
A menos que hayas vivido bajo una roca los últimos 21 años, has tenido que escuchar de “Yo soy Betty, la fea”, una de las novelas colombianas más icónicas de la historia, con múltiples remakes de éxito. Su versión mexicana fue bien recibida y la estadounidense hizo que su protagonista, America Ferrera, lograra un Emmy, un SAG y un Globo de Oro por interpretar al personaje principal. ¿Por qué esta novela ha tenido tanto éxito si se ha mencionado más de una vez que es sexista?
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“Yo soy Betty, la fea” se estrenó en 1999, y se convirtió en un rotundo éxito en todo Latinoamérica. Si la comparamos con otras ficciones, podríamos decir que fue tan icónica como “Rubí” en México o “La casa de papel” en España. Tuvo 335 capítulos, y un spin-off menos exitoso con 35 capítulos llamado “Ecomoda”. Si nunca viste la historia en su momento, ahora puedes hacerlo por medio de Netflix.
LA HISTORIA
Esta novela se centra en la historia de Beatriz Pinzón Solano (Ana María Orozco), una mujer que no encaja con los cánones de belleza dictados por la sociedad; pero que es extremadamente inteligente. Ella, durante toda adolescencia y juventud, se dedicó a estudiar y ahora es licenciada en Economía y con postgrado en finanzas. Sin embargo, no ha podido encontrar un trabajo adecuado porque su apariencia le “quitaba puntos”.
Suena a una mala broma machista, pero si reflexionamos, nos daremos cuenta que aún, 20 años después y en un mundo menos “machista”, la apariencia sigue siendo una prioridad, sobre todo con las mujeres. ¿Acaso existen mujeres “poco atractivas” en la televisión? Betty logra entrar a Ecomoda, una empresa del rubro de la moda (valga la redundancia) en la que la tener “buena apariencia” es vital; razón por la cual ella, con astucia, no incluye una foto suya en su hoja de vida. Esta decisión es, vale decir, parte de una tendencia tendencia para evitar la discriminación.
Una vez que es llamada como posible secretaria de la presidencia de Ecomoda, compite con Patricia Fernández, una mujer bastante atractiva que, de manera reiterada, asegura que llevó seis semestres de finanzas en la San Marino, una prestigiosa universidad colombiana. Ambas compiten, pero el sexismo del reclutador gana y contrata a Fernández.
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Armando Mendoza (Jorge Enrique Abello), recién nombrado presidente de Ecomoda, recrimina al reclutador de personal por haber contratado a Patricia Fernandez; pues ella es amiga de su prometida, Marcela, y lo más probable es que termine siendo una “espía” de sus infidelidades. Así, Armando encaja en otro cliché: el latino machista e infiel. Marcela Valencia (Natalia Ramírez), quien es jefa de puntos de venta, comenta en más de una ocasión “cuánto le costó” convencer al novio que acepte casarse con ella y necesita a Patricia como aliada. Pero Armando se sale con la suya: tendrá dos secretarias, una que verá toda la parte administrativa y sus agendas privadas, Betty; y otra que dará la cara (bonita) cuando haya una reunión de negocios, Patricia.
En cada uno de los 40 episodios de “Betty la fea” visionados para este reseña, encontramos hay rasgos machistas, comentarios sexistas y hasta violencia psicológica; pero también empoderamiento con mensaje: lo que importa, siempre, es lo de adentro. La joven Betty va ganando experiencia, así como oportunidades para demostrar su astucia -no es vicepresidenta de Ecomoda, pero actúa como tal- contra aquellos que la atacan solo por no ser “bella”. La actitud de Betty es no solo justificada, sino necesaria, en especial ante personas como el diseñador Hugo Lombardi y los accionistas Marcela y Daniel Valencia (Luis Mesa); quienes son particularmente crueles con ella. Esta Betty empoderada no llega en el primer capítulo, sino que crece a lo largo de los episodios (pero con retrocesos).
ESPEJO DE LA SOCIEDAD
“Soy Betty, la fea” no solo tiene machismo. Así que ver cómo Armando y sus colegas hacen “bromas” contra Hugo Lombardi, el diseñador homosexual de Ecomoda, es muy común. Lombardi, si bien tiene correa y habilidad para devolver los comentarios mal intencionados, no deja de ser otro grupo excluído; esta vez por homofobia.
La novela colombiana también muestra cómo empresas maquillan o falsean cifras para obtener mejores beneficios. Betty, que empieza a sentir admiración por Armando, acepta ayudarlo para evitar que Daniel Valencia se quede con presidencia de la empresa, aunque para ello que hacer a un lado su ética. Para hacer las cosas más tensas, hay una cuenta regresiva: si en un año Armando no logra hacer que las ventas mejoren, deberá abandonar el cargo.
Si mencioné que Armando era machista, al lado de Daniel está en pañales, pues el personaje de Luis Mesa podría hasta ser considerado misógino. Daniel, para el cual las mujeres solo sirven para el sexo (él exige a las demás una inteligencia extrema para tomarlas en cuenta), se convertirá en el enemigo de Armando, y en consecuencia de Betty. Tendrá como aliada a Patricia Fernandez y sus seis semestres de finanzas en la San Marino.
Patricia, por su parte, es una hija del consumismo y las apariencias. No terminó su carrera para casarse con millonario, sin embargo el matrimonio no funcionó, y al separarse, su ex esposo no le pasa ninguna pensión. Esto hará busque trabajo y acepte ser secretaria, aunque sus pretensiones sean las de una asistente de presidencia. El personaje también es paradójico: ella que tanto ama el lujo no sabe administrar su dinero y tiene problemas para llegar a fin de mes a pesar de embolsarse el triple de lo que gana Betty (debido al favoritismo de Marcela). Patricia, la del auto, ropa cara y socia de un club, se buscará otro esposo adinerado. Creo que muchos se sentirán identificados con ella, por por sus deseos de escalar socialmente con un matrimonio, sino por gastar más de lo que ganan...
“Yo soy Betty, la fea" es hilarante, aunque tiene bromas de rasgos machistas que no son divertidas; puedes tomar tales chistes como muestras de aquel sexismo recalcitrante ha ido desapareciendo (aunque no del todo). Pero si “Betty” tiene un secreto para su éxito internacional, ese es la ‘fealdad’ de la protagonista; símbolo de las inseguridades de todas nosotras que, una vez vencidas, pasan a ser monumento a lo que podemos lograr con amor propio. Incluso presidir una empresa de moda no parece tan imposible.
CALIFICACIÓN GENERAL DE LA TELENOVELA
3.5 estrellas de 5
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