purús-Manu. El territorio recibió esa denominación hace cinco años, cuando científicos y organizaciones ambientales lo delimitaron así debido a su enorme diversidad biológica y cultural pero sobre todo a sus conexiones clave. El paisaje Purús-Manu alberga a dos de los parques nacionales más importantes del país, el Parque Nacional Alto Purús y el Parque Nacional del Manu; a tres áreas protegidas, el Santuario Nacional Megantoni y las reservas comunales de Purus y Amarakaeri; cuatro reservas indígenas y es hogar de 17 etnias. En conjunto, el paisaje Purús-Manu forma parte de un importante corredor biológico que llega hasta el Yavarí en Brasil. Junto con las zonas de amortiguamiento e influencia de estos espacios de conservación, este paisaje se constituye en uno de los más grandes y megadiversos de la Amazonía.
Es este paisaje el que hoy está acorralado por la deforestación y la ilegalidad.
Las puertas de ingreso para estas actividades ilícitas son, una vez más, las vías ilegales y legales que se construyen sin planificación, que logran su reconocimiento cuando ya fueron abiertas a la fuerza y que van extendiéndose como una serpiente imparable a través del bosque. Esto ha permitido el ingreso de invasores que llegan a talar especies valiosas y abren chacras para sembrar la coca ilegal que demandan los narcotraficantes. Imágenes satelitales de esta deforestación y de, por lo menos, una decena de pistas de aterrizaje clandestinas son prueba innegable de la presencia de estos delitos en medio de un paisaje natural bajo ataque.
“Siempre nos dicen que la carretera es desarrollo. ¿Pero desarrollo para quién?”, dice Segundo Laureano, vicepresidente de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad).
Ahora también puedes recibir nuestras historias, videos e infografías en WhatsApp. Síguenos a través del número +57 3208726154 o haz click en la imagen.
En Mongabay Latam detectamos tres amenazas latentes contra el paisaje Purús-Manu pero también encontramos historias de conservación que merecen ser contadas. ¿Qué está sucediendo dentro de uno de los espacios con mayor biodiversidad del país?
Las vías que cortan el paisaje
“Hay que pensar en la Amazonía como una piel compartida entre nueve países. Lo que suceda en un país, se va a sentir en otro”, dice el geógrafo de la Universidad de Richmond, David Salisbury. El ver como un todo a un bioma como el amazónico es clave cuando se piensa en términos de conservación, así como también en los impactos que este soporta. Es lo que ocurre a menor escala con un paisaje amazónico como el Purús-Manu, que alberga a dos de los parques mejor conservados de la Amazonía peruana —el Parque Nacional Alto Purús y el Parque Nacional del Manu— y que a su vez forman parte de un gran corredor biológico que llega hasta el Yavarí en Brasil.
“Para que esta biodiversidad siga en pie, necesita de varias especies, necesitan migrar y moverse en este complejo”, comenta Salisbury. Pero hay más que solo naturaleza. Silvana Baldovino, directora del Programa de Biodiversidad y Pueblos Indígenas de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), una de las principales razones para proteger este territorio en su conjunto es que es uno de los últimos espacios donde poblaciones indígenas en aislamiento transitan de manera libre. “La protección del paisaje tiene un efecto directo en el bienestar de los pueblos indígenas”, precisa.
En los últimos años, sin embargo, el crecimiento de las poblaciones dentro del paisaje Purús-Manu ha impulsado la aparición de nuevas y más grandes amenazas. Dos carreteras, al norte y al sur del paisaje, se han convertido en motores de deforestación que atentan contra esta gran riqueza de flora y fauna.
Una de ellas es la carretera que va de Bolognesi a Puerto Breu, cerca de la frontera con Brasil. Esta vía, que es denominada por las autoridades como la Interoceánica Centro, se está construyendo sin la aprobación de los estudios técnicos y sin la autorización de las comunidades indígenas asháninkas, yaminahuas y amahuacas que viven desde hace décadas en la zona.
