Powa era una de las start-up tecnológicas británicas más brillantes, alabada por el primer ministro David Cameron, y uno de los escasos "unicornios" británicos, como se conoce a las empresas valoradas en más de .000 millones de dólares antes de flotar en el mercado de valores.
Su dinámico fundador, Dan Wagner, dijo en 2015 que su negocio valía US$2.700 millones y que había firmado un acuerdo con China de potencial "ilimitado".
Pero en febrero de este año Powa Technologies colapsó y pasó a a ser administrada externamente, y quedó claro rápidamente que la empresa se parecía más a un asno viejo que a un unicornio.
Su caída, además, ha generado dudas sobre la salud del tan alabado sector de la tecnología financiera de Londres, así como acerca de la sabiduría de dar valoraciones astronómicas a negocios que no han demostrado todavía su valor.
Sin rumbo
En las últimas semanas, he hablado con una serie de personas conectadas con esta empresa de comercio por internet en un intento de averiguar qué salió mal.
Lo que estas personas me han dicho es que Powa es un caso casi de manual sobrec ómo no gestionar una empresa: sin estrategia clara, con una gestión sin rumbo, afirmaciones exageradas sobre la tecnología y una actitud imprudente hacia el dinero.
En los últimos dos años recibí numerosos correos de la agencia de comunicación de Powa que me pedían cubrir periodísticamente la tecnología rompedora PowaTag, que "permite a los usuarios comprar en cualquier momento, en cualquier lugar, en solo tres segundos, simplemente escaneando un producto o anuncio con su teléfono inteligente".
La empresa llegó a afirmar que unas 1.200 firmas se habían inscrito para utilizar PowaTag.
A mí no me impresionó demasiado . Vi pocas pruebas de que la tecnología estuviese siendo usada en realidad, pero un inversor sí se creyó esto.
Una empresa con sede en Boston, Wellington Management, invirtió una suma considerable en el negocio de Wagner.
Junto con otros inversores, acabaron invirtiendo más de 200 millones de dólares en Powa.
Más grande que Google
Pero lo que ha salido a la superficie desde el colapso del negocio es que ninguna de estas empresas había firmado contratos, sino simples "cartas de intenciones", que no las comprometían a nada.
Una persona con un alto cargo en la empresa me dijo que jóvenes profesionales de ventas, sin experiencia, recibían bonos de más de 2.800 dólares cada vez que se firmaba una de esas cartas, "así que no estaban particularmente preocupados sobre la calidad del acuerdo".
Wagner, que afirma tener un historial brillante como emprendedor, todavía le decía entonces a cualquiera que le escuchara que su empresa sería un día más grande que Google o Facebook.
Incluso en octubre pasado le dijo a un programa de radio de la BBC que el negocio había sido valorado en US$2.700 por los inversores Wellington.
El presentador le sugirió que esa cifra carecía de contenido, porque Powa todavía no había logrado ganar nada.
"Somos un negocio tecnológico en crecimiento", respondió Wagner, quien mantuvo que eran otros, y no él, los que habían establecido ese valor.
Tratos en China
Justo antes de Navidad, parecía que sus afirmaciones habían sido reivindicadas.
El trato haría que PowaTag lograra acceder a los 1.300 millones de clientes de UnionPay en China, la principal fuerza en pagos del país, y abrir una nueva era de comercio móvil.
Wagner estaba triunfante.
En otra entrevista con la BBC, dijo: "¿Por qué UnionPay en China decidió asociarse con una pequeña empresa tecnológica británica? Hemos superado a Apple Pay y al resto del mundo aquí".
Entre bambalinas, el equipo de Powa que había negociado el trato estaba perplejo.
Ellos le habían dicho a Wagner que no promocionase demasiado el acuerdo, pero él se había salido del guión.
"Los chinos estaban furiosos, no les gusta esta clase de fanfarronada".
Además, el trato se había hecho a través de un intermediario, no de UnionPay, cuyos abogados enviaron una carta ordenando a Powa que cerrase la boca.
"De hecho", dice la carta, "nuestra empresa no ha establecido todavía una relación de negocios con la suya".
La agencia de relaciones públicas de Powa llamó a la BBC pidiendo que retiráramos la cita de Wagner del artículo.
Nosotros nos negamos, pues él había pronunciado esas palabras.
Un día después, Apple anunció que entraba en el mercado de pagos de China, y quedó en evidencia que no era cierto que "una pequeña empresa tecnológica británica" hubiera superado al resto del mundo.
Pero Wagner necesitaba hacer mucho ruido sobre el trato con China porque Powa se estaba quedando sin dinero y estaba en una carrera desesperada para conseguir inversores y reflotar su balanza de pagos.
De alguna forma, se habían gastado todo el dinero de Wellington.
Sexismo
Una parte se había destinado a espacio de oficinas: Powa ocupaba dos plantas de la prestigiosa Heron Tower, en el corazón del distrito financiero de Londres y tenía oficinas igualmente lujosas en Hong Kong, Nueva York y a lo largo de Europa.
Luego estaban las fiestas y las cenas donde los buenos vinos fluían y las enormes cuentas se acumulaban.
Según varios exempleados, en una fiesta de Navidad se contrató a strippers, lo cual incomodó a muchos de los presentes.
"La cultura era muy sexista", me dijo uno de los empleados jóvenes.
Los salarios también eran muy generosos: en los niveles más altos, los directivos cobraban sueldos de seis cifras, pero esto no hacía que los trabajadores estuvieran contentos con su trabajo.
En Glassdor, una página web anónima donde los empleados evalúan a sus empresas, las entradas sobre Powa muestran críticas contra la gestión, y en especial contra el ejecutivo jefe.
En enero, la plantilla tenía muy buenas razones para estar descontenta porque ya los empleados no cobraban.
Pero el 12 de enero, todos recibieron un extraño correo de Wagner. El asunto decía: "Larga vida al legado de David Bowie".
En el correo había una foto de Wagner disfrazado de Ziggy Stardust maquillado y con la frase: "¡Yo no hago homenajes a medias!"
A los empleados no les impresionó. Uno me dijo:"Mientras la empresa se hundía, él va a un estudio de fotografía y se disfraza de Ziggy Stardust. Este tipo es un idiota narcisista".
Un mes después, Wellington Management decidió que ya era suficiente y pidió a la consultora Deloitte que pasase a administrar la empresa.
Los administradores han logrado vender partes del negocio, pero la mayor parte de los empleados han perdido sus puestos.
Quise preguntarle a Wellington Managment sobre las averiguaciones que había hecho antes de invertir en Powa, pero la empresa rechazó amablemente hablar conmigo.
También he intentado contactar con Dan Wagner en varias ocasiones para escuchar su versión de la historia, pero de momento no he recibido respuesta.