El 7 de septiembre de este año, los alcaldes de Coronel Portillo, de Ucayali, y de Satipo, en Junín, se reunieron en Pucallpa para impulsar la construcción de esta vía que, según las autoridades, concretara la ansiada conexión comercial con Brasil. En la reunión, la voz de Eliot Hernán Gaviria, director de la Oficina Desconcentrada del Ministerio de Relaciones Exteriores en Pucallpa, dejó en claro que la carretera no va a parar. “Se dice que debe haber consulta previa. ¿Qué más consulta previa que esta reunión?”, dijo en medio de la reunión a la que asistieron algunos pobladores de la zona de influencia de la vía. “Nunca va a llegar el desarrollo a estas comunidades sin carreteras”, concluyó el funcionario.
Sin embargo, Berlín Diques, presidente de la Organización Regional Aidesep Ucayali (ORAU), no tiene la misma visión de desarrollo ni el mismo optimismo que Gaviria. “Sin estudio socioambiental, sin consulta previa y, sobre todo, sin seguridad territorial, ¿cómo estamos seguros que los taladores o el narcotráfico no van a entrar con la carretera?”, le dijo a Mongabay Latam en una entrevista. Es por eso que cuando los tractores quisieron seguir avanzando por la comunidad de Sawawo Hito 40, a 35 kilómetros de Puerto Breu, los pobladores indígenas asháninka salieron a detener su paso.
“Una investigación publicada en la revista Science señala que, solo en Perú, el 83% de la deforestación en la Amazonía ocurrió a 20 kilómetros de una vía”, dice Salisbury, quien lleva más de diez años estudiando el impacto de esta carretera en el bosque tropical de la Amazonía de Perú. Junto con otros investigadores, Salisbury actualizó este año el análisis que empezó en el 2008. Sus resultados son alarmantes: la vía Bolognesi-Puerto Breu cruzará doce veces ríos y quebradas importantes como el río Sheshea, el Amonia o el Yurua. Además, la zona de influencia de la carretera propuesta aumentará la deforestación en áreas indígenas y sus consecuencias llegarán hasta el Brasil.
Esta no es la primera vez que una vía amenaza la zona del Purús. En el 2012 se presentó una propuesta para unir la ciudad de Puerto Esperanza, en Ucayali, con la de Iñapari, en Madre de Dios. Esta conexión vial implicaba atravesar el Parque Nacional Alto Purús y la Reserva Territorial Madre de Dios, donde habitan indígenas mashco piro en aislamiento voluntario. Este proyecto fue retomado por el congresista Carlos Tubino en 2016, aunque fue desestimado.
Cinco años después, la propuesta ha vuelto a aparecer como demandas de las autoridades locales de Purús. Sergio Salomón, presidente de la Federación de Comunidades Nativas de la Provincia de Purús, señala a Mongabay Latam que están de acuerdo con esa conexión, ya que luego de hacer campaña contra la carretera, las organizaciones públicas y privadas “se olvidaron de Purús”. Berlin Diques, de ORAU, entiende la desesperanza de los pueblos más alejados de Ucayali y que la idea de la carretera es una respuesta a necesidades que aún no son cubiertas. Para Diques, lo importante es resolver las brechas pendientes. “Pero no hay que llevarlo a depender de la infraestructura vial. El Estado ya debería haber generado estos proyectos de desarrollo, porque ese es el real pedido de las comunidades”, dice.
Otra bomba de tiempo se mantiene activa al sur del paisaje Purús Manu. Se trata de una segunda vía que atraviesa como una gran cicatriz el corredor biológico que une al Parque Nacional del Manu y la Reserva Comunal Amarakaeri. Según los documentos del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, el trazo es un camino vecinal que va desde la zona de Maronal, en el distrito de Manu, hasta la comunidad de Boca Manu, en el distrito de Fitzcarrald. Señalan que es una trocha afirmada que corre paralela al río Alto Madre de Dios y a las dos áreas protegidas mencionadas. En la práctica, sin embargo, es uno de los disparadores de la deforestación que acechan a comunidades indígenas yine y harakbut, y que, en algunos tramos, se acerca hasta quedar a tan solo un kilómetro del parque y la reserva.
Esta vía empezó a construirse durante la gestión del ex gobernador regional de Madre de Dios, Luis Otsuka, en el 2015. Ese mismo año, la jefatura de la Reserva Comunal Amarakaeri denunció penalmente ante la fiscalía estos hechos, ya que no contaban con la opinión técnica vinculante del Sernanp, indispensable por encontrarse en la zona de amortiguamiento del área protegida. Sin embargo, en 2018 volvieron al ataque con una nueva estrategia: plantear la construcción de un camino vecinal en lugar de una carretera. Como dicen los expertos, un decisión conveniente, considerando que implica menos exigencias ambientales de por medio.
“El parque tiene la suerte de tener una ubicación geográfica especial y el perímetro lo tiene cubierto frente a amenazas. Pero los lugares donde hay acceso a través de carreteras son los que presentan problemas”, dice John Flores, jefe del Manu. Aunque el funcionario señala que la presencia de los guardaparques y las capacitaciones a la población aledaña al área protegida ha permitido que el área tenga un estado de conservación de 99.38%, la vía que llega a Boca Manu y la potencial construcción de una carretera que conecte esta zona con Boca Colorado, área donde prolifera la minería de oro, genera preocupación.
“Sabemos que las vías son proyectos que buscan el desarrollo de las poblaciones, pero lo primero que sucede con una carretera en zonas de alta protección como esta es la tala de madera”, dice Flores. Por ello, el jefe del parque comenta que las infraestructuras viales deben ser planificadas teniendo en cuenta los objetivos de conservación del área. “La fragmentación de los corredores biológicos son procesos normales en muchas áreas protegidas, pero una carretera no se construye pensando en la fauna, por ejemplo”, añade.
Para Segundo Laureano, vicepresidente de la Fenamad, es imposible no pensar en La Pampa como un triste ejemplo de lo que podría pasar en el Manu. “Si se une el Manu con Boca Colorado, los invasores no demorarían en entrar. Estaríamos exponiendo incluso a nuestros hermanos mascho piro, que están en aislamiento”, señala.
Pero el mayor temor de todos es la presencia cada vez más fuerte del narcotráfico en las zonas aledañas al parque Manu. En comunidades como Masenawa, por ejemplo, al norte de Amarakaeri, pobladores indígenas han narrado cómo les han ofrecido miles de soles para usar sus terrenos como pistas de aterrizaje clandestinas. “Ahora llegan con dificultad, nos piden permiso y podemos decirles que no. Pero luego, con la carretera, ¿cómo vamos a controlar la entrada?”, se pregunta un poblador harakbut, cuya identidad mantenemos en reserva.
Los bosques codiciados por el narcotráfico
En Masenawa están cansados de resistir. Desde hace años le hacen frente a la minería ilegal en su territorio, pero también son testigos del avance de los cultivos ilegales de hoja de coca muy cerca de ellos. Solo el año pasado, como contó un poblador indígena que pidió la reserva de su identidad, les dijeron que iban a pagarles 80 mil soles para que una avioneta pueda aterrizar en sus pastizales. La respuesta de parte de la comunidad fue un rotundo no. “Nosotros no estamos de pasada, somos pobladores de muchos años”, dijo el poblador.
John Flores, jefe del parque Manu, señala que por ahora se ha detectado que los cultivos ilegales se encuentran en el sector sur del parque, dentro de la zona de amortiguamiento, muy cerca de Pillcopata, en el distrito cusqueño de Kosñipata. Sin embargo, el avance de la carretera hacia Boca Manu, en Madre de Dios, ha convertido este camino en una zona de tránsito de mercaderías ilegales. “La carretera ayuda a la diseminación de cultivos ilícitos”, precisa Flores en una entrevista con Mongabay Latam.
Según el último diagnóstico sobre las amenazas que acechan al Manu, elaborado por el Sernanp, el narcotráfico es considerado un motor de deforestación importante por el cambio de uso de suelo y el desplazamiento de fauna que provoca. “El incremento de la frontera agrícola es exacerbada […] con lo cual se pierde la conectividad entre el parque y la reserva comunal”, señala el documento.
Además, se menciona que durante el 2020 también se detectaron pozas de maceración destinadas al procesamiento de clorhidrato de cocaína al sur del parque, en Kosñipata. De acuerdo con la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), Kosñipata es uno de los 15 distritos con mayor superficie cultivada con hoja de coca —tanto legal como ilegal— en el país.
En la zona del paisaje Purús Manu en Ucayali, el crecimiento de las chacras para cultivos ilícitos en los últimos dos años ha sido también exponencial. Un dato importante: estos parches de deforestación han aparecido a ambos lados de la carretera desde Nueva Italia hacia Puerto Breu. Según la Gerencia Regional Forestal del Gobierno Regional de Ucayali, entre el 2020 y el 2021 se han encontrado 54 pistas de aterrizaje clandestinas destinadas, según las autoridades, al traslado de droga. Mongabay Latam pudo confirmar que diez de ellas se encuentran dentro del paisaje y al menos dos están ubicadas cerca de la cuestionada vía que avanza hacia Puerto Breu, en la frontera con Brasil.
El coronel Luis Pacheco, jefe de la sede de la Dirección Antidrogas (Dirandro) en Pucallpa, confirmó a Mongabay Latam que este tramo se ha convertido en uno de los accesos usados por los narcotraficantes en esta parte de la región.
“Solo entre junio y agosto de este año hemos detectado 20 nuevas chacras destinadas al cultivo de coca”, comenta uno de los integrantes de la comisión de asociaciones indígenas que ha ingresado en los últimos meses a examinar los impactos de la carretera. Esto es confirmado por un informe del Gobierno Regional de Ucayali obtenido en exclusiva por Mongabay Latam, donde se señala que estos cultivos ilícitos se extienden en una superficie de por lo menos 155 hectáreas.
Arsenio Calle, jefe del parque Alto Purús, comenta que la deforestación vinculada al narcotráfico ha crecido en las zonas de amortiguamiento del área protegida “de manera preocupante”. “Esto sucede también en el sur, cerca de las cuencas del Sepahua y del Inuya”. Según el gobierno regional, en Sepahua, las pistas clandestinas se encuentran dentro de concesiones forestales y bosques de producción permanente.
El director de Upper Amazon Conservancy, Chris Fagan, comenta que el problema en esta zona del Sepahua nace por las invasiones de pobladores de la selva central —como del Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), una de las zonas más golpeadas por el narcotráfico en el país— que llegan a sembrar hoja de coca. En un informe reciente realizado por el Sernanp sobre las amenazas del parque Alto Purús, se subraya la vulnerabilidad de los pueblos en aislamiento voluntario por este recorrido continuo de personas asociadas al narcotráfico.
Un camino de oportunidades
En la cuenca del río Tahuamanu, en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Alto Purús, Candelaria Añez se sienta a descansar luego de una gran jornada de pesca. “Me gusta sentir la tranquilidad del río y comer lo que recién he sacado del agua”, cuenta. Ella es una de las pocas mujeres involucradas en faenas de pesca en Iberia, en la región amazónica y fronteriza de Madre de Dios, y además es una de las fundadoras de la Asociación de Pescadores Artesanales de Tahuamanu.
Esa calma que siente Añez es producto del trabajo de al menos seis años con otras 43 familias de pescadores que viven en Iberia. Pese a que aún hay personas que pescan ilegalmente en el río, se ha podido controlar la extracción sin autorización de ejemplares como el zúngaro amarillo, la doncella o el boquichico a través de planes de manejo.
Este es uno de los proyectos desarrollados en el paisaje Purús-Manu que luchan contra la ilegalidad y apuestan por la conservación. Alrededor del parque Alto Purús, Arsenio Calle comenta que se busca también consolidar iniciativas de manejo de recursos naturales como la producción de semillas de caoba o el mejoramiento de la cadena productiva de la pulpa del açaí. “El área protegida debe ser puente de recursos naturales con las poblaciones locales”, comenta.
También se ha instalado un centro de refugio en Sepahua, manejado por el Sernanp, para tener un trabajo permanente de vigilancia. Chris Fagan agrega que en esta zona buscan crear una concesión de conservación, similar a la concesión de conservación Yurua, para proteger las cabeceras de los ríos por donde transitan los pobladores indígenas mashco piro. Esta iniciativa, indica Fagan, depende del Gobierno Regional de Ucayali.
Al menos mil especies de vertebrados y 150 especies de mamíferos —el 30% de la cifra nacional— habitan en los bosques del paisaje, de acuerdo con información de la organización ambiental WWF Perú. Además, cuatro de los más importantes ríos de la Amazonía nacen en el Purús-Manu: el río Yurús, el Purús, el Acre y el Sepahua, que abastecen de agua a las poblaciones que viven alrededor de las áreas protegidas.
En el paisaje Purús-Manu existen además diversas etnias, tanto en comunidades establecidas y tituladas como en estado de aislamiento voluntario y en contacto inicial. Entre ellas se encuentran los mascho piro, que se desplazan a lo largo de los parques Purús y Manu, pero también están los murunahua, los machiguenga e incluso algunas que no han sido identificadas aún por el Ministerio de Cultura.
El parque Alto Purús, uno de los más grandes dentro del paisaje, cuenta con ecosistemas como el bajial, donde habitan la mayor cantidad de pueblos en aislamiento; bosques con pacal y bosques de colina. Además, cuenta con cinco especies priorizadas para conservar: la tortuga charapa (Podocnemis expansa), la taricaya (Podocnemis unifilis), el lobo de río (Pteronura brasiliensis), el mono maquisapa (Ateles chamek) y los grandes bagres de las familias Pimelodidae y Doradidae.
En el caso del Manu, este alberga ecosistemas como el pajonal o puna húmeda de los Andes centrales; la selva alta y la selva baja. Además, cuenta con al menos 50 especies animales globalmente amenazadas, según refiere en su plan de manejo. Dentro de estas se encuentran el oso de anteojos (Tremarctos ornatus) y el lobo de río (Pteronura brasiliensis).
A esta riqueza natural, hay que sumarle la importancia clave de las reservas indígenas y territoriales, que en este paisaje son cuatro: Reserva Indígena Murunahua, Reserva Indígena Mascho Piro, Reserva Territorial Madre de Dios y Reserva Territorial Kugapakori-Nahua-Nanti.
Para John Flores, jefe del parque Manu, es importante proteger e impulsar estos corredores de biodiversidad porque garantizan la conservación de la naturaleza y la cultura viva. El geógrafo David Salisbury comenta que este tipo de unidades de gestión son críticas frente a la amenaza del calentamiento global. “Si la deforestación sigue a este ritmo, con las mismas tendencias y cambios en el clima, la Amazonía se convertirá en una sabana tropical en 40 años y eso cambiaría radicalmente los medios de vida de las personas que viven en esta área”, añade.
Los bosques en pie no solo sirven para fines ecológicos, sino que son cruciales para la vida de las poblacioness amazónicas. “Por ahora estas carreteras nos ayudan a sacar lo que se produce dentro de la selva. ¿Pero qué va a suceder cuando ya no se puedan producir en quince años?”, se pregunta el científico.
El artículo original fue publicado por Vanessa Romo en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
Si quieres leer más sobre bosques en Latinoamérica, puedes revisar nuestra colección de artículos. Y si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam, puedes suscribirte al boletín aquí o seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